27 May Que Dios Ayude tu Incredulidad

“14 Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos. 15 Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron. 16 Él les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos? 17 Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, 18 el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. 19 Y respondiendo él, les dijo: !!Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo. 20 Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. 21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. 22 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. 23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”  Marcos 9:14-24  

La primera petición que el padre hizo para que su hijo quedara sano fue: sana a mi hijo.  Pero los discípulos no pudieron sanarlo.  El Señor comienza a hablarle y le dice que aquella sanidad podía darse, y la oración de aquel padre ahora cambia de lugar, y ya no era por sanidad, sino: ayuda mi incredulidad.  

Aquel día hubo dos milagros.  Si este hombre no hubiera pedido ser sano de incredulidad, Jesús hubiera sanado al hijo comoquiera.  Jesús preguntó qué pasaba, y después que Jesús se metía en algo, lo solucionaba.  Así que aquel muchacho iba a quedar completamente sano, pero de qué servía que el muchacho quedara sano y el padre siguiera siendo incrédulo.  Y te preguntarás cómo, después de un milagro, alguien puede quedar incrédulo, pero el pueblo de Israel eran dos millones de personas que por cuarenta años vieron milagros y no creyeron.  

El muchacho iba a ser sano porque después que Jesús se mete en el asunto, el muchacho iba a quedar sano.  Pero aquí se responden dos peticiones, aquí hay dos milagros: se quita la incredulidad de un hombre, y se quita la enfermedad que había atormentado a aquel joven por tanto tiempo.  

Más que un milagro, lo más que tú necesitas es quitar de tu vida la incredulidad.  

¿Qué hace que se cree incredulidad en tu vida?  Buscar toda tu vida una respuesta para algo y no encontrarla.  Cuando vives así, vives en extremos.  Este papá estaba cansado de que su hijo cayera en el agua y en el fuego; dos extremos.  Porque cuando tú tienes problemas, tiendes a caer en uno y otro lado, y tu corazón se va endureciendo.  Y ahora cuando estás a punto de recibir lo que tanto tiempo habías esperado, tu corazón se ha vuelto incrédulo porque no pensamos que el momento ha llegado.  

¿Quieres una oración poderosa?  Pide tres cosas: abre mis ojos; aumenta mi fe, no para algo más grande, sino para no ofenderme, para perdonar; ayuda mi incredulidad.  

Si te encierras y dices que jamás volverás a intentar, te vas a perder de oportunidades que Dios tiene para ti.  Y para ser libre de eso, no hace falta amor, sino fe.  Afuera el mundo no esta falto de amor, sino de fe.  La gente no tiene fe en que otros pueden cambiar, simplemente porque lo que llevan por dentro es tanto odio y coraje que está arraigado.  

Pídele a Dios que ayude tu incredulidad.  Que tu experiencia de extremos no te haga un ser incrédulo, que tu experiencia no te haga un ser incrédulo.  

Cuando Moisés golpeó dos veces la roca, salió agua; y dice la Biblia que salió agua en abundancia.  Porque fuese hablado o con un golpe, Dios le iba a dar agua a su pueblo; porque la gracia de Dios siempre cubre al hombre.  Así que, ya fuera que Moisés le hablara o lo golpeara, agua iba a salir.  Dios no iba a dejar que su pueblo muriera.  Así que no se trataba de que saliera agua o no, sino del corazón de Moisés de ver cómo el agua saldría.  

Lo que Dios va a hacer con tu país lo va a hacer con líderes buenos o líderes malos porque la gracia de Dios va a hacer que el agua salga, ya sea golpeando o hablando.  Queda de ti como líder que hables en vez de golpear.  Y tú hablas cuando tu corazón no está dañado, cuando tu corazón todavía tiene fe, cuando todavía esperas en un Dios misericordioso y estás seguro que pronto te dará la victoria.  Golpeas cuando pierdes la fe, cuando te llenas de orgullo, cuando estás frustrado.  Por eso, cada día, cuando te levantes, si no oras más nada, ora estas tres cosas: Señor, abre mis ojos, déjame ver, muéstrame qué hay mal en mí, qué está pasando afuera; auméntame la fe para no estar ofendido, para perdonar, para creer en la humanidad; ayuda mi incredulidad, que aunque he pasado tanto tiempo en esta situación, todavía pueda creer para que, cuando llegue la oportunidad de que el milagro se haga, lo pueda ver delante de mis ojos.  

Aquel día hubo dos milagros: el muchacho quedó sano, pero el padre quedó libre de la incredulidad.  

El padre llevó al muchacho donde los discípulos y ellos no pudieron hacer nada, así que se lo llevan a Jesús.  ¿De quién dudaba el Señor?  De la iglesia tradicional y de los discípulos porque no pudieron hacer nada.  Ahora, Jesús sana al muchacho, pero Jesús se iría.  ¿Quiénes iban a quedar?  Los discípulos.  De quién iba a dudar ese hombre toda la vida?  De los discípulos.  ¿De quién duda la gente hoy?  De los discípulos.  La gente no duda de Jesús.  La gente duda de los discípulos, duda de los hombres; hay incredulidad por todas sus experiencias.  Pero tú no puedes pasar toda tu vida dudando de todo el que está a tu alrededor.  Pídele a Dios: Señor, quita mi incredulidad.  Que tú puedas ver a la gente con los ojos que Dios los ve, que todavía tú tengas fe, aunque has caído en extremos y has estado de un lugar a otro, que creas que todavía hay respuesta para tu vida.