Debemos hacernos notar
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Debemos hacernos notar

Ser diferente no es malo, destacarse, resaltar donde quiera que vayas, no te hace menos cristiano, no te hace menos hijo de Dios, lo que sí hace, es que cada que vayas a un lugar, las personas sepan que tú tienes al Padre en tu vida. Cuando eso pase dejarás de leer la Biblia como si fuera un libro normal, empezarás a leerla como si cada uno de los autores leyera ante ti los escritos. 

Ninguno de los que estamos aquí debemos pasar por desapercibido en ningún sitio. Usted no debe entrar a ningún lugar y pasar por desapercibido. Usted debe entrar a los lugares y dejarse sentir, usted como individuo y la presencia de Dios. Que cuando la gente esté a su lado, diga: “Tú tienes algo diferente, tú estás haciendo algo diferente, tú cargas algo diferente, tú llevas algo diferente, tú piensas diferente”. Tú y yo tenemos que tener la experiencia que tenía Potifar con José, que todo lo que le daban en la mano a José, él lo hacía prosperar.

¿Cómo Potifar entendía quién era Jehová? Era imposible que Potifar entendiera quién era Jehová. Era imposible que Potifar, naturalmente hablando, se convirtiera a Jehová. Él era un líder grande, politeísta, de una nación que adoraba la vaca, la serpiente, los árboles, adoraba a medio mundo. Pero una cosa sabía él: que Jehová estaba con José, porque todo lo que ponían en su mano prosperaba. Y donde quiera que tú ponías a José, ahí estaba la presencia de Dios en su vida, haciendo la diferencia. Y yo quiero que tú entiendas que sea el poder de la presencia de Dios el que hace la diferencia en la iglesia, es lo que hace la diferencia en el mundo.

La iglesia hoy, tradicional, a veces conservadora, y uso estos nombres simplemente porque es la única manera que nuestra mente podemos entenderlo, no me malinterpreten, porque no estoy buscando ni condenando a nadie. La iglesia tradicional quiere meterle, imponerle, los diez mandamientos a esta sociedad. Y queremos que nuestra diferencia sea nuestra rigurosidad moral. Y queremos vernos todo el tiempo bien rectos y bien morales. Y por eso no podemos fallar, y por eso estamos ahí, y no podemos mostrar lo imperfecto de nosotros. Y si alguien ve una imperfección en ti, tú te sientes mal. Y aún en la misma iglesia nos cubrimos, tratamos de ser siempre superhéroes. Eh, tú no puedes tener un mal día, porque si tienes un mal día, ya tú no eres tan cristiano. Porque tratamos de pensar que lo que me hace diferente a mí es que yo vivo en la rectitud moral perfecta, que es imposible para los hombres. Es imposible para nosotros. Eso está ahí para un código, para tú y yo saber que tengo que comportarme de una manera. Pero si no está la presencia de Dios, ¡bendito de nosotros! Porque si tú y yo no podemos cumplir con esos diez mandamientos por nuestra fuerza de voluntad, solo la misericordia de Dios es la que puede salvar tu vida. Y además, es el Espíritu Santo quien te da la capacidad de cumplir con todas esas cosas. Pero vuelvo y repito, al mundo nada de eso lo impresiona. Pero al mundo le impresiona algo: la presencia de Dios que está contigo, que no la pueden explicar, no la pueden explicar.

Ayer, después del servicio de Orlando, una persona, un empresario muy grande, fue a verme. Viajó desde Miami solo para verme. Y después del servicio, tenía que levantarme a las tres de la mañana para salir para acá, para Puerto Rico, hoy. Después del servicio, fui a cenar con este hombre que viajó solo para verme. Y ahí, en la mesa, estábamos hablando. Compungido, lo que me decía es, y no es de Puerto Rico, decía: “Su amistad conmigo, sus palabras, han cambiado mi vida para siempre. Es nada más compartir con usted, las veces que ha podido compartir, la presencia, el estar ahí”. Me contaba su testimonio de vida. No hay forma en que yo pudiera obligar a ese hombre a vivir una vida de perfección. Si primero no es que nadie es perfecto, nadie lo puede lograr hacer. Si no es por el Espíritu Santo, que nos va perfeccionando poco a poco. Y eso no es lo que lo debe impresionar. Lo que lo debe impresionar es la presencia. Y luego de que la gente ve la presencia de Dios en ti, entonces tú puedes mostrarle: “Así es que vivimos”.

Así es que caminamos: por la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Por qué tú no robas? Porque la persona se entristece, y la presencia que tú ves es porque yo tengo una relación con Dios. Pero si trato de imponer a la gente la regla sin que vean el efecto de la presencia, me vuelvo yo religioso, cuando yo no lo puedo cumplir todo si no fuera por él. Y cuando fallo, es la presencia y la persona de Dios la que me perdona. Es toda una relación tan poderosa.

Yo creo que tú sabes que la marca distintiva de la iglesia no son las leyes, no son las reglas, no son los reglamentos, no son los rituales. Es la presencia de Dios que nos acompaña donde quiera que nosotros vayamos. La gente no entiende más nada, pero nadie puede resistirse a la presencia de Dios.

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