01 Aug Tus Prioridades Tienen Voz

Muchos piensan que su vida espiritual y sus decisiones económicas van por caminos separados, pero nada está más lejos de la verdad. La manera en que usamos nuestros recursos revela, sin filtros ni excusas, cuáles son nuestras verdaderas prioridades. Jesús mismo dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Puedes orar todos los días y levantar tus manos en la iglesia, pero si tu inversión está completamente dirigida al entretenimiento y a placeres momentáneos, eso habla más alto que cualquier declaración de fe. Nuestro uso del dinero es una radiografía del alma. No se trata de cuánto tenemos, sino de cómo lo administramos.

Si quisiéramos conocer la visión de vida de alguien, bastaría con revisar sus cuentas bancarias. ¿A qué le das valor? ¿A la formación, al crecimiento personal, a tu familia, a tu iglesia? O, por el contrario, ¿a eventos, conciertos, fiestas y cosas que no te edifican? No está mal disfrutar de ciertas cosas, pero cuando inviertes cientos de dólares en una taquilla para un artista, y te duele dar una ofrenda, algo está fuera de balance. Hay quienes pasan horas en filas interminables por un evento, pero no pueden sacar una hora para ir a una reunión escolar o estudiar algo nuevo. Las prioridades están confundidas, y eso afecta profundamente nuestras oportunidades y nuestro destino.

No se puede hablar de querer prosperar si no se está dispuesto a invertir en aquello que realmente trae transformación. Un libro, un curso, una mentoría… todo eso puede cambiar tu vida, pero muchos prefieren gastar en lo superficial. Hay quienes dicen no tener dinero para pagar el colegio de sus hijos, pero sí lo tienen para fiestas, ropa y cosas que no aportan valor a largo plazo. Esto no es solo un tema financiero, es un tema de visión y de propósito. ¿Qué estás construyendo? ¿A qué futuro estás sembrando? La verdadera prosperidad comienza cuando nuestros valores se alinean con nuestras acciones.

Así como el dinero revela nuestras prioridades, la oración revela nuestra revelación de Dios. Cada vez que abrimos nuestra boca delante del Padre, lo que pedimos y cómo lo pedimos muestra qué tan grande creemos que Él es. Si nuestras oraciones son pequeñas, temerosas o repetitivas, quizá tenemos una fe limitada. Pero si nos atrevemos a pedir en grande, si declaramos con autoridad, eso demuestra que creemos en un Dios poderoso, capaz y generoso. La oración no solo es un acto devocional, también es una declaración de fe en la magnitud del Dios al que servimos.

Este mensaje no es una crítica, sino una invitación a reflexionar. ¿Dónde estás invirtiendo tu dinero? ¿Qué revela tu oración? ¿Está Dios en el primer lugar o simplemente es un recurso más cuando todo lo demás falla? Si deseamos ver resultados distintos, tenemos que hacer cosas diferentes. Hoy es un buen día para alinear nuestras prioridades, poner a Dios primero en nuestras finanzas, en nuestras decisiones y en nuestra fe. Porque cuando Él es lo primero, todo lo demás se acomoda. No se trata solo de ofrendar, se trata de vivir con propósito, integridad y visión eterna.

El mensaje está disponible acá.