05 Dec Mejor me pongo en Tus manos
Dios es Santo. Recuerda la santidad de Él, la pureza de Él, lo perfecto de Él, y que eso sea lo que rodee tu vida todos los días, que eso sea lo que llene tu vida día tras día. En una ocasión, David cometió un gran error delante del Señor; hizo algo que él no tenía que hacer, y vino una plaga sobre todo el pueblo de Israel. David tuvo que arrepentirse.
Una de las frases más poderosas en aquella ocasión fue cuando Dios le dio la oportunidad a David de escoger cuál sería la consecuencia de su pecado. Tú sabes que tener esa relación con Dios es como si tu abuelita te dijera: tienes dos opciones, la varita o la chancleta. ¿Cuál prefieres, chancletazo o la varita?
David tuvo dos opciones: entregarse a un enemigo o ponerse en las manos de Dios. Iba a haber consecuencias de cualquier manera, pero David dijo: “Mejor me pongo en tus manos”. ¿Por qué? Porque aunque iba a tener consecuencias, el castigo que Dios le iba a dar sería con misericordia. Si se ponía en manos de un hombre, lo castigarían sin misericordia.
Eso es lo que nuestros hijos no entienden. Tú no lo entendías cuando tu papá te pegaba y tu mamá te decía: “No lo quiero hacer porque te amo”, y tú preguntabas: “Pero si no lo quieres hacer, ¿por qué lo vas a hacer?”.
La verdad es que no es lo mismo un castigo con amor que un golpe sin misericordia. No es lo mismo pararse delante de un juez que tenga misericordia y uno que no lo tenga. El que tiene misericordia tendrá que establecer consecuencias de cualquier manera, pero jamás será lo mismo.
Cuando nosotros cometemos estos errores, tenemos que entregarnos a la misericordia de Dios y tenemos que creer en la gracia de Dios. La gracia de Dios es la que dice que Él sigue pensando igual de ti. La gracia de Dios es la que dice todavía que te sigue amando. La gracia de Dios es la que te dice: “¿Sabes qué? Todavía tú sigues siendo mi hijo, sigues siendo mi hija, todavía te amo. El propósito que tengo para ti se va a cumplir, se va a completar”.
Así que esa es la primera clave en el día de hoy para comenzar a someter tu carne. Es importante entender que no se trata de depender de tus fuerzas. No pelees con tus propias fuerzas contra el pecado. Vas a perder. ¿Cómo lo haces entonces? Dependiendo del poder del Espíritu Santo.
Aprovecha al Espíritu Santo y pídele al Señor cada día más que te dé la fuerza y la fortaleza para tomar dominio propio, para tomar control sobre tus pensamientos y acciones, para tomar las decisiones correctas en tu vida. Cada día más, tienes que crecer en esa relación con el Espíritu Santo.
Una de las cosas más grandes que Él va a comenzar a hacer es ayudarte a que esos deseos vayan desapareciendo. El Señor lo que va a comenzar a hacer es cambiar los deseos de tu corazón, y vas a comenzar a desear cosas que antes no deseabas. Vas a querer pasar más tiempo con Él, vas a querer pasar más tiempo en su palabra, vas a querer pasar más tiempo en las cosas de Dios.
Te vas a dar cuenta de que los deseos que tenías comienzan a desaparecer poco a poco, y todo va a provenir de la fuerza del Espíritu Santo en tu vida. Así que no lo hagas por tus propias fuerzas.
Si tú quieres vencer el pecado en tu vida, como dice Romanos, y quieres vestirte del nuevo hombre, quieres entregar todas esas cosas, aprende a recordar la santidad de Dios. Dios es Santo. Recuerda la santidad de Él, la pureza de Él, lo perfecto de Él, y que eso sea lo que rodee tu vida todos los días, que eso sea lo que llene tu vida día tras día.
Cuando tú entiendes la santidad de Dios y te das cuenta de que su santidad, su pureza, es parte de su carácter, de quién es Él, que no lo puede cambiar, lo que vas a comenzar a tener es un deseo cada vez mayor de parecerte a Él y de vivir en esa misma dimensión. Sólo así comenzarás a tener la fuerza, sólo así comenzarás a tener la fortaleza en tu interior, sólo así comenzarás a tener lo que se requiere para sacrificar tu carne.
Por último aprende a enfocarte en tu corazón. ¿Por qué en tu corazón? Porque todas estas cosas que hemos hablado no nacen de tu parte física, nacen de un corazón separado de Dios. Dile: “Señor, renueva mi corazón, renueva mis pensamientos. Señor, sana esas heridas del pasado. Señor, ayúdame en mi interior a cambiar”.
Entrégale tu corazón día tras día, entrégale tu corazón cada mañana y comienza a procesar en tu vida ese evento, ese momento donde tú puedas ver la mano de Dios transformarte en cada momento. Date cuenta en el día de hoy de que, en realidad, por tus propias fuerzas no lo puedes hacer.
Ángel Rodríguez
Posted at 04:41h, 06 DecemberAmén 🙏🏼
Liseth Trujillo
Posted at 10:35h, 08 DecemberAmén y amén no es con mis propias fuerzas es con la de Dios y su gracia sobre mi amén y amén🙏🏽🙏🏽🙏🏽
marttha
Posted at 20:09h, 08 DecemberAmen. Sr Renueva mí corazón