El control vs. la soberanía: la batalla por el trono del corazón
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 El control vs. la soberanía: la batalla por el trono del corazón

En el núcleo de nuestra lucha con la autenticidad yace una batalla fundamental: nuestro deseo de control contra la soberanía de Dios. Como el rey Saúl, a menudo preferimos la aprobación del pueblo sobre la obediencia a Dios, sin darnos cuenta de que en ese intercambio perdemos ambas cosas: el favor divino y el respeto humano que tanto anhelamos.

El control es la ilusión más persistente de nuestra vida espiritual. Creemos que si podemos mantener la imagen correcta, decir las palabras adecuadas y realizar los rituales precisos, podremos manipular tanto a Dios como a los hombres para obtener los resultados que deseamos. Esta es la raíz de nuestra hipocresía: la necesidad desesperada de controlar las percepciones, las circunstancias y los resultados.

Pero la verdadera libertad llega cuando soltamos las riendas del control y reconocemos la soberanía de Dios. No es coincidencia que los momentos más auténticos de nuestra vida espiritual ocurran precisamente cuando admitimos que no tenemos el control. En nuestra debilidad, Su poder se perfecciona; en nuestra rendición, Su victoria se manifiesta.

La paradoja divina es que encontramos el verdadero control cuando lo cedemos. Como Jesús en Getsemaní, nuestra mayor victoria espiritual viene cuando decimos “no mi voluntad, sino la tuya”. Este es el punto de inflexión donde la hipocresía muere y la autenticidad nace. Ya no necesitamos mantener una fachada porque reconocemos que no estamos al mando.

El camino hacia esta libertad requiere una honestidad brutal con nosotros mismos. ¿Cuántas de nuestras “actividades espirituales” son realmente intentos de control disfrazados de piedad? ¿Cuántas de nuestras oraciones son negociaciones más que sumisiones? ¿Cuánto de nuestro servicio es manipulación vestida de ministerio?

La invitación de Dios hoy es a soltar. Soltar el control, soltar la imagen, soltar la necesidad de tener todas las respuestas. En ese soltar encontramos una libertad que ninguna cantidad de control podría jamás proporcionar. Porque cuando finalmente permitimos que Dios sea Dios, descubrimos quiénes fuimos creados para ser.

El verdadero poder no está en mantener el control, sino en someterse a Aquel que tiene todo el control. Esta es la paradoja del Reino: nos encontramos cuando nos perdemos, vivimos cuando morimos, y reinamos cuando nos rendimos.

Ve el mensaje completo acá.

2 Comments
  • Oswaldo Monier
    Posted at 15:39h, 08 April Reply

    Te Entrego Todas Mis Necesidades, Debilidades Y Todo Pensamiento De Inmundicia Y Pecado AMADO PADRE CELESTIAL
    AMÉN 🙏🙏🙏

  • Marttha
    Posted at 17:38h, 08 April Reply

    Amén

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