Comenzó con Adán
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Comenzó con Adán

Todo comenzó con Adán. De él dependía la decisión de vivir o morir, y sus actos desencadenaron una serie de consecuencias que aún se mantienen vigentes.


Hoy exploraremos cómo el libre albedrío puede ser un arma de doble filo. A través del mal ejemplo de Adán, podemos comprender cómo Dios utiliza los pactos para redimirnos y guiarnos hacia Su propósito.

Hoy vamos a continuar compartiendo acerca del tema Dios de pacto, y hemos comenzado a mirar la importancia de entender este concepto en nuestra relación con Dios. De las premisas básicas de los días pasados, y que me parece que es bien importante recordar, es que la fe cristiana es la única religión o fe que reclama tener una relación con Dios.

Cuando usted mira a los budistas, cuando mira a Mahoma y otro tipo de religiones, se dará cuenta de que ellos no pueden hablar de una relación con Dios. Los cristianos hablamos de una relación con Dios, pero la palabra “relación” por sí sola no dice mucho. Siempre tenemos que ponerla en contexto, tenemos que usar una palabra que describa el tipo de relación que tenemos.

El ejemplo que le he dado: si tuviera a Omayra, mi esposa, aquí al lado mío, y yo la presentara diciendo: “Ella es Omayra y tenemos una relación,” ¿qué dice eso?

Dejaría a su mente que determine cuál es nuestra relación. Yo tendría que, en realidad, usar una palabra más allá de “relación” para que usted pueda entender mi relación con ella. Podría decirle que es mi amiga, conocida, prometida, novia, esposa, o, como dirían otros, la madre de mis hijos. Usted tiene que describir la relación para ponerla en contexto y entender qué significa e implica.

Así pasa con Dios. Cuando hablamos de tener una relación con Dios, la pregunta es: ¿Qué relación? ¿Cuál es la relación que tenemos con Dios? ¿Cómo nos relacionamos con Él? No entender este concepto es vital, y más para lo que voy a mostrar hoy y lo que representa para nosotros como cristianos.

Por supuesto, a través de la Biblia hay conceptos que hemos conocido y que son reales, pero que no creo que describen completamente la verdadera connotación de lo que es la relación del creyente con Dios. Me explico: en el Antiguo Testamento se nos conocía como pueblo de Dios, como amigos de Dios. En el Nuevo Testamento se nos conoce como hijos de Dios; en otros contextos, como siervos de Dios o como el pueblo escogido de Dios. Todos esos conceptos son buenos y correctos, pero hay que entenderlos dentro del contexto en el que todos esos adjetivos de relación se materializan, y es la palabra “pacto.”

Nuestra relación con Dios es una relación de pacto, y quien no entienda eso no puede realmente comprender la profundidad de la relación que tenemos con Él. Por supuesto, el pacto que tenemos con Dios siempre implica relación, beneficios, condiciones, y también consecuencias negativas por no permanecer en la palabra que hemos dado dentro del pacto.

Cuando miramos la palabra del Señor, nos damos cuenta de que el pacto de Dios fue evolucionando a través de los tiempos. Hay tres pactos que quiero que usted recuerde:

El pacto de redención.
El pacto de obras.
El pacto de la gracia.

Para que se activen el pacto de las obras y el de la gracia, tiene que haber existido primero el pacto de redención. El pacto de redención fue el pacto hecho entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, declarando que redimirían al mundo y al hombre cuando pecara. Desde antes de la fundación del mundo, ya habían establecido el método y habían dado su palabra de que redimirían al hombre. A partir de ese pacto se manifiestan los otros dos: el pacto de obras y el pacto de gracia.

Dicho esto, mucha gente piensa que el pacto de obras comienza con Moisés, con la ley y los mandamientos. Pero no es así. El pacto de obras comienza con Adán. Dios establece un pacto con Adán y pone las condiciones del pacto. Básicamente, cuando usted oye la declaración de Dios hacia Adán y Eva, se dará cuenta de que hay dos cosas bien importantes:

El mandato cultural que tenía Adán. Dios le dice a Adán y a Eva, cuando los forma en Génesis capítulo 1: “Fructificad, multiplicaos, llenad la tierra, sojuzgadla y señoread.”


Esa palabra “sojuzgad” es muy importante porque significa que había cosas que todavía no estaban bajo el dominio de Dios. Entonces, el hombre debía sojuzgar la tierra, debía dominarla. Si la tierra hubiera estado completamente dominada, no habría necesidad de dar ese mandato. Ese era el mandato cultural: Adán y Eva debían multiplicarse y llenar la tierra bajo esa relación con Dios.


Luego viene el pacto: en Génesis capítulo 3 observamos que Dios dice: “Si comes del árbol, ciertamente morirás.” Ese es el pacto de obras: el hombre, si no comía, no moría; si comía, moría. Básicamente, ¿de quién dependía el vivir o el morir? De la obra de Adán. Si hacía una cosa, obtenía bendiciones; si hacía otra, enfrentaba consecuencias y dificultades.

Para muchos, esto es complicado de entender. Si Dios sabía que el hombre pecaría, ¿por qué poner el árbol allí? Por lo general, se responde apelando al libre albedrío, lo cual es cierto, pero hay un concepto más grande: una relación verdadera nunca crece si no hay madurez en la relación, y no puede haber madurez si no hay libertad.

2 Comments
  • Marttha
    Posted at 12:54h, 14 January Reply

    Amén gracias por la palabra

  • Oswaldo Monier
    Posted at 16:01h, 14 January Reply

    Fortaleceme En Tú Presencia Cada Día Más Y Más AMADO PADRE CELESTIAL
    AMÉN 🙏🙏🙏🙏

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