20 Apr Por encima de Todo

^“3 Tú sabes que mi padre David no pudo edificar casa al nombre de Jehová su Dios, por las guerras que le rodearon…” 1 Reyes 5:3

Tras la muerte de David, el rey Salomón, su hijo, determinó edificar la casa de Dios. Salomón dijo al rey Hiram que su padre no había podido construir el templo, por las guerras que le rodearon. Las manos de David estaban ensangrentadas; aun así, por encima de esto, la memoria más grande que Salomón tenía de su padre, era su amor por la casa de Dios.

Y podemos entender el amor de David por la casa de Dios. David recibió en Dios lo que no recibió en su casa, lo que no recibió de sus hermanos, lo que no recibió de su esposa, lo que no recibió de su jefe. Cuando David no tenía dónde refugiarse, ni con quién hablar, le cantaba a Dios, se conectaba con él. Lo más grande que David hizo fue traer el arca del pacto; y la construcción más grande que hizo David fueron cuatro cortinas, una carpa en la que puso el arca del pacto. Y él bajaba de su trono majestuoso, y se metía en aquel lugar, y allí encontraba lo que no encontraba en ningún otro lugar. Podemos imaginar a Salomón, pequeñito, viendo a su padre quitarse su túnica de rey para ir al templo, a la carpa. Y podemos imaginar a David diciendo a Salomón: No hay lugar más grande que la casa de Dios; el trono que vas a heredar es grande, pero no hay nada más grande que estar en la casa de Dios. Y, cuando David muere, la memoria que Salomón quiere preservar no es la de un trono, sino la de la casa de Dios.

Pregúntate cuál es el legado más grande que tú les puedes dar a tus hijos. No hay nada más grande que tú les puedas dar a tus hijos que amar a Dios; porque no hay nada más grande, nada más poderoso, que el amor por la casa de Dios. ¡Cuán mal hacen algunos padres, en dejar que el mundo dicte lo que es mejor para sus hijos! ¡Qué mal hacen al pensar que el deporte es más importante que la casa de Dios! ¡Qué mal pensar que un rato de diversión, de entretenimiento, es más importante que la casa de Dios! ¡Qué mal cuando no les enseñamos el amor por la casa de Dios! Si no lo hacemos, lo único que recordarán es la sangre en nuestras manos; porque todos la tenemos, todos hemos cometido errores, pero tú tienes que escoger que tus hijos sepan que, por encima de todos tus errores, hay alguien a quien tú amas más que a ti mismo, más que el trono, para que ellos, con sus recursos, algún día, también quieran construirle casa a ese Dios, quieran construirle lo mejor, dar lo mejor.

Todos hemos cometido errores; la iglesia, la casa de Dios no te exige perfección; pero no hay nada mejor que, en medio de tus errores, tu vida gire alrededor del lugar donde se pueden corregir todas las cosas. La iglesia no te asegura que todo te salga bien, pero te enseña el camino donde todo se puede corregir.

¿Dónde estarías tú de no ser porque hubo alguien que te enseñó a amar la casa de Dios? Probablemente, no quieras ni imaginarlo. Porque alguien te enseñó el amor por la casa de Dios, tu vida cambió para siempre. No que seas perfecto, pero tu amor gravita hacia la casa de Dios, así sea porque alguien un día te obligó y te llevó a la iglesia cuando tú no querías. Alguien decidió por ti que había que ir a honrar a Dios, alguien se determinó que Dios sería primero; por encima del trabajo, por encima de la casa, por encima de todas tus posesiones, por encima de tu trono, por encima de tus errores, Dios es primero.

¿Qué tus hijos van a recordar de ti? ¿Qué tú quieres que tus hijos recuerden de ti? El Señor te trae hoy esta palabra para hacerte reflexionar, que no se trata del trono que tengas, sino de que tu vida gire en torno a la casa de Dios. Tu vida es diferente, porque Dios se encargó de, un día, llevarte a la casa de Dios.

Comprométete hoy a que tus generaciones te verán siempre vivir y tornarte a la casa de Dios. Tu hijo puede perder un juego de baloncesto, pero no puede perder la casa de Dios; puede perder un cumpleaños, pero no puede perder la casa de Dios. Si tu hijo es capaz de pasar todo el día jugando videojuegos, puede sentarse dos horas en la iglesia a escuchar un mensaje; que sepa que la casa de Dios es primero siempre.

La gente habla del legalismo, pero a veces lo echamos tanto a un lado, que hace falta un poco de legalismo. Hoy las iglesias dan tanta libertad para tantas cosas, pero hay quienes se criaron en iglesias legalistas, y hoy pueden reconocer que, de no haber sido así, quién sabe dónde estarían. Reconoce que no hay lugar como la casa de Dios, que ha tenido el poder de transformar tu vida, y decide pasar tus días construyendo casa para Dios, aportando para el templo, asistiendo a la iglesia, involucrándote.

¿Cuál va a ser el recuerdo que tus próximas generaciones tendrán de ti? ¿El trono, o tu amor por la casa de Dios? ¿Serán tus manos ensangrentadas el recuerdo más grande; o tu amor por la casa de Dios es tan grande que lo único que ellos querrán perpetuar es la casa de Dios para que, cuando el mundo te recuerde, lo haga, no por tu trono, sino porque alguien edificó casa a Dios, por lo que tú le enseñaste? A esto debes aspirar.

Mensaje transmitido por Televisión y Radio el Miércoles, 20 de Abril de 2016

Código del Programa: PY-08B