17 Jul Ponle diligencia

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: 2 Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.”  2 Pedro 1:1-9  

Esta es de las porciones bíblicas más importantes para todo creyente.  Es algo que debes estudiar y conocer lo que significa.  Nos hablan de la madurez que debemos alcanzar, luego de experimentar la consciencia de salvación.  Recibes la salvación por gracia, pero trabajas en esa salvación.  De nada te sirve decir que crees algo, y no vivirlo.  Confesaste con tu boca que Jesucristo es el Señor y eres salvo, ¿qué vas a hacer después de ahí?  ¿Cómo vas a vivir tu vida después de ahí?  Ahora tienes que poner diligencia en la vida que acabas de aceptar, en la salvación que acabas de recibir?  Y podrías argumentar que la confesión es suficiente; y lo fue para el hombre que estando crucificado junto a Cristo, le aceptó.  Nunca tuvo que diezmar, que orar; pero como tú no estás al lado de Cristo en una cruz, tienes que vivir la vida cristiana.  Tú necesitas madurar y trabajar en esa salvación día a día como creyente responsable, que entiende lo precioso de lo que Dios le ha dado.  

La salvación es por gracia y elección divinas.  Dios siempre se reserva la última decisión en todas las cosas.  Esto te cayó por gracia; la suerte te tocó a ti.  Tu corazón ha sido despertado.  Si tú eres diligente en tu salvación, si trabajas y vives como creyente, eres salvo, y no te puedes molestar si hay alguno que justo antes de morir se arrepiente y también es salvo, porque Dios tendrá misericordia de quien tendrá misericordia, de quien Él quiere; porque la última palabra decisión siempre la tiene Dios.  Él se reserva ese derecho.  La ventaja es que los que hemos despertado a esa salvación, no tenemos que vivir con las consecuencias del pecado diariamente.  Tú no quieres una vida de pecado porque es una vida de consecuencias.  Mejor te ha sido encontrar a Cristo temprano para vivir la vida que has vivido.  No es que la vida de un cristiano sea libre de problemas, pero tú no tienes problemas buscados por el pecado, sino los que tiene todo ser humano.  La misericordia y la gracia de Dios es eso: Que Él se reserva la decisión de a quién salva y a quién no.  

Pero esto pudiera crear la duda en algunos acerca de su salvación.  No debe ser así.  El mero hecho de tú estar trabajando en tu salvación debe darte seguridad de tu salvación, aunque sí Dios tiene siempre la última palabra.  

Una de las cosas más difíciles para un creyente trabajar en su mente es pensar que no es salvo.  Por eso muchos se pierden; porque van a la iglesia pero como viven en imperfección, piensan que no les está funcionando.  Pero a pesar de tus imperfecciones, de tus fallas, porque estás trabajando y consciente de ellas, tú eres salvo.  Dios es un Dios de misericordia; nadie te ha exigido perfección.  Entonces, tú tienes que tener la seguridad de tu salvación en tu corazón.  Pero por otro lado hay quien piensa que tener consciencia de salvación es que todo lo hes permitido, pero tampoco.  El salvo no está buscando una excusa para pecar, sino que busca siempre cómo salir del pecado.  

Pero, lamentablemente, en nuestra mente pensamos que no podemos salir del pecado.  Y Pedro lo que está hablando es que todo lo que tú necesitas para dejar la vieja vida, lo tienes ya disponible, ya te ha sido dado.  Tú no necesitas más poder del que tienes para salir de la vieja vida; todo lo tienes.  Cuando confiesas a Cristo como salvador, eres justificado; tu posición legal cambia automáticamente.  La santificación comienza en tu vida, porque comienza un proceso de renovación de tu condición.  Has sido cambiado del reino de las tinieblas a la luz admirable, pero ahí comienza el proceso de santificación porque tu mente y tu cuerpo tienen que enterarse de has sido salvo, santificado.  Y continúas hasta llegar al punto de la glorificación, un día donde serás glorificado en perfección delante de Cristo Jesús.  Pero el reto es que la gente piensa que esto es imposible hacerlo porque el pecado que tenemos es demasiado, y Pedro combate eso.  Estos versos lo que te dicen es que todo lo que tú necesitas para esta vida y para vencer, ya ese poder ha sido dado.  No hay adicción, pecado ni nada que deba controlar tu vida.  Ya Dios te dio el poder y tú debes vivir en esa libertad.  Decide trabajar con diligencia en la salvación.  

Pedro dice que tenemos que vivir una vida piadosa, vivir la naturaleza divina.  Este término en contexto se refiere a una adoración reverente acompañada con obediencia.  Enseñamos a la gente a ser reverentes, pero no enseñamos obediencia.  Y eso es un engaño.  Ir a la iglesia, cantar coritos y dar una ofrenda es reverencia.  ¿De qué te sirve ir a adorar a Dios, si la vida de obediencia la abandonas?  Una vida de obediencia a Dios no es una vida de perfección, sino de madurez donde aún cuando fallas, lo aceptas, te arrepientes, enmiendas las cosas y vuelves a comenzar.  

La lucha que tenemos a veces nos hace sentir inseguros de nuestra salvación, pero si tú algún día entregaste tu vida al Señor, si dijiste legítimamente: Señor, yo quiero vivir para ti; tú eres salvo.  Puede que hayas cometido montones de errores, pero tú tienes que estar seguro de tu salvación.  Por eso es que no te debes perder, no te debes abandonar, no debes renunciar porque ese día tú recibiste por elección divina ese conocimiento, esa revelación.  Y eso es algo tan preciado que lo debes cuidar, debes trabajarlo; no debes desperdiciarlo en el mundo como los demás.  Si dudas de tu salvación, no trabajas en ella; y tú necesitas añadir a tu fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio.