¿Por qué una marca física?
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¿Por qué una marca física?

HSi vas a la iglesia a bautizarte pero no estás dispuesto a cambiar tu vida, a mejorar, a creerle a Dios y a establecer pactos con Él, entonces lo que hiciste fue simplemente bañarte.


En esta oportunidad, vamos a analizar por qué Dios decidió que quería una marca física. ¿Por qué en el pacto con Abraham pidió la circuncisión como una muestra de compromiso?


¿Alguna vez te has preguntado por qué una marca física?

Una de las taquillas de nosotros hoy en día es el bautismo. El bautismo es una demostración donde yo me bautizo y digo: “¿Sabes qué, Señor? He aceptado que soy una nueva criatura”. Oiga bien: si te metes en el agua y sales del agua, pero no tienes fe en lo que hiciste, simplemente viniste a bañarte aquí en la iglesia. Y hay dos o tres que lo que se merecen es que los tiremos en el canal de atrás.

¿Usted vio el caimán que hemos alimentado con todos los pecados de los que hemos bautizado? Hace poco, cogieron un caimán como de nueve pies, ¡un cocodrilo de esos increíble! Está bien alimentado con los pecados de todos los que hemos bautizado aquí, ¿verdad? Y hay algunos que hay que llevarlos a nadar por ahí. Bueno, no debo decir eso, porque hoy también me enteré que hay un lugar en Puerto Rico donde, cuando matan a la gente, los tiran para que se los coman.

Este país… de vez en cuando, yo digo: “Señor, dale para atrás al pacto de Noé; un fuego a todo el mundo y, el que no nade, que se ahogue”. Porque oye esas cosas y tú dices: “¡Rayos! ¿Hasta dónde vamos a parar?”. Imagínese… pero bueno, esos son temas para otro día.

El punto es este: usted tiene que saber que Dios no está dando marcha atrás. Ahora, esto era muy importante para Dios, y esto fue evolucionando hacia donde quiero llevarlo en el día de hoy. Mira, si esto fue tan importante, que Dios mandó a Moisés, en un momento dado, a circuncidar a los que iban con él. Pero, luego, a los que se quedaron en el desierto, ¿sabes lo que Dios dijo? “Déjalos incircuncisos”. Piense bien lo que estoy diciendo: los que se quedaron en el desierto no tenían que circuncidarse, murieron en el desierto incircuncisos.

Cuando Josué iba a entrar a la tierra prometida con los muchachos de 20 años, ¿qué mandó Dios hacer? Circuncidarlos. Porque para Dios esto era importante. Pero fíjate que no circuncidó a los que estaban en el desierto porque ya habían desobedecido, y la consecuencia era morir en el desierto, porque así lo quisieron.

Entonces, ¿para qué circuncidarlos? Porque la circuncisión no era lo que te iba a llevar a la tierra prometida; la circuncisión era la señal de que habías creído que Dios te iba a dar la tierra prometida. Y, si no creíste en el corazón que Dios te iba a dar la tierra prometida, la circuncisión no servía para nada. La entrada no dependía de la circuncisión, sino de la fe en el corazón y la actitud correcta que se demostraba con la circuncisión.

Ese es el balance que nosotros tenemos que ver dentro de todo este asunto.

Ahora, hermanos, con mucho cuidado lo que voy a decir. Ya nada más utilizar la palabra “circuncisión” es incómodo, ¿verdad? Y nada más de pensar que a los 99 años, a sangre fría, en el monte, Abraham mandó a buscar a toda esa gente. “Muchachos, ¿para dónde vamos? Al monte. ¿Y qué vamos a hacer? No se preocupen, vengan, vamos a hacer algo”. Todos esos viejos se fueron para allá arriba. ¡No, no, no, eso fue…! Imagínese.

La pregunta que nos hacemos: ¿Por qué una marca física? ¿Por qué algo tan íntimo? ¿Y por qué algo tan sangriento? Póngase a pensar. ¿Por qué algo tan doloroso? ¿Por qué algo tan físico? En ese momento, ¿por qué algo tan sangriento?

Porque, hermano, así es el pecado. El pecado es bien íntimo, es bien doloroso y es bien sangriento. Nadie que peca se queda con las manos limpias de sangre. Todo el que peca contra su cuerpo o contra su mente lo hace en la intimidad, y es sangriento. Y Dios dice: este acto era un acto profético de lo que Cristo iba a hacer.

¿Por qué pedírselo? Porque, antes de pedirles que se circuncidaran, les dijo: “Anda delante de mí y sé perfecto”. Y lo único que te impide andar delante de Dios y ser perfecto, ¿sabes qué es? El exceso de carne que hay en tu vida. Tan sencillo como eso.

¿Qué no te permite andar delante de Dios y ser perfecto? Tu carne. Lo más íntimo dentro de ti: todos los vicios mentales, emocionales, físicos, las costumbres que tenemos.

¿Cuántos de los que están aquí han estado luchando y batallando? Yo quiero caminar delante de Dios. Yo quiero vivir para Dios. ¿Y con qué batallas todos los días? Con tu carne. Y aquello era un símbolo de lo que Cristo iba a hacer: remover todo aquello que detiene al hombre de poder caminar delante de la presencia del Señor, aun desde lo más íntimo, aun desde lo más privado, desde adentro del corazón.

Esa es la batalla que todos nosotros tenemos día tras día. Estoy seguro de que todos los que estamos aquí, de alguna manera u otra, luchamos con nuestro cuerpo, luchamos con nuestra mente, estamos batallando. Queremos vivir para Dios, queremos servir a Dios, queremos vivir para Él. Ya no queremos vivir como vivíamos antes en el mundo, y todas las mañanas tenemos que batallar, tenemos que luchar, y tratamos de disciplinarnos, pero hay cosas en la intimidad, en el interior, que sabemos que todavía nos llevan hacia atrás.

Tiene que haber un momento en mi vida donde haga ese sacrificio, naturalmente, donde someta mi cuerpo, someta mi mente. Donde me pare firme y diga: “Señor, he decidido servirte. Esta será mi taquilla, Señor: el día que te entregué mi vida y acepté que tú eres mi Señor y Salvador. Desde ahora en adelante, Señor, te prometo que voy a luchar con el cuchillo más afilado para sacar de mi vida este pensamiento, para sacar de mi vida este pecado, para sacar de mi vida todas estas cosas. Y lo que tenga que hacer, lo voy a hacer”.

Aunque nadie me vea, porque la circuncisión es privada.

Para que sepa, y no quiero volver a este tema porque sé que es escabroso, pero la Biblia muestra que los hombres iban a orinar en lugares públicos, en unas paredes en particular, donde se veía quién estaba circuncidado. Y tú sabías quién estaba en el pacto o no.

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