27 Mar El poder de las emociones santificadas

Nuestras emociones no fueron diseñadas para ser suprimidas, sino para ser santificadas. Desde el principio, Dios nos creó como seres emocionales, a Su imagen y semejanza, dotándonos de la capacidad de sentir amor, gozo, compasión e incluso indignación. Sin embargo, debido al pecado, nuestras emociones pueden desviarse y conducirnos lejos del propósito divino.

La clave no está en ignorarlas o reprimirlas, sino en someterlas al Señor para que sean redimidas y alineadas con Su carácter. Jesús mismo nos mostró que las emociones pueden ser santas cuando están bajo el control del Espíritu Santo. Un ejemplo claro de esto es cuando, lleno de indignación santa, expulsó a los mercaderes del templo sin comprometer Su santidad ni Su propósito redentor (Mateo 21:12-13).

La madurez espiritual no significa neutralidad emocional:

Existe una falsa idea en algunos círculos cristianos de que la madurez espiritual equivale a una completa neutralidad emocional, como si ser más espirituales significara sentir menos. Pero el cristianismo bíblico no nos llama a ser estoicos espirituales. Al contrario, nos invita a experimentar una transformación profunda donde nuestras emociones son redimidas, purificadas y alineadas con la voluntad de Dios.

El Salmo 37:4 nos dice: “Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón.” Este versículo nos recuerda que Dios no solo permite las emociones, sino que desea que las vivamos en plenitud cuando están ancladas en Él. El problema no es sentir, sino permitir que nuestras emociones sean gobernadas por impulsos carnales en lugar de ser guiadas por el Espíritu Santo.

Distinguir entre emociones santificadas y distorsionadas:

La santificación de nuestras emociones es un proceso continuo que requiere discernimiento y rendición diaria. No todas las emociones son malas en sí mismas, pero algunas han sido distorsionadas por el pecado. Mientras que el gozo en Dios nos fortalece (Nehemías 8:10), la búsqueda de placer descontrolado puede llevarnos a la idolatría.Mientras que la ira justa puede ser una respuesta santa ante la injusticia, la ira descontrolada puede producir resentimiento y destrucción.

Dios mismo nos muestra el equilibrio perfecto en Su propio carácter. A lo largo de la Biblia, vemos que Él se regocija en la justicia, se entristece por el pecado, se compadece de los débiles y muestra indignación santa contra el mal. En Cristo, estas emociones se manifestaron de manera perfecta, sin pecado ni corrupción.

El apóstol Pablo nos instruye en Efesios 4:26: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo.” Esta aparente paradoja nos revela una verdad esencial: las emociones no son pecaminosas en sí mismas; es nuestra respuesta a ellas lo que determina si glorifican a Dios o no.

Libertad y autenticidad en nuestra vida espiritual:

Cuando permitimos que el Espíritu Santo gobierne nuestro mundo emocional, experimentamos una nueva dimensión de libertad y autenticidad en nuestra vida espiritual. Ya no somos esclavos de nuestras emociones ni estamos sujetos a sus altibajos incontrolables. Tampoco caemos en el extremo de reprimirlas o fingir que no existen. En cambio, aprendemos a experimentarlas como Cristo lo hizo: con propósito, dominio propio y amor.

Esta transformación emocional tiene un impacto profundo en tres áreas esenciales:

Nuestra adoración: Cuando nuestras emociones están santificadas, nuestra adoración se vuelve más genuina. No adoramos basados en estados de ánimo fluctuantes, sino en la verdad de quién es Dios.

Nuestras relaciones: Aprendemos a manejar nuestras emociones de manera saludable en nuestras interacciones con los demás, lo que nos permite amar, perdonar y edificar con madurez.

Nuestro testimonio: Un creyente con emociones rendidas a Cristo es un reflejo poderoso de Su gracia y amor. Otros pueden ver en nosotros un ejemplo de paz y estabilidad incluso en medio de las pruebas.

¿Estás Listo Para Permitir Que Dios Santifique Tus Emociones? Descubre más viendo el video haciendo clic aqui o en la parte de abajo.