24 May Una sobreviviente del genocidio

Imaculée Ilibagiza es una de las voces más conmovedoras que surgieron del genocidio de Ruanda. Su testimonio, plasmado en el libro Left to Tell (“Sobreviví para Contar”), relata cómo logró sobrevivir escondida en un diminuto baño durante 91 días junto a siete mujeres más, mientras afuera se masacraba a su familia y a miles de tutsis. Su historia no es solo un relato de horror, sino un poderoso testimonio de fe, resiliencia y perdón radical.

La experiencia que cambió su vida

Durante su encierro, Imaculée perdió 40 libras de peso y vivió sumida en el terror constante. El miedo a ser descubierta por los milicianos hutus, quienes asesinaron a sus padres y hermanos, era una sombra que la acompañaba día y noche. Sin embargo, en medio de esa oscuridad, encontró un refugio inesperado: la oración. Dedicaba hasta 15 horas diarias a comunicarse con Dios, clamando por protección y paz. Fue en ese lugar de angustia extrema donde descubrió una verdad transformadora: el perdón no es un acto de debilidad, sino de liberación.

Cuando finalmente salió de su escondite y se enfrentó cara a cara con el asesino de su familia, sus primeras palabras fueron: “Te perdono”. En sus escritos, Imaculée reflexiona: “Descubrí que no podía pedirle a Dios que me liberara mientras mantenía a otros prisioneros en mi corazón”. Esta revelación no solo sanó su alma, sino que se convirtió en el fundamento de su mensaje al mundo.

La historia de Imaculée nos confronta con una pregunta incómoda pero necesaria: ¿podemos nosotros, en nuestras batallas diarias, elegir el perdón sobre el rencor? Muchas veces, guardamos resentimientos por ofensas mucho menores en comparación con lo que ella vivió: un comentario hiriente, una traición, una decepción amorosa o un conflicto familiar. Sin embargo, aunque el dolor sea válido, el rencor nos encadena al pasado y nos roba la paz.

Jesús enseñó: “Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22), no porque el agravio no importe, sino porque el perdón es la única salida para vivir en libertad. Imaculée lo entendió: perdonar no significa justificar el mal ni reconciliarse obligatoriamente con quien nos lastimó. Significa romper el ciclo del odio y dejar que Dios obre justicia.

Hoy, Imaculée viaja por el mundo compartiendo su mensaje: “El perdón es la llave para la acción y la libertad”. Su vida demuestra que, incluso en las circunstancias más inhumanas, la fe y el amor pueden triunfar. Pero su testimonio no es solo inspiración; es un llamado a la acción.

¿Qué resentimientos estás cargando hoy? ¿Qué heridas del pasado siguen dictando tus emociones? Dios no te pide que olvides, sino que sueltes. Como escribió el apóstol Pablo: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26). El perdón no es un sentimiento, es una decisión que nos acerca a la libertad y, sobre todo, al corazón de Dios.

La historia de Imaculée nos recuerda que el perdón no niega el dolor, pero sí lo redime. Si ella pudo perdonar a quienes le arrebataron todo, ¿qué nos detiene a nosotros? No es fácil, pero es posible. Comienza con un paso pequeño: ora por quien te hirió, suelta la amargura y permite que Dios sane tu corazón. Como ella misma aprendió: “En medio de la matanza, encontré mi salvación. En medio del mal, encontré a Dios”.

El mensaje completo está disponible acá.