La vida de Pablo
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La vida de Pablo

La vida de Pablo es un testimonio poderoso de la gracia transformadora de Dios 🙏. 

En este video, te cuento la increíble historia de Pablo. A través de la gracia de Cristo, Pablo fue renovado y llamado a ser un ferviente defensor del Evangelio, mostrando cómo la gracia de Dios puede cambiar incluso los corazones más endurecidos.

Qué triste sería uno perseguir algo toda la vida creyendo que estoy persiguiendo a Dios para darme cuenta de que todo lo que perseguí era vano. Oiga bien, voy a orar en un momento y llevarte una Escritura más porque yo quiero que tú, por un momento, te veas, si lo puedes hacer, te veas en la vida del apóstol Pablo. El apóstol Pablo era un hombre que tenía mucha religión, tenía cartas de los religiosos, pero en su corazón había un vacío porque no había verdadera redención en su vida. 

¿Cuántos de los que están aquí, muchos de los que están aquí, los que me están viendo ahora, viviste una vida religiosa? Viviste una vida religiosa ya sea en la iglesia pentecostal, en la iglesia evangélica o en la iglesia católica, con un buen deseo de querer ser bueno en la vida. Pero toda la religiosidad que tenías no te daba la paz y la libertad que lograste disfrutar y tener desde el día que tuviste un encuentro personal con la gracia de Dios y te diste cuenta de que no hay nada que tú puedas hacer para agradarle más y nada que puedas hacer para desagradarle más, que es el amor y la gracia de Dios la que te alcanzó, y que tú eres de los privilegiados que no resististe a la gracia que te interrumpió en el camino y cambió tu dirección.

El apóstol Pablo tenía todo lo que cualquier persona naturalmente quisiera tener: honor en la sociedad, reconocimiento en la sociedad, pero algo vacío, sin esperanza, sin posibilidades, sin realmente un destino lleno de vida. Y todo eso estuvo dispuesto a dejarlo a un lado porque un día entendió que alguien más grande lo había estado buscando, alguien más grande que él lo había estado llamando. 

Alguien me preguntó una vez, y vaya conmigo a Filipenses capítulo 3, por favor. Alguien me preguntó una vez si yo tenía algún miedo cuando tuviera que enfrentar al Señor, y le dije: “¿Sabes qué? Es una buena pregunta porque todos algún día vamos a estar en la presencia del Señor”. Le dije a esta persona: “Se pudiera pensar así, de primera intención, ¿qué miedo tendría de enfrentarme al Señor algún día? Es que cuando llegara allí le tuviera que decir, le diría a Él todo lo que hice y Él me diga: ‘Nada de eso te lo pedí’. Qué triste sería uno perseguir algo toda la vida creyendo que estoy persiguiendo a Dios para darme cuenta de que todo lo que perseguí era vano, no era lo que Él quería que yo hiciera. Y eso solo cambia el día que tú tienes un encuentro real con la gracia de Dios, con la gracia y el poder de Dios”. 

El apóstol Pablo escribió esto en el libro de Filipenses capítulo 3: “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto escribiros las mismas cosas, para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. De todas esas cosas, él tenía de qué vanagloriarse, pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Esa es la gracia que cuesta, y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura para ganar, no para ganar almas para Cristo, para él ganar a Cristo”.

No estoy diciendo que ganar almas no es importante. Lo que pasa es que el orgullo nuestro no puede ser que yo gane almas. Porque al fin y al cabo no soy yo quien los gana, no soy yo el que los gana y tampoco lo gano para mí. Pablo decía: “Desde el día que tuve aquel encuentro, lo único que quiero ganar es a Cristo”.

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