26 Feb Dios Dijo y Dios Llamó, pero tú Nombras

“²⁶ Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía.”  Génesis 45:26 

Cuando los hermanos de José le dicen a su papá que José está vivo, Jacob se afligió.  Una buena noticia, le entristeció.  ¿Por qué?  Porque no les creyó.  Trece años atrás, ellos mismos lo convencieron de que José estaba muerto; venden a José, ponen la sangre de un animal en la túnica y le dicen a Jacob: Aquí está la túnica de José, una fiera lo devoró.  Ese día, Jacob interpretó el lenguaje; dijo: Sangre, túnica, mis hijos no me van a mentir, José está muerto.  Aunque José no estaba muerto, para Jacob, sí lo estaba, por la interpretación que le dio a la experiencia.  Ahora le dicen que José está vivo y no lo puede creer. 

En tu vida, lo más poderoso no es lo que te pase, sino tu interpretación de las evidencias. 

“²⁷ Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió.”  Génesis 45:27 

Ellos llegan, diciendo: José está vivo.  Y Jacob no les cree.  Para convencerlo, le hablan las palabras de José.  Jacob era un soñador – igual que José – y cuando un soñador oye las palabras de otro soñador, las cosas comienzan a cambiar.  Cuando alguien que habla tu mismo lenguaje, te habla, las cosas comienzan a cambiar.  Jacob no necesitó un sueño para revivir; las palabras y una nueva evidencia interpretada correctamente, hicieron que su espíritu reviviera.  Tu corazón revive cuando te hablan las palabras correctas, miras la evidencia, y le das la interpretación correcta.  Jacob podía decir: No, está muerto, eso es que Faraón quiere matarnos.  Pero Jacob le dio una interpretación correcta; oyó las palabras de José, oyó cómo hablaba, y ahora ve la evidencia, y dice: Está vivo.  Y su espíritu revive. 

Tu José está vivo.  No creas más esa mentira del pasado.  Tú no eres un fracasado, un pecador; eres un hijo de Dios, lavado por la sangre del Cordero.  Eso que tú has creído y malinterpretado, todo ha sido una mentira.  Perdiste una casa, y pensaste que nunca podrías tener otra casa; te divorciaste y pensaste que nadie más te iba a querer, que el matrimonio no es para ti.  Ya tú le has dado una interpretación errónea a la sangre que tienes en tus manos, en la túnica de gente que está hablándote de una manera, haciéndote creer una mentira; y tú estás tratando de interpretar los sueños, en vez de permitir que tu espíritu reviva, cuando Dios te trae gente que te hable tu lenguaje. 

Nuevas palabras, nueva interpretación, y la evidencia de que los carros vienen, entonces José estaba vivo.  Siempre lo estuvo, pero en la mente de Jacob, no; hasta que un día Jacob cambió su interpretación.  Estás buscando interpretar los sueños, pero si son de Dios, Él te va a dar la interpretación, y si no te la diera, vívelos confiando en Él y en que lo que estés pasando, no va a interferir con el sueño de Dios para tu vida. 

“³ Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz… ⁵ Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.”  Génesis 1:3, 5 

Dios dijo, y Dios llamó.  En el texto original, decir es llamar a la existencia.  Dios dice algo que no existía, y aparece.  Dios dijo: Sea la luz.  Y fue la luz.  Ahora hay luz y tinieblas, y Dios dice: Esto es luz, y esto es tinieblas.  Él dice, y luego llama porque, si no hay una descripción de lo que es luz y tinieblas, es como si no existieran, porque en tu mente no hay una imaginación hasta que alguien describa.  Y dice la Biblia que Dios dijo y luego llamó.  Muchos dicen que como hombres y mujeres de Dios tenemos el poder de cocrear con Dios.  Pero en realidad el poder que tú tienes es más grande. 

“¹⁹ Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. ²⁰ Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo;…”  Génesis 2:19-20a 

En el original, dice que Dios le trajo las bestias, y le dijo a Adán: Nómbralas; para ver cómo él las iba a nombrar, y Adán nombró todas las bestias, y lo que él nombró, así es su nombre.  Dios dijo y llamó, y Adán nombró.  Dios dice, Dios llama, pero tú pones nombre.  Y el nombre es la interpretación que tú le das a lo que te ponen de frente. 

El edificio donde ahora realizamos nuestros servicios, alguien lo construyó, lo creó; y alguien lo llamó, lo describió; y alguien lo nombró y dijo: Esto es un almacén.  Nosotros lo renombramos como iglesia.  Un edificio que estaba creado, construido, alguien le puso un nombre nuevo, y ahora ya no se almacenan cosas, sino que es casa de Dios y puerta del cielo.  Tú no necesitas crear tierra nueva en tu país.  Ya Dios dijo: Aquello es cielo, y esto es tierra.  Tú lo que tienes es que pararte en un lugar y decir: Yo nombro esta tierra como el lugar de mi casa, donde yo voy a criar a mi familia. 

El poder que tú tienes es el de nombrar.  Tú tienes que rehusarte a los nombres que el mundo ha puesto, a la evidencia que te han dado; cuando te den una evidencia negativa, ponle un nombre nuevo.  Si Jacob hubiera seguido el ejemplo de Abraham, cuando le entregaron la túnica manchada, Jacob hubiera dicho: Llévame allí porque Dios lo puede levantar.  Cuando Dios le pidió que sacrificara a Isaac, Abraham creyó que Dios lo podía levantar.  Cuando le dijeron a Jesús que la hija de Jairo estaba muerta, él dijo: No está muerta, sino duerme.  Es la misma evidencia, pero con un lenguaje diferente.  Cuando fue a casa de Lázaro, él no fue a levantar un muerto.  Decimos que Cristo levantó a Lázaro de los muertos, pero no fue así, porque para él nunca estuvo muerto.  Él dice: Voy a despertar a Lázaro.  Porque él dijo: Este no está muerto, sino tan solo dormido.  Es una evidencia, un problema que pasan delante de ti, y tú le pones el nombre correcto. 

Lo más poderoso es lo que tú puedes declarar, no porque vaya a venir a la existencia, sino porque lo vas a nombrar.  ¿Perdiste tu casa?  ¿Cómo le vas a llamar?  ¿Fracaso, u oportunidad?  ¿Perdiste tu carro?  ¿Cómo lo vas a llamar?  ¿Fracaso, u oportunidad?  ¿Vas a llamarle obra del diablo, o vas a decir: Yo confío en el Dios Todopoderoso, que algo nuevo viene para mi vida?  ¿Cómo tú vas a llamarle?  Porque al fin y al cabo, lo que tú llames, es. 

¿Cómo le llamas a tu país?  Tu país no es lo que es por lo que es; tu país es lo que tú le llames que es.  Tú no puedes crear un nuevo país; lo que tú tienes es que darle el nombre nuevo de lo que Dios quiere que sea.  Dale hoy un nombre nuevo a tu vida.