29 Jul  Los dones de la gracia.

No tengas una mente donde tú te creas más que los demás por lo que sabes o por lo que haces. El acto de servicio tiene que ser uno racional, con inteligencia, con cordura, donde aprendo a procesar las cosas apropiadamente, donde aprendo a cumplir con la función que tengo que cumplir y en mi mente no se me sube a la cabeza lo que estoy haciendo.

Hay varias cosas que nosotros tenemos que entender cuando nosotros vamos a ser llamados a servir y a servir en la casa de Dios. En el libro de Romanos, capítulo 12, del verso 1 al verso 8, dice de esta manera: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.”

Mire este listado que hace el apóstol Pablo entre todos los dones. Hay varios listados que Pablo hace acerca de los dones ministeriales y, por ejemplo, en este, te habla hasta del don de la dádiva. Hay una gracia, hay una gente que tiene una gracia para ofrendar, para dar. Dios les da una especial para poder ofrendar, para poder dar. Dios les da unos recursos. Hay gente que son expertos en exhortar, en motivar, en inspirar. Hay diferentes dones y todos se deben usar para la casa de Dios. Pero fíjate, oiga bien, que eso es lo último que Pablo pone en el listado. Es lo último que Pablo pone en el listado del servicio. Lo primero que Pablo dice es que todos nosotros tenemos que tener la actitud correcta dentro de nuestro servicio. Se requiere que el que vaya a servir tenga una dirección espiritual detrás de todo lo que está haciendo, que sepa que el servicio que hacemos específicamente es un servicio de adoración a Dios.

Hermanos, óiganme bien en el día de hoy. Cada mujer que reparte un sobre, eso es un acto de adoración. Cada vez que usted le da a alguien la instrucción de dónde tiene que ir a estacionarse, eso es un acto de adoración a Dios. Cada vez que vamos a una casa y ministramos en un hogar, eso es un acto de adoración a Dios. Cada vez que visitamos un hospital, cada vez que visitamos una funeraria, eso es un acto de adoración a Dios. Cada vez que repartimos una comida en el banco de alimentos, es un acto de adoración a Dios. Cada vez que nosotros, que estamos en producción, cada vez que cortan un pedacito para una de las redes sociales, los que están aquí al lado ayudándonos, los que suben este podio, los que están en las cámaras, los que están en el cuarto allá con los niños, los que enseñan la palabra de Dios, todo eso es un acto de adoración a Dios. Cada acto de servicio adora a Dios, por eso es que tiene que hacerse con la actitud correcta en el momento preciso.

Número dos, tiene que hacerse con una conciencia de inteligencia. Pablo dice: hágase con raciocinio, hágase con inteligencia. No tengas el más alto concepto de ti. No tengas una mente donde tú te creas más que los demás por lo que sabes o por lo que haces. El acto de servicio tiene que ser uno racional, con inteligencia, con cordura, donde aprendo a procesar las cosas apropiadamente, donde aprendo a cumplir con la función que tengo que cumplir y en mi mente no se me sube a la cabeza lo que estoy haciendo.

Y número tres, por supuesto, tenemos que aprender a hacerlo lo más alineado posible eventualmente a nuestros dones espirituales. Por eso es la última función. ¿Por qué digo esto? Porque la pregunta de las preguntas principales que mucha gente me hace a mí como pastor es: ¿Cómo descubro el don? Y lo primero que le pregunto es: ¿Cuál don tú crees que tú tienes? Y, hermanos, el 90% me dice que tienen el don de la profecía. ¡Qué mucho le gusta a la gente ser profeta! No, no tengo a uno que me haya dicho: “Pastor, mi don es limpiar mesas”. Ninguno. Ninguno. Es impresionante. Y por eso es que hago esta aclaración. Porque, y yo sé que el apóstol Pablo dice que desees el don de la profecía y demás, pero te vas a dar cuenta que muchas veces cuando la gente quiere integrarse al servicio a la casa de Dios, lo primero que quieren encontrar son los dones y las habilidades espirituales que tienen para entonces, de acuerdo a eso, ubicarse. Y no se dan cuenta que eso es lo último. Lo primero que tenemos que descubrir no es lo que tenemos que hacer ni cómo tenemos que hacerlo, sino por qué tenemos que hacerlo.