22 Oct Mejor obedezco a Dios

La autoridad es algo que debemos respetar, desde el maestro hasta la figura de autoridad que está sobre nosotros. Respetar a quienes tienen autoridad es crucial, pero cuando hablamos de Dios, hay un conflicto que se presenta en nuestras vidas muchas veces: ¿Recibo la aprobación de los hombres o sirvo a Dios?

En ocasiones, nos encontramos en situaciones donde no sabemos cómo retroceder, cómo corregir lo que hemos hecho, y preferimos evitar el conflicto en lugar de mantenernos firmes. Pero debemos resistir y pararnos firmes, porque la verdadera obediencia siempre va a ponernos en una situación de elección.

En la Biblia, el concepto de obediencia era muy claro en la vida de los discípulos. Por ejemplo, en el libro de Hechos 5:29, Pedro y los apóstoles dijeron: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. Ellos sabían que si debían escoger entre obedecer a un hombre o a Dios, siempre debían escoger a Dios. Esta enseñanza no era una teoría, era algo que vivían y predicaban diariamente.

Hechos 6:7 también dice: “Crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”. No sirve de nada que haya crecimiento en número si no hay crecimiento en obediencia. Lo importante no es solo sumar gente a la iglesia, sino sumar personas que vivan obedeciendo a Dios.

Esto no se trata de perfección. No estamos hablando de que nunca cometeremos errores. Lo que sí debe estar claro es que toda decisión que tomemos en nuestra vida debe pasar por el filtro de lo que Dios quiere que hagamos. Si algo no pasa ese filtro, no lo hacemos, y si cometemos un error, nos arrepentimos, nos corregimos y volvemos a intentarlo. No podemos vivir en dos aguas.

Hoy, quiero que reflexionemos en cuatro puntos fundamentales sobre la obediencia como discípulos de Jesús:

Número uno: La obediencia es el reconocimiento de la autoridad. Obedecemos a quien reconocemos como autoridad en nuestra vida. A diferencia de los niños, cuya obediencia es obligatoria por miedo al castigo o por la autoridad de sus padres, cuando somos adultos, obedecemos desde la libertad de reconocer la autoridad. Por eso es fundamental enseñar a los jóvenes a respetar la autoridad, aunque no les guste.

Número dos: Muchas veces en la vida, tendremos que escoger entre agradar a los hombres o agradar a Dios. Debemos estar preparados para elegir a Dios, incluso si eso significa perder la aprobación del mundo.

Número tres: En 1 Samuel, vemos la historia del rey Saúl, quien desobedeció a Dios. Dios le ordenó destruir por completo a los amalecitas, pero Saúl, influenciado por el pueblo, decidió desobedecer. El profeta Samuel lo confronta, y Saúl intenta justificar su acción diciendo que guardó lo mejor de las ovejas y ganado para ofrecerlas en sacrificio a Dios.

Pero Samuel le responde: “¿Acaso se complace Dios tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a su palabra? Ciertamente, el obedecer es mejor que el sacrificio” (1 Samuel 15:22). Lo que Dios deseaba no era un sacrificio, sino obediencia.

Número cuatro: La verdadera obediencia a Dios no se trata de vivir una vida perfecta, sino de caminar día a día buscando agradar a Dios en todas nuestras decisiones, reconociendo Su autoridad y actuando conforme a Su Palabra. Si fallamos, nos arrepentimos y seguimos adelante, pero no podemos vivir jugando entre dos aguas.