El corazón correcto
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 El corazón correcto

El amor se ha vuelto algo sencillo y subjetivo para cada persona; cada quien le ha dado la definición que ha querido y eso, lejos de beneficiarnos, en algunos casos nos ha alejado del verdadero propósito del amor.

Así como un árbol no puede dar un fruto diferente a su esencia, el ser humano no puede dar amor verdadero si no tiene el corazón correcto.

Nos dejamos ilusionar por la “manzana” cuando en el corazón lo que hay es una “china”. Por eso, tú y yo no nos podemos engañar. Ese tipo de personas, muchas veces, es la que nos debilita en nuestro interior.

Un ejemplo sencillo: un esposo, después de una pelea, llega a su casa con flores. ¿Llevar flores es bueno? Sí. ¿Llevar flores después de haber peleado? No. Mejor reconcíliate, y dos días después lleva las flores. Pero si tú crees que las flores van a solucionar todo, tu esposa las va a tirar al piso, va a hacer un “cha cha cha” y te va a decir: “¿Tú crees que con unas flores vas a arreglar todo este problema?”.

Cuando conoces a una persona, tienes que dejar atrás tus prejuicios y pensamientos sobre ella. Solo entonces podrás amar genuinamente. Ahí es cuando ves el verdadero amor de Dios. Uno de los problemas que enfrentamos hoy en día es que el amor se ha vuelto algo subjetivo para muchas personas.

Un árbol no puede dar algo diferente a lo que es su esencia. Si es un árbol de china, dará chinas, no manzanas ni peras. Así también ocurre con el ser humano. Lo que pasa es que nos dejamos engañar por las apariencias, sin darnos cuenta de que a veces esas expresiones son solo ilusiones. Es necesario conocer el espíritu de una persona para darle valor a sus acciones.

Hay gente que te ofrece una “manzana”, pero en su corazón tienen una “china”. No podemos dejarnos engañar por las apariencias si no conocemos el verdadero corazón de esa persona. Todos hemos recibido actos de personas cuya actitud no era la correcta. Hacen lo correcto, pero no con el corazón correcto. Nos dejamos ilusionar por la “manzana” cuando en realidad lo que hay en el corazón es una “china”.

Volviendo al ejemplo del esposo: él cree que las flores lo solucionarán todo, pero su esposa las tirará al piso y le dirá: “¿Tú crees que unas flores arreglan este problema?”. Muchos vienen a consejería y dicen: “Pastor, le llevé flores”. Y yo les pregunto: “¿Las llevaste antes o después de reconciliarte?”. La respuesta debería ser: “Después de que te humillaste, pediste perdón y te reconciliaste, entonces, llevas las flores”.

Es como cuando las mujeres fueron a la tumba de Jesús con especias aromáticas. No lo hicieron antes de su sacrificio, sino después. Las flores no son el problema, el problema es cuando un acto no viene de la esencia, sino de un razonamiento superficial.

Este es solo uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar en nuestras relaciones. Sabemos que a veces la gente te ayuda, pero detrás de ese acto puede haber un motivo oculto. Los padres lo saben muy bien. Después de varios años, cuando tu hijo te dice “Papi, te quiero”, muchos padres inmediatamente piensan: “¿Qué necesitas?”.

El verdadero creyente ama a su prójimo, no porque lo haya racionalizado, sino porque no le queda otra opción. Somos amor, y es a través de nosotros que Dios ama a los demás. Si alguien deja de ser receptor de tu amor, eso no significa que debas dejar de amar a los demás. No permitas que alguien que no puede recibir tu amor te quite el placer de amar a otros, permitiendo que Dios los ame a través de ti.

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