19 Apr Más Grande que el Trono

¿Cuál es la mejor memoria, el mejor recuerdo que tú tienes de tus padres? ¿Qué es lo más grande que ellos te enseñaron? Quizás no tengas recuerdo de sus padres, o no tengas grandes memorias de ellos; pero, si pensaras hoy por un momento qué enseñanzas te dio tu familia que marcaron y cambiaron tu vida para siempre, ¿cuáles serían?

En 1 Reyes 5:1, en adelante, vemos el momento en que Salomón se dispone a edificar templo para Dios, conforme a la palabra que Dios había dado a su padre, David: Tu hijo, a quien yo pondré en lugar tuyo en tu trono, él edificará casa a mi nombre.

En el verso 1, vemos que el rey Hiram, cuando oyó que Salomón había sido ungido por rey en lugar de su padre, David, envió sus siervos a Salomón porque Hiram siempre había amado a David. De esta manera, el rey Hiram se pone a disposición de Salomón. Dios llamó a Hiram para que ayudara a Salomón a completar la obra, de la misma manera que vemos a través de todas las Escrituras, que también llamó a otros, como Ciro, Darío, Artajerjes. Dios tiene gente de conexiones divinas, poderosas que, en un momento dado, van a completar todo lo que tu requieres para la obra que Dios ha puesto en ti. Hiram ofreció dar todos los árboles, toda la madera necesaria para la construcción del templo. Hiram hace pacto con Salomón, le dice: Yo amé a tu padre y, por causa de que tú vas a completar lo que él comenzó, yo voy a hacer todo lo que se requiera de mí. Y Dios tiene gente reservada, gente que ama a tu familia, que ama a los tuyos y, por amor a tu familia, van a hacer lo necesario para que se complete la obra que Dios tiene para ti.

Pero este acontecimiento también te puede llevar a preguntarte, ¿cuál es la memoria más grande que recuerdas, la enseñanza más grande que te dieron tus padres?

Salomón dice a Hiram: Tú sabes que mi padre no pudo construir casa a Dios, por toda la sangre que había en sus manos. David peleó tanto, que no pudo completar la obra a la cual Dios lo llamó. Es triste ser un David; porque alguien que quiere honrar a Dios, que quiere cumplir con Dios, y no puede hacerlo por la sangre en sus manos, tiene una vida inconclusa, una vida difícil de vivir.

Cuando vemos las expresiones de Salomón, notamos que tiene dos recuerdos de su padre. En primer lugar, Salomón tiene el recuerdo de la sangre derramada por los errores de su padre. De hecho, Salomón fue producto de un error; era el hijo de aquella mujer con la que David se acostó. Pero Salomón tenía que escoger cuál sería el recuerdo que guardaría de su padre. Él no podía borrar los errores de su padre, no podía borrar todas las guerras; pero ninguno de los errores de su padre, hizo que Salomón perdiera el amor por la casa de Dios.

Ninguno de nosotros está exento de cometer un error. Nuestros padres pueden cometer errores; pero, si hay algo que nunca debemos perder nosotros es el amor por la casa de Dios.

Salomón era un joven que podría haberse perdido. Había paz por todas partes; y, cuando hay paz, las cosas no son tan buenas, porque cuando tienes que estar atento es cuando tienes que defenderte de algo. Cuando hay paz, tus defensas bajan. Dice la Biblia que él no tenía adversario. Salomón tenía todo el dinero del mundo; pudo haber hecho lo que le placiera; pudo haber dicho: Mi padre tuvo sus manos ensangrentadas, y ya no está aquí, ¿para qué esto? Pero Salomón entendió que lo más grande que él podía hacer era construirle una casa a Dios; porque el recuerdo más grande que él quería dejar de su padre, no es de los errores que su padre cometió, sino de cómo esos errores le dieron los recursos para construirle una casa a Dios, un lugar donde la gente se pudiera reunir, recibir palabra, sacrificar, cambiar, conectarse con Dios; un lugar que pudiera convertirse en el centro de la ciudad. La vida de Salomón no giraría alrededor del trono que su padre le había heredado, sino de la casa de la cual su padre estaba enamorado; porque David nunca estuvo enamorado del trono, pero sí del templo.

La memoria más grande que tenía Salomón no era del rey que tenía sus manos ensangrentadas, sino del hombre que no amaba tanto el trono como amaba la casa de Dios. Y Salomón decidió: Yo tengo que construirle casa a ese Dios.

Si eres padre, en medio de tus errores, en medio de tus manos ensangrentadas por tus errores, entiende que, si hay algo que tú debes enseñarle a tus hijos, es que tú no amas tanto tu trono, como amas la casa de Dios. De esta manera, cuando tú no estés, y ellos estén en el trono que tú les dejes, desde ese trono, la memoria que querrán preservar de ti no será la de tus errores, sino la del amor que tú les habrás enseñado por la casa de Dios.

Mensaje transmitido por Televisión y Radio el Martes, 19 de Abril de 2016

Código del Programa: PY-08A