No manejes el pecado
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No manejes el pecado

Con el pecado no se debe negociar; no hay oportunidad de hacerlo, porque el pecado no tiene límites. Imaginemos el pecado como arenas movedizas que paso a paso, te van absorbiendo y cuando te das cuenta, ya estás atrapado.


Descubre hoy por qué no debemos manejar el pecado.

El pecado tú lo matas y, si tú no lo matas, te mata a ti. Tan sencillo como eso. Pero, vamos a la Palabra del Señor. Ve conmigo al libro de Colosenses, Colosenses, el apóstol Pablo, capítulo 3, y vamos a estudiar un poco más el tema que hemos estado mirando los días pasados.

Hemos estado hablando acerca del tema “Carácter renovado”. Básicamente, lo que estamos mirando de primera intención es la diferencia entre lo que es personalidad y carácter. Eso fue lo primero que vimos, y la importancia de entender este principio y lo vital que es para nosotros entender lo necesario que es que, como creyentes, entremos por el proceso de la renovación de nuestro carácter.

Cuando hablamos de carácter para este estudio como tal, estamos hablando de esa parte interna de todos nosotros, de esa parte espiritual, mental, nuestra parte almática, esa parte de nuestro interior que debe ser lo que establece la fortaleza en nuestra vida, lo que nos debe dar la firmeza en todo lo que hacemos en el mundo que vivimos. Lamentablemente, me parece a mí que la gente enfatiza hoy más que nunca lo que es la personalidad.

La personalidad es lo que ha hecho en el día de hoy a mucha gente famosa, hoy por causa de las redes sociales y por causa de todos los fenómenos que tenemos a nuestro alrededor. Realmente, no hace falta tanto talento para tú ser exitoso, pero hace falta una gran personalidad, una personalidad explosiva que llame la atención, rebelde, interesante, que se atreva a hacer cualquier cosa, y simplemente con eso alcanza la admiración de un montón de personas.

Es bien interesante, porque en el pasado, en la sociedad, eso no era lo que realmente establecía la pauta o la tendencia. En el pasado, se respetaba mucho más lo que era esa parte realmente de la integridad, del talento, esa parte interna, esa parte que no se puede repetir, esa parte que es difícil duplicar, a menos que realmente haya una persona que tenga esos valores firmes en su corazón.

Dentro de ellos, como te he dicho los días pasados, todo lo que tú alcances con tu personalidad, con una falta de tu carácter, lo puedes perder en cuestión de unos instantes. En cuestión de unos momentos lo puedes perder, y lo vas a desperdiciar.

Si lo vemos a nivel bíblico o a nivel espiritual, nos damos cuenta que mucha gente prefiere los dones del Espíritu. Mucha gente celebra aquellos que tienen dones en la Iglesia y celebran los dones más magníficos o los más extraordinarios, que la gente, por ejemplo, mira, que son el don de ciencia, el don de profecía. Pero, en realidad, el don es maravilloso. Pero, creo que más importante en la vida de una persona debe ser el fruto del Espíritu, y el fruto del Espíritu se alcanza solo con una relación con el Espíritu Santo.

A través de todos los tiempos, una persona que tenga un gran don y que no desarrolle el fruto del Espíritu, usted se va a dar cuenta que eventualmente ese don simplemente lo destruye. Ese don lo lleva a simplemente hacer cosas que realmente no debería hacer. Y en la Iglesia yo creo que tenemos que tener esto claro para tener el balance correcto.

Al mismo tiempo, y con esto me nuevo al mensaje de hoy, creo con todo mi corazón también que no tan solo necesitamos un buen carácter y un carácter renovado, necesitamos también una gran personalidad, que es donde falla a veces mucha gente, muchos cristianos.

“Ok, tengo una gran integridad, tengo un gran carácter, soy paciente, he aprendido a renovar mis pensamientos, todo mi ser, pero soy una java sin sal, no tengo ningún tipo de personalidad, no sé expresar mis pensamientos, no tengo nada que realmente te atraiga”. Y en realidad, todos nosotros vamos a tener que desarrollar esa expresión externa en nuestra vida que es la que también nos va a abrir puertas en muchas áreas y en muchas ocasiones. Así que es el balance de estas dos cosas.

Vaya conmigo al libro de Colosenses, capítulo 3. Colosenses, capítulo 3, mira lo que dice la Palabra del Señor en el verso 1 en adelante:

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la Tierra, porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en Gloria”.

Vamos a leer dentro de unos momentos los próximos versos para tocar el punto en el día de hoy, pero hemos visto tres cosas que te ayudan a renovar tu carácter. Número uno: un cambio de visión. Tienes que tener un cambio en tu visión, y cuando hablamos de un cambio de tu visión, tienes que aprender a mirar realmente qué es y quién es el que Dios quiere que tú seas, que tú puedas comenzar a ver tu vida a través del filtro de la mejor versión de lo que tú tienes que llegar a ser. Pero no es tu visión, no es lo que tú has establecido que es tu mejor versión, sino es lo que Dios ha establecido que es tu mejor versión.

Así que tienes que buscar esa revelación de quién es lo que Dios quiere que tú seas. Número dos: requiere de un cambio de mente. Requiere que tus pensamientos cambien, requiere que haya un cambio en tu manera de pensar, en tu proceso mental.

Número tres, fue el que estudiamos en días pasados: requiere también de un cambio de conocimiento. Tienes que comenzar a poner la información correcta y diferente en tu vida para alimentar específicamente ese cambio que tú deseas.

Ahora, mire lo que dice el verso 5 de Colosenses, capítulo 3, y este es el que vamos a ver en el día de hoy y es donde está la clave. El verso 5 dice:

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros…”

Palabras fuertes. Tú no tratas el pecado, tú lo matas. Todo el que trata de manejar el pecado siempre pierde. Todo el que trata de lidiar con el pecado siempre pierde. El pecado tú lo matas, y si tú no lo matas, te mata a ti. Tan sencillo como eso. Y es bien interesante que nos dice que no es Dios quien lo va a hacer morir, no es Dios quien lo va a matar. Él te va a dar la fuerza, pero el que tienes que picarle la cabeza eres tú.

2 Comments
  • Oswaldo Monier
    Posted at 09:45h, 29 November Reply

    Lléname De Discernimiento, Sabiduría Y Fortaleza Para Vencer Y Matar Al Pecado Que Vive En Mí AMADO PADRE CELESTIAL
    AMÉN 🙏🙏🙏🙏

  • marttha
    Posted at 21:47h, 29 November Reply

    Amen poderosa enseñanza
    Debemos morir al pecado

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