17 Mar Tu tiempo es sagrado: La verdad sobre las 24 horas que Dios te dio

El tiempo es uno de los dones más preciosos que Dios nos ha otorgado. No es simplemente un recurso a gestionar o distribuir, sino una bendición sagrada por la cual rendiremos cuentas. En la economía del Reino, cada segundo que fluye en el reloj de nuestra vida es una oportunidad divinamente ordenada para manifestar Su gloria en dimensiones eternas.

Redimiendo el Tiempo: Un Llamado Bíblico

El apóstol Pablo nos exhorta en Efesios 5:16 a “redimir el tiempo, porque los días son malos”. Pero, ¿qué significa realmente redimir el tiempo? Esta redención no se trata solo de una mejor gestión de nuestras horas diarias, sino de una transformación fundamental en nuestra perspectiva. No es solo cuestión de ser más productivos, sino de alinear cada momento con los propósitos eternos de Dios.

Cada día, Dios nos concede una nueva asignación: 24 horas, 1,440 minutos, 86,400 segundos. Sin embargo, la diferencia entre una vida llena de propósito y una vida desperdiciada no radica en la cantidad de tiempo que tenemos, sino en cómo lo invertimos.

Jesús: Nuestro Modelo de Administración del Tiempo

Si queremos aprender a vivir con propósito, no hay mejor ejemplo que Jesús. En solo tres años y medio de ministerio público, cumplió una misión con impacto eterno. No desperdició momentos ni malgastó oportunidades. Cada conversación que sostuvo, cada sanidad que realizó, cada enseñanza que compartió estaba llena de intención divina.

Incluso en los momentos de aparente descanso o soledad, Jesús tenía un propósito. Se apartaba para orar, buscando la dirección del Padre y recibiendo fortaleza espiritual. Nunca fue víctima del afán o la prisa, pero sí vivió con una urgencia santa: una comprensión profunda de que Su tiempo en la Tierra era limitado y debía cumplir la voluntad del Padre.

Este es el modelo que debemos seguir. Nuestra vida también tiene un propósito divino, y nuestro tiempo es un recurso dado por Dios para cumplirlo.

Desarrollando una Teología del Tiempo:

Para administrar bien el tiempo, es esencial desarrollar una teología robusta del tiempo. Esto significa entender su naturaleza sagrada y reconocer que cada instante es una intersección entre lo temporal y lo eterno.

Cuando vemos el tiempo desde esta perspectiva, cada minuto deja de ser un simple marcador en el reloj y se convierte en un vehículo de transformación divina. Ya sea en nuestro trabajo, en nuestras relaciones o en nuestro servicio a Dios, cada momento tiene el potencial de hacer avanzar el Reino de Dios.

No podemos conservar el tiempo, pero sí podemos invertirlo en la eternidad.

Viviendo con Intencionalidad: Entre lo Urgente y lo Importante

Para ser buenos mayordomos del tiempo, necesitamos desarrollar discernimiento y sabiduría divina. Esto implica aprender a diferenciar entre:

Lo urgente y lo importante: No todo lo que nos presiona es realmente valioso. Algunas cosas demandan nuestra atención inmediata, pero no tienen un impacto eterno.

Lo temporal y lo eterno: Debemos preguntarnos constantemente si lo que estamos haciendo tiene valor en la perspectiva del Reino.

Una vida llena de distracciones nos aleja del propósito de Dios. En cambio, una vida enfocada en lo eterno nos acerca a Su voluntad y nos permite experimentar el gozo de una vida bien vivida.

El Día del Juicio y Nuestra Administración del Tiempo

La Biblia nos enseña que llegará un día en el que daremos cuentas de cómo administramos nuestros recursos, y el tiempo no será la excepción. No seremos juzgados por cuántos años vivimos, sino por cómo usamos cada día.

Dios nos ha dado tiempo no solo para nuestro beneficio personal, sino para glorificarlo, servir a los demás y edificar Su Reino. Cuando vivimos con esta conciencia, cada día se convierte en una oportunidad para impactar vidas y dejar un legado eterno.

Que nuestra oración sea:

“Señor, enséñanos a contar nuestros días, para que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12).

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