07 Oct Lava Tus Pies

“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.” Juan 13:1-5

Jesús, antes de ir a la cruz, limpia los pies de los discípulos. Pedro no quería que Jesús le limpiara sus pies, pero Él le dijo que si no se los lavaba no tendría parte con él, a lo que Pedro responde pues lávame las manos y la cabeza. En el versículo 10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. No todos estaban limpios porque entre ellos estaba Judas, quien ya Jesús sabía le entregaría para su muerte en la cruz.

Al principio, Pedro no quiso que Jesús hiciera aquello que era tan sencillo, pero después quería que se hiciera algo más de lo que era necesario hacer.  Esto muestra uno de los problemas de la mente religiosa. La mente religiosa no acepta lo sencillo, lo fácil; no acepta que las cosas de Dios deben fluir, no acepta que la fe debe hacer que nuestra vida fluya de forma simple y sencilla, y que la conexión con Dios no es por hacer todo lo difícil. De la misma manera, hay muchas cosas que se hacen en la iglesia que no son necesarias para los que están limpios.  Hay cristianos que le complican la vida y el existir de los demás. 

¿Por qué obligar a otros a hacer lo más difícil, cuando para Dios todo es tan sencillo? ¿Para qué lavarte las manos y la cabeza, si él lo que quiere es limpiarte los pies?  A veces, la gente piensa que tiene que hacer todo eso, para que Dios sienta placer de ellos.  El ejemplo más grande lo tenemos con nuestro Señor Jesucristo, que antes de que sanara y libertara a nadie, los cielos se abrieron sobre él, y Dios le dijo: Tú eres mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.  En otras palabras: Tú me traes placer.  Jesús no había salvado a nadie, no había sanado a nadie, y ya a Dios le traía placer al verlo. 

Nunca llegues a pensar que las cosas de Dios se obtienen haciendo lo complicado, porque eso es vivir del exterior, y tener el corazón sucio.  Hay un grado de culpabilidad, de condenación en tu corazón que te hace pensar que la única manera de obtener lo de Dios, es haciéndotelo a ti más difícil para satisfacer tu mente de que hiciste algo por Dios, cuando todo lo que hace falta es que tú aceptes todo lo que él ya hizo por ti en la cruz del Calvario.  No es que no te vayas a limpiar; te vas a limpiar los pies, lo sencillo, porque cuando el corazón está limpio, cada cierto tiempo, tienes que limpiarte los pies. 

¿Qué es limpiarte los pies?  Recibir palabra, lavar tu caminar. Todo el que tiene el corazón limpio, camina por esta tierra y se ensucia los pies al caminar.  Los pies se ensucian con polvo de la calle, de las experiencias, de las situaciones; y, cuando recibes palabra, el Espíritu Santo limpia tus pies. Los de corazón limpio, solo necesitan lavarse los pies, para que sepan que lo que pasó quedó atrás y desde ese momento en adelante se comienza un nuevo camino. 

La pregunta es: ¿Cómo es que estamos limpios en el corazón?  Jesús sabía que Pedro le iba a negar, que iba a dudar de él, pero ¿cómo lo declara limpio?  Muy sencillo. Lo que te hace a ti ser limpio delante de Dios, es que tú creas y que sepas quién es el Cristo, el Hijo de Dios.  Cuando tú sabes, en tu corazón, quien es el Cristo, el Hijo de Dios, y crees en Él, tu corazón está limpio.  Así que, lo primero que hay que hacer es estar seguro de que tú tengas tu fe firme y que creas quién es el Cristo, el Hijo de Dios.  Cuando Pedro peca y falla, luego se siente triste.  Porque cuando se tiene un corazón limpio, te sientes mal cuando le fallas a Dios y esto es lo que nos da la oportunidad de verdaderamente arrepentirnos. 

Cuando Jesús fue a buscar a Pedro, lo encontró en aquel sitio donde lo había dejado en un momento dado; y lo único que Jesús quería saber era si Pedro le amaba, sin explicaciones. Lo único que Jesús necesitaba saber era si Pedro le amaba, porque mientras eso estuviese claro, el corazón de Pedro estaba limpio, en paz.  Lo demás se puede trabajar, mientras tu corazón esté limpio, el resto se puede resolver. 

Quizás, has visto tu vida muy complicada, piensas que para las cosas de Dios todo es complicado, algo te dice que no estás haciendo suficiente, y te has sentido culpable y condenado.  Hoy, declara que limpias tu interior de todo aquello que te ha querido separar de Dios, acércate a Dios, confiadamente, y deja que Espíritu Santo ministre a tu vida. Marcando tu corazón, lavando tus pies con la palabra de Dios, serás transformado, renovado, por el poder de la palabra del Señor.  Hoy, tu vida cambia para siempre, tu corazón queda limpio, y si tu corazón está limpio, lo único que hace falta es que se te laven los pies.  

Mensaje transmitido por Televisión y Radio el Viernes, 7 de Octubre de 2016

Código del Programa: PP-06B