Nuestros Hijos, Su Blanco: La Batalla Espiritual por la Nueva Generación
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Nuestros Hijos, Su Blanco: La Batalla Espiritual por la Nueva Generación

Vivimos tiempos donde la guerra espiritual ha tomado un nuevo nivel de agresividad, y el blanco principal del enemigo son nuestros hijos. Esta lucha no es simbólica ni figurativa; es una batalla real y constante por la mente, el corazón y el futuro de los más vulnerables. El enemigo ha desatado su fuerza contra el pueblo de Dios, pero especialmente contra los niños, porque sabe que al corromper la semilla, detiene la cosecha. No estamos peleando contra carne ni sangre, sino contra huestes espirituales que desean arrancar de raíz la fe y la identidad de nuestros hijos.

Durante décadas, hemos sido testigos de un ataque sistemático contra la familia. Lo que antes era considerado sagrado y esencial, hoy es blanco de burla, desdén y desconstrucción. El plan del enemigo es claro: destruir el diseño divino desde su base, y el blanco más efectivo es el corazón moldeable de un niño. No podemos quedarnos pasivos ante esta realidad. Necesitamos despertar como padres, líderes, maestros y creyentes comprometidos, sabiendo que si no defendemos nosotros a nuestros hijos, nadie más lo hará.

Hoy en día, un pequeño dispositivo en la mano de un niño puede convertirse en una herramienta de adoctrinamiento, confusión y manipulación. No es exageración decir que muchos jóvenes están siendo formados —no por sus padres ni por la iglesia— sino por los algoritmos y contenidos que consumen. Historias reales nos estremecen: adolescentes que, influenciados por retos, ideologías extremas o juegos violentos, han terminado tomando decisiones fatales. Detrás de cada tragedia, hay una ausencia: la ausencia de dirección, presencia y protección espiritual en el hogar.

Frente a esta realidad, es urgente identificar los cinco frentes de batalla que el enemigo ha abierto contra la familia: la tecnología sin límites, la ideología sin fundamentos, la educación secularizada, la desconexión emocional entre padres e hijos, y la pérdida del temor de Dios. Pero no estamos desarmados. Dios nos ha equipado con su Palabra, con su Espíritu y con discernimiento. No se trata solo de resistir, sino de contraatacar con principios, con oración, con tiempo de calidad, con conversaciones intencionales y con un compromiso firme de criar una generación santa.

Nuestros hijos no son del sistema, ni del mundo, ni de las redes sociales. Son nuestros por asignación y de Dios por propósito eterno. Él nos los ha confiado para devolverlos a Él como una generación que le adore, le obedezca y le represente. Esta es nuestra batalla y también nuestra responsabilidad. No se trata solo de advertir, sino de actuar. Es tiempo de redoblar la vigilancia, de renovar la enseñanza bíblica en casa y de declarar que nuestros hijos le pertenecen al Señor. No perderemos esta generación; lucharemos por ella con todo lo que Dios nos ha dado.

El mensaje está disponible acá.

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