10 Aug Tu Recompensa Viene de Dios

En Mateo 20, observamos una historia que, de primera impresión, parece injusta.  Vemos este padre de familia con una viña, donde contrata empleados y queda en acuerdo por su trabajo darles un denario.  Más tarde, ese mismo día, el padre volvió a contratar empleados.  Los primeros empleados los contrató a la primera hora del día, y los otros fueron a la hora tercera, sexta, novena y undécima.  El último grupo de empleados contratados, solo trabajó una hora.  Él había quedado en un acuerdo con los primeros, y a los demás les dijo que les pagaría según fuera lo justo por su trabajo.  

“⁹ Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. ¹⁰ Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario.”  Mateo 20:9-10 

La pelea de todos los jornaleros comienza porque los que trabajaron solo una hora recibieron la misma paga de aquellos que estuvieron desde la primera hora del día.  Entonces murmuraban, pero el hecho de que ellos estuvieron más tiempo en el campo, no es sinónimo de recibir una paga más alta que los otros.  El Padre de familia dice que paga lo que es justo, dándonos a entender que los jornaleros que trabajaron una hora recibieron el pago justo por su labor. 

La Biblia nos dice que el justo por su fe vivirá; lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde está la justicia en todo esto?  Muy sencillo; lo primero que debemos entender es que la ética de trabajo que vemos en la Biblia no es la misma de hoy día.  Cuando Dios creó a Adán, la forma de tener comunión entre ellos eran dos cosas: Trabajo y ofrenda. 

Una de las mayores formas de adorar a Dios es con la excelencia en nuestro trabajo.  Mucha gente, se queja porque trabaja mucho y su jefe no lo recompensa; pero el problema es que no han entendido que no trabajan para su jefe.  Tu jefe es solo el vehículo en el cual tú ejercitas tu trabajo.  Tú trabajas para Dios.  Él es quien te ve en lo secreto y se encarga de abrirte puertas. 

Ahora, ¿por qué es justo lo que este hombre hizo?  ¿Por qué pagarles a los que trabajaron una hora, lo mismo que a aquellos que trabajaron doce?  Primero, el que trabajó doce, recibió exactamente lo que se le ofreció.  Su acuerdo había sido un denario por las doce horas.  Para tener más, debió haber negociado más antes de aceptarlo. 

Segundo, el señor de la viña necesitaba más trabajadores y fue a un lugar en específico a buscarlos.  Fue a la hora tercera, luego a la hora sexta, luego a la hora novena y por último, fue a la hora undécima.  Ahora, la pregunta es: ¿Cuántos de los que estaban allí, cuando vieron que no los cogieron, se fueron temprano?  Hubo gente que, al no ser electo en la primera hora, se fueron y lo utilizaron como excusa para no trabajar.  Pero hubo personas que, pasada la primera hora, se quedaron; llegaron a la tercera hora y se quedaron, llegaron en la sexta y se quedaron, lo mismo en la novena y lo mismo en la undécima.  Lo que Dios recompensó de estas personas que fueron electos más adelante fue la fe que ellos tuvieron de quedarse en ese lugar, hasta la última hora, esperando con la disposición de trabajar, sin importar el tiempo que pasó.  Lo justo es, porque el que trabajó doce horas en la viña, fue igual que aquel que trabajó una hora, solo que estuvo once horas esperando bajo el sol, y una hora en la viña.  Por eso, recibieron lo mismo. 

Tu recompensa viene de Dios.  Deja de guardar rencor en tu corazón hacia tu jefe, hacia el que habló mal de ti, hacia el que te menospreció, hacia las personas que te despidieron;  que nadie dañe tu corazón, que nadie mate al servidor que hay en ti, el corazón de servicio que provoca en ti el hacer más.  Deja que sea Dios quien recompense el trabajo que haces.  Enséñales a todos que la recompensa de tu trabajo te la da Dios.

Ten una ética de trabajo diferente a los demás.  Sé honesto, sé excelente; llega primero, sal después, sirve en la iglesia, trae a tus hijos a la casa de Dios.  De tu trabajo, entrega los diezmos, honra a Dios, especialmente delante de tus hijos.  Caballeros casados, por más duro que trabajen, sírvanle a su esposa e hijos; damas casadas, por más duro que trabajen, sírvanle a su esposo e hijos.  Hijos, honren a sus padres; después de la escuela, sirvan en la casa, sirvan en la iglesia.  Cree en el día de hoy, que tu recompensa por todo el trabajo que haces, Dios te la dará. 

Mensaje transmitido por Televisión y Radio el Miécoles, 10 de Agosto de 2016

Código del Programa: DP-06B