04 Sep ¿Cómo encontrarte con Dios?

Y cada día voy a hacer todo lo posible para poder encontrarme con Él. 

Ahora, ¿cómo se logra hacer eso? Porque yo puedo leerlo y volvemos a lo mismo: si lo miro nada más y no me enfoco, si lo miro nada más y no sé lo que estoy buscando y detrás de lo que quiero lograr, ver lo que quiero alcanzar, entonces puedo estar mirando lo incorrecto. Puedo comenzar a ver a Dios de una manera totalmente incorrecta. 

Para lograr esto, hermanos, es vital entender el poder del silencio, el poder de guardar silencio. Mira lo que ocurre en el libro de Éxodo, capítulo 32, el verso 15: 

‘Y volvió Moisés y descendió del monte en su mano las dos tablas del testimonio; las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas’. Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: ‘¡Alarido de guerra hay en el campamento!’. Pero el pueblo estaba abajo adorando. 

Ellos entendían que adoraban a Dios. El pueblo estaba abajo adorando un becerro de oro, pero en el corazón del pueblo, ellos creen que están haciendo bien y que están adorando a Dios, cuando vienen del monte bajando, ellos no oyeron eso cuando estaban arriba. Cuando vienen bajando del monte, Josué lo que oye es alarido de guerra. Hay gente que cuando adora suena que está peleando. 

Hay gente que a Dios le suena como guerra. 

Mira qué interesante: Josué dice ‘¡Alarido de guerra hay en el campamento!’. Recuerda que estamos viendo a través de la perspectiva de un guerrero. Así que cuando tú te enfocas en algo, eso es lo que tú vas a ver. Josué oye un ruido y cuando oye un ruido lo que piensa es que hay pelea, porque el filtro de él, el enfoque de él, es el de un guerrero. Pero el sonido de adoración lo que suena para Josué es como guerra. Pero no es que sea guerra positiva. Lo que quiero que entiendas es que mientras gente adora a Dios pensando que están haciendo lo correcto, en realidad a veces suenan como si estuvieran peleando con Dios.”

Adoración no es tan sencillo como eso. Cuando Moisés está arriba adorando a Dios verdaderamente con Josué, nada de ese ruido se oye. Tú no necesitas cantantes para adorar a Dios, todo lo contrario: a Dios se adora en el silencio, a Dios se adora en un cuarto en secreto, a Dios se adora cuando yo bloqueo todo lo que hay a mi alrededor y comienzo a poder escucharlo a Él. Es el momento más importante en la vida de nosotros: ese momento de quietud.

El problema es que hay gente en el día de hoy que tienen una relación con Dios teniendo la oportunidad de mirar cara a cara, pero miran a Dios mientras siguen haciendo todas las cosas. ¿Sabes cuántos pensamientos yo, como pastor, tengo que vencer en tu mente para poderle darte un simple pensamiento nada más? Cuando hay 500 cosas que todavía tú estás pensando: que tienes que hacer, para dónde vas a almorzar, lo que se te quedó, lo que salió, lo que falta, lo que queda… Estás aquí tan solo y tú tienes que hacerlo rápido porque mientras más nos tardemos peor todavía. Cuando debería ser todo lo contrario: mientras más estemos en espacios cerrados, momentos separados, podemos ver a Dios de una manera diferente.

Si usted y yo, como ya hemos visto, somos producto de un momento de intimidad con Dios, te lo expliqué los otros días: tú no eres producto de tus papás, tus papás fueron el vehículo conveniente por el cual Dios te trajo. Tan sencillo como eso. Tú honras a tu padre y a tu madre porque Dios los usó a ellos para traerte a ti. 

Pero la Biblia dice que tú eres producto de un momento de intimidad con Dios. Así que si tú eres producto de un momento de intimidad con Dios, en tu interior hay algo guardadito, en algún sitio, que tú sabes que tú tienes que cumplir en esta vida para Dios. 

La persona que está muerta no es la que tiene vida, es la que nunca ha encontrado cuál es la misión que tiene que cumplir. El frustrado es el que encuentra la misión y no está dispuesto a dejar todo lo que hay que dejar para alcanzar esa misión, porque no está dispuesto a renunciar a lo que no es importante por perseguir esa misión y eso sólo se encuentra en el silencio. Se encuentra en tu tiempo de estar solo con Dios, de cerrar tus ojos y olvidarte de todo por un momento.