Hipocresía: la idolatría silenciosa que consume la iglesia
20778
post-template-default,single,single-post,postid-20778,single-format-standard,bridge-core-3.0.5,mec-theme-bridge,qi-blocks-1.3.5,qodef-gutenberg--no-touch,metaslider-plugin,qodef-qi--no-touch,qi-addons-for-elementor-1.8.9,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-theme-ver-29.1,qode-theme-bridge,wpb-js-composer js-comp-ver-6.9.0,vc_responsive,elementor-default,elementor-kit-14558

Hipocresía: la idolatría silenciosa que consume la iglesia

La hipocresía, más que un simple acto de fingimiento, es una forma sutil pero devastadora de idolatría. Cuando creamos una imagen perfecta de nosotros mismos y la presentamos al mundo, no solo estamos engañando a otros; estamos adorando un falso dios: la versión idealizada de nosotros mismos que hemos construido cuidadosamente.

Este ídolo moderno no está hecho de oro o plata, sino de expectativas religiosas, apariencias cuidadosamente mantenidas y reputaciones celosamente guardadas. Es un ídolo que exige sacrificios constantes: sacrificamos la autenticidad en el altar de las apariencias, inmolamos la verdad en el fuego de la aceptación social, y ofrecemos nuestra paz interior como holocausto a la opinión pública.

Los fariseos, a quienes Jesús confrontó repetidamente, no eran simplemente personas que fingían; eran adoradores devotos de su propia imagen de perfección religiosa. Construyeron un sistema completo de adoración alrededor de su autoproclamada justicia, y esperaban que otros se inclinaran ante ella. Esta es la esencia de la hipocresía como idolatría: crear una imagen que adoramos y exigir que otros también la adoren.

El problema con este tipo de idolatría es que es agotadora. Mantener la máscara de perfección requiere una energía constante, una vigilancia perpetua. Como todo ídolo, demanda más y más mientras ofrece cada vez menos. Promete aceptación pero entrega aislamiento; promete paz pero genera ansiedad constante.

La liberación de esta idolatría comienza con una simple pero profunda confesión: “Este no soy yo”. Reconocer que la imagen que hemos creado no es nuestra verdadera identidad es el primer paso hacia la libertad. La verdadera identidad no se encuentra en la perfección que fingimos, sino en la gracia que recibimos.

Cristo no murió por una versión mejorada de nosotros mismos; murió por nosotros tal como somos. Cuando entendemos esto, la necesidad de mantener una fachada perfecta comienza a desvanecerse. La hipocresía pierde su poder cuando descubrimos que somos amados no por nuestra actuación, sino por nuestra esencia.

¿Estás cansado de adorar al ídolo de la perfección religiosa? Hoy es el día para derribar ese altar y volver a la adoración verdadera: la adoración en espíritu y en verdad, donde no hay lugar para máscaras ni pretensiones.

Ve el mensaje completo acá.

4 Comments
  • Jhon Mario
    Posted at 09:35h, 07 April Reply

    Santo…

  • Wiliam Antonio Chacón Vargas
    Posted at 21:45h, 07 April Reply

    Amén gracias por está palabra muchas bendiciones

  • Oswaldo Monier
    Posted at 14:04h, 08 April Reply

    Te Amo, Te Adoro, Te Alabo TAL COMO SOY, PORQUE TÚ ERES NUESTRO PADRE CELESTIAL AMADO JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS
    AMÉN 🙏🙏🙏🙏

  • Marttha
    Posted at 17:34h, 08 April Reply

    Amén

Post A Comment