01 Dec El Vinagre del Mundo o la Copa del Padre
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:1-2
La tentación y la prueba te pueden desenfocar de satisfacer tu apetito de forma correcta. Nunca te puedes desenfocar. Puede que sientas que has fracasado, pero la pregunta es si tienes fe; y si tu respuesta es sí, estás en victoria. La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve; la fe es la victoria que ha vencido al mundo. No se trata de lo que estés viviendo, sino de tu fe. Puedes estar pasando problemas, tener una dificultad, pero la pregunta es si tienes fe. Porque pudieras pensar que deberías ser de los que tapan bocas de leones, cuando a lo mejor en este momento tú eres de los que tiene que huir de los leones; pero si, mientras corres, tienes fe, no hay problema. Si mientras hablan mal de ti, tienes fe, no hay problemas. De lo contrario, vas a abrir la puerta a las cosas incorrectas, a los apetitos incorrectos. Este fue el problema del pueblo de Israel; se desenfocó en múltiples ocasiones.
“5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos. 7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. 8 El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9 Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.” Números 11:5-9
Pero cuando ellos lo comían, decían: ¿qué es esto? Tenían algo que podían preparar de diferentes maneras, pero era un fastidio comoquiera. Así son algunos. La tentación siempre es para que tú no conozcas quién es tu Padre. No se trata de quien tú eres, sino de quién es Él. Cuando tú estás en pecado, si tu conoces quién es Él, entonces, tú puedes volver, regresar. No se trata de tu autoestima, sino de saber quién es Él. En esta ocasión, el pueblo de Israel prefirió ser esclavo que hijo. Si el pan es relacionado al Padre, a su provisión, el día que el pueblo de Israel deja de desear el maná, que es la provisión del Padre, y desea el pescado, lo que están diciendo es: prefiero ser esclavo más que hijo. Y qué triste que esa es la mentalidad de muchos creyentes: prefieren lo que el mundo les da de balde, que lo que Dios les da de gracia y, sin darse cuenta, lo que prefieren es ser esclavos y no hijos.
Mejor un poquito de maná en casa de tu Padre, que pescado siendo esclavo. Quizás no es todo lo que quieres, no sabes lo que es ni el plan de Dios detrás, pero prefiere el maná de tu Padre. En medio de tus pruebas y dificultades, en vez de quejarte y querer volver al pasado, en vez de cuestionar cuándo se van a acabar los problemas, las situaciones, no desees ser esclavo por encima de hijo porque el maná que estés comiendo hoy no lo entiendas. La decisión de muchos es, lamentablemente, volver a ser esclavos, en vez de ser hijos.
El concepto de padres e hijos tiene una característica muy diferente cuando se trata de la paternidad de Dios: tus hijos no tienen otra opción; tú eres su padre y punto. En el mundo natural, tus hijos tienen derecho a reclamar que tú eres el padre; ante la sociedad, el reclamo puede ser del hijo hacia el Padre. Pero en el mundo espiritual, no eres tú quien te declaras hijo; es Dios quien te declara hijo. Por eso es que no todo el mundo en esta tierra es hijo; todo el mundo es criatura, pero no todo el mundo es hijo. Porque hijo no es una decisión tuya en esta tierra delante de Dios, sino que es una decisión de Dios y no viene por tu nacimiento natural, sino por tu nuevo nacimiento y por una declaración donde Dios dice: tú eres mi hijo.
Jesús nació de manera natural -diferente porque fue de una virgen y del Espíritu – pero se crió y creció igual que cualquier niño; y hasta que su Padre no habló desde el cielo, no era Jesús quien podía decir: Él es mi Padre. Jesús pudo decirlo desde el día que Dios Padre lo declaró a él Hijo. Tu identidad no viene de que tú digas lo que eres, sino que Dios dice quien tú eres; es desde el cielo que se declara quien tú eres. Y cuando tú cedes a la tentación, tú estás cancelando la declaración -naturalmente hablando por un momento porque su amor sigue para siempre. Ceder a la tentación es cancelar la declaración del Padre de que tú eres su hijo. Cuando Jesús vence la tentación, él estaba diciendo: yo no voy a ceder a esta tentación, no voy a cancelar quien Dios dijo que yo soy; yo no soy hijo porque yo lo digo, sino porque Él lo dice, y no voy a ceder a esta tentación para cancelar lo que Él ya dijo, lo que Él declaró.
Entiende que todo esto proviene del cielo, de arriba; no viene de ti, de tu interior. Es Dios quien te ha declarado su hijo, y tú tienes que caminar en esta tierra como tal, pero no es por ti, sino por lo que Él dijo; y cuando tú cedes a la tentación, tú estás diciendo que no crees en lo que Él dijo, que te estás dejando llevar por lo que el mundo te ofrece y estás prefiriendo caminar esclavo del mundo, en vez de vivir como hijo de Dios.
Prefiere cada día el maná del cielo, lo poco que recibas, lo que Dios te da, sabiendo que el maná no es para toda la vida; vas camino a la tierra prometida, Dios tiene cosas más grandes para ti, tu Padre tiene cuidado de ti, Él sabe lo que tú necesitas. No cedas a la tentación porque cancelas lo que Él dijo de ti. Estarías diciendo: lo que dijiste no es cierto, no lo creo.
“15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.” Hebreos 12:15-17
Cuando habla de raíz de amargura aquí, no es únicamente un coraje en el corazón, sino gente que son raíz de amargura. Por eso es que dice que la raíz de amargura puede estorbar y contaminar a otros porque hay quien viene con sus problemas a tal grado que se tornan chismosos, criticones; y es por la frustración que hay en ellos que comienzan entonces a estorbar la gracia de Dios que hay en la vida de los demás. Todo lo que hizo falta fueron diez raíces de amargura para que dos millones de personas quedaran en el desierto. Los diez espías fueron raíces de amargura, gente frustrada que dice la Biblia que hicieron desfallecer el corazón de todo un pueblo. Cuando alguien venga donde ti con cuentos, dile que no sea raíz de amargura, que no te estorbe el maná que Dios te esté dando porque donde tú estás es donde Dios te ha llevado, ahí es donde tú has recibido, donde Dios te está proveyendo.
En estos versos se nos advierte que no seamos como Esaú. Muchos, sin darse cuenta, venden su futuro por un momento y muy barato. Esaú sale a cazar, y regresa hambriento, con mucho apetito. A través de su vida, Esaú cometió varios errores, uno de ellos, ceder al momento que estaba viviendo; vino frustrado y cargado, había tantas cosas en su vida; y hay siete cosas que podemos ver en esa decisión que tomó Esaú, que tenemos que evitar:
- Vende su primogenitura por causa del cansancio. Nunca llegues a tal punto de cansarte que tu apetito sea tan grande, que cedas el futuro que Dios tiene para ti.
- Menospreció los valores divinos inculcados en aquellos tiempos. Una cosa era la primogenitura, otra, la bendición del primogénito. Eran niveles diferentes, pero era un valor familiar, divino. Y cuando tú menosprecias los valores divinos, cuando piensas que no valen nada, entonces, cedes a la tentación.
- Se enfocó en lo terrenal, no en lo eterno. No miró más allá. No se enfocó en la bendición espiritual detrás de todo aquello.
- Había tenido algún problema con su papá. Al ceder aquella bendición, estaba diciendo: no quiero nada con mi papá; lo que él tiene para darme, no me interesa, no lo quiero. Y a veces, cedemos a las cosas de Dios porque hemos tenido un problema con Él, porque no entendemos por qué pasó tal o cual cosa.
- Pensó que era un juego. No pensó que aquello llegaría a grandes cosas; pensó que aquello quedaría allí, que Jacob tenía que estar jugando.
- Solo vio el presente. Vio solo cómo pasar aquel momento, el ahora, aquel instante.
- Tomó una decisión permanente a algo temporero. Era mejor un poco de hambre, a toda una vida de dolor.
Tú no puedes permitir que los problemas, las dificultades, las situaciones abran tus apetitos a las cosas incorrectas. Tu fe tiene que permanecer en medio de toda crisis. Es tu fe la que te va a proteger de no caer en la tentación, de no ceder las cosas grandes que Dios tiene para ti. Aprende a esperar en el Padre celestial, aunque no entiendas por qué te da maná, aunque lo que estés comiendo no sea lo que tú quisieras. Esto es algo temporero; Él tiene cosas más grandes para tu vida. No lo cuestiones, no te molestes con Él pensando que no quieres nada con Dios. No seas de los que un familiar fallece o una oración no se te da y dices: esto no sirve, no funciona, no quiero nada de Dios. Sé como Job, que decía: ¿tomaré lo bueno de Dios y no lo malo de Dios? ¿Cambiarás tú a Dios porque un día te pase algo negativo? ¡Dios te libre! Si te dio y si te quitó, perfecto; sea el nombre de Jehová bendito. No es que Dios te vaya a quitar porque Dios no quita, pero así es que tú tienes que hablarle a tu mente para que nunca ceda, para que nunca te lleve a renunciar y aceptar lo que el mundo tiene para tu vida. Sin darte cuenta, cuando cedes a la tentación, decides ser esclavo, en vez de ser hijo.
Jesús comenzó su ministerio hambriento y terminó sediento. El pueblo de Israel en el desierto se quejó por el agua todo el tiempo. La presión fue tal ante la sed, ante el apetito, que la frustración tomó control, y Moisés cometió un grave error que le hizo perder la tierra prometida. En cambio, Jesús murió sediento porque prefirió tomar de la copa del Padre. Jesús murió sediento, pidiendo agua al mundo, al hombre, y al fin y al cabo lo que le dieron fue vinagre porque en los momentos más difíciles de tu vida, cuando tú estás más sediento, lo único que el mundo te ofrece es vinagre. Lo que el mundo te ofrece es amargo. Por eso, la última bebida de Jesús fue cuando bebió de la copa del Padre. La copa del Padre lo llevó a aquella cruz. Y hay un momento donde tú tienes que hacer la voluntad de Dios, beber de la copa del Padre, aceptar lo que Él tiene para ti, recibirlo como bueno, entenderlo, comprenderlo, vivirlo y decir: en tus manos me encomiendo, en ti es que yo he confiado; no cuestiono; me pongo en tus manos totalmente y sé que de esta también me vas a levantar.
Nunca cedas a las presiones del mundo. Prefiere ser siempre un hijo de Dios, que un esclavo del mundo. Es mejor ser un hijo con maná, que esclavo del mundo; es mejor ser hijo de Dios con la copa del pacto. Tu final es seguro. Aunque hablen mal de ti, permanece en fe y con fe hasta el final. Ten la seguridad, no de quien tú eres, sino de quién es Dios para tu vida.
Nelson García
Posted at 12:54h, 01 DecemberAmén gracias Señor recibo tus palabras cómo rompan de vida aleluya
Martha Lucia Hernández
Posted at 17:57h, 01 DecemberAMEN GLORIA A DIOS
Jhon
Posted at 12:39h, 02 DecemberAmén y amén
Desidora Betzabé Paxtor Gómez
Posted at 03:10h, 13 MarchGracias Pastor, esta palabra Dios lo puso en sus labios para mí, me sorprende lo que Dios, Dios es fiel y bueno Bendigo su vida y la de su familia saludos desde Guatemala