08 Jul Te Tocó en Suerte

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:”  2 Pedro 1:1  

Pedro habla a “los que habéis alcanzado…”.  Ese término “alcanzado” puede implicar una acción de parte nuestra para haber logrado algo; pero en el texto original, el término no tiene que ver absolutamente nada con tu esfuerzo, sino que él le estaba hablando a los que hemos obtenido algo gratuito que no nos merecíamos.  Esta primera etapa de la fe y de la salvación es un privilegio que hemos tenido de Dios que no todo el mundo ha tenido todavía.  Tú eres privilegiado.  Tú no has hecho nada para hacerte salvo, no puedes hacer nada para hacerte salvo.  Fue la gracia de Dios la que capturó tu corazón, te rescató del pecado, te sacó de la vieja criatura.  Este mensaje le habla a gente que está iluminada.  Este mensaje no lo recibe todo el mundo porque no todo el mundo ha alcanzado todavía.  Pero si tú has alcanzado no ha sido por tu fuerza, por tu esfuerzo.  

Esto no se obtiene por aceptar unas doctrinas.  No es porque vayas a la iglesia y hagas comunión que eres salvo.  Las doctrinas son las creencias básicas fundamentales del Evangelio; la salvación por la fe a través de Jesucristo, por ejemplo; son doctrinas básicas.  Pero esta gracia no se obtiene porque tú sigas unas doctrinas, unas acciones.  La salvación se obtiene por gracia; no por tu esfuerzo, sino por el esfuerzo de él.  Ese esfuerzo te alcanzó y tú debes sentirte privilegiado de que has sido de los escogidos, elegidos por Dios en este tiempo para recibir la salvación.  No sabemos por qué otros todavía sus corazones no han sido iluminados, pero gloria a Dios que tú fuiste escogido para esta época, para este tiempo y fuiste iluminado.  Esa palabra alcanzado aparece en otras tres ocasiones.  

“8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, 9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.”  Lucas 1:8-9  

Esa palabra suerte en el texto original en realidad es por elección de Dios.  en otras palabras, a Zacarías le tocó, Dios lo eligió.  No sabemos por qué lo eligió.  Sabemos que tiene un requisito: Ejercía el sacerdocio delante de Dios.  Pero otros lo ejercían también, y a él Dios lo escogió; la suerte le cayó a él.  Y de la misma manera hoy tú puedes dar gracias que por elección de Dios la suerte te cayó a ti.  Sin embargo, para algunos esto se convierte en una carga, cuando lo que tú has tenido es suerte.  Esa lucha no te deja ver que la suerte te cayó a ti, la gracia te alcanzó.  Y Pedro estaba hablando a los que habían tenido la misma suerte no por sus fuerzas sino porque esa gracia les alcanzó.  

Cuando entiendes que no es por tus fuerzas sino por elección de Dios que su gracia te alcanzó, entiendes que lo que hoy eres es un privilegio.  Aún la batalla y la lucha que llevas es un privilegio.  Porque eso lo que demuestra es que has sido de los escogidos y elegidos en este tiempo, por la gracia de Dios.  

Nunca más veas el Evangelio como un problema; nunca más veas esta vida como una dificultad.  Velo como que eres un bendecido de parte de Dios; como que eres un favorecido.  ¿Qué hizo María para que Dios la escogiera?  Tenía que haber más vírgenes en aquel lugar, pero Dios la escogió a ella.  Por eso, lo primero que el ángel le dice es: Eres bendecida y favorecida; bendita tú entre todas las mujeres.  ¿Por qué la escogió a ella?  No sabemos.  Lo que pasa es que a veces los regalos de Dios traen problemas, y cuando vemos el problema que trae el regalo, dejamos de sentirnos bendecidos y favorecidos.  María nunca pensó dar a luz en un establo; nunca pensó tener que salir corriendo como lo hizo, tenía otros planes; pero lo que ella cargaba dentro era una demostración de que había sido escogida por encima de todas las demás.  

La batalla que tú tienes hoy demuestra que tú has sido de los escogidos, elegidos para este tiempo; y nuestra meta debe ser encontrar a los otros que han sido también escogidos para recibir este mensaje, y ayudarles a todos en la batalla que también ellos están teniendo.  

Pero nada de esto es por la justificación tuya, sino por la justificación de Jesucristo.  Dice el primer verso que es por la justicia de nuestro Dios y salvador, Jesucristo.  En otras palabras, no es tan solo que tú hayas hecho algo para alcanzarlo, sino que no es por tus cualidades, sino por las de Cristo.  Así que esto no es razón para echártelas como si fueses mejor que los demás.  No es por ti.  Lo recibiste por gracia, y no por ti, sino por la gracia, por la justificación de Jesucristo.  Cuando entiendes esto, entonces, puedes pasar a lo próximo.  Estos versos nos hablan de ciertas cosas que tú tienes que añadir en tu vida.  

“4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.”  2 Pedro 1:4-9  

El apóstol Pedro está diciendo: Si todo esto ha sido por gracia y no ha sido por ti, ponle diligencia a esto.  En otras palabras, no lo menosprecies.  Nada de lo que hagas te va a dar esto, pero si ya lo tienes, cuídalo.  Hay es donde muchos fallan.  Piensan que es la aceptación de la doctrina lo que te hace salvo.  Pero no.  Te haces salvo la gracia de Dios y lo que Cristo hizo por ti, y que ese conocimiento y ese poder del Espíritu Santo tocó tu vida y te transformó, te eligió; y si tienes algo tan privilegiado que no le ha tocado a todo el mundo, por qué no le pones diligencia.  No somos diligentes en cuidarlo, cuando no entendemos la suerte que hemos tenido.  El cristiano no es tan diligente de cuidarlo porque no entiende la suerte que ha tenido.  La gente menosprecia su trabajo porque no entienden que hay otros que no los tienen.  Tus hijos menosprecian las cosas, las dejan perder, porque no entienden que hay quienes no las tienen.  Y como no lo entienden, lo desperdician.  Y cuando tú no entiendes la bendición que tienes, no pones diligencia.  

Ponle diligencia a la gracia que Dios te dio porque no todo el mundo disfruta de la bendición que tú disfrutas, aunque a veces parezca ser una carga pesada para tu vida.