01 Aug  El poder para multiplicar.

Oiga bien por favor, el milagro no es cuando alguien te da un bocado de pan y de pez a ti. El milagro es cuando el que sirve lo puede dar. Me explico, hay gente en las iglesias que sirven, pero detrás de todo lo que están buscando es recibir ellos. Mira lo que dice el libro de Lucas, capítulo 9, verso 10: “Vuelven los apóstoles y le contaron todo lo que habían dicho, y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. Y cuando la gente lo supo, le siguió. Y él les recibió y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser curados. Pero el día comenzaba a declinar, y acercándose los doce, le dijeron: ‘Despide a la gente para que vayan a las aldeas y campos de alrededor y se alojen y encuentren alimentos porque aquí estamos en un lugar desierto’. Él les dijo: ‘Dadles vosotros de comer, dadles vosotros de comer, dadles vosotros de comer'”. Y usted y yo sabemos lo que ocurre. Ellos comienzan a quejarse: “Señor, ¿pero de dónde lo vamos a hacer? No tenemos suficiente dinero”. Y sabemos lo que ocurre en esta ocasión: se comienzan a multiplicar los panes y los peces en la mano de quién, de los discípulos, cuando comenzaron a servir, cuando comenzaron a ver la necesidad de las personas.

Oiga bien por favor, el milagro no es cuando alguien te da un bocado de pan y de pez a ti. El milagro es cuando el que sirve lo puede dar. Me explico, hay gente en las iglesias que sirven, pero detrás de todo lo que están buscando es recibir ellos. Hay gente que te dicen “no te estoy pidiendo”, pero hay muchas maneras de pedir. Y hay gente que se mete en las iglesias y hay gente que sirven en las iglesias y se vuelven manipuladores para, entre la multitud que ellos supuestamente están sirviendo, ellos son los que reciben. Pero el verdadero discípulo es el que ve la multiplicación en sus manos y reparte el pan hacia otros.

Eso no quiere decir que usted no reciba nada. Lo que quiere decir es que Dios le da a usted el poder para multiplicar y que usted deja de ser el que extiende la mano para recibir y llega a ser el que extiende la mano para dar, porque Dios multiplica en su vida todo lo que usted necesita. Ninguno aquí nunca ha recibido una llamada mía ni una insinuación, y nunca lo hará, de que yo necesito algo. Nunca. Yo le dije a Dios desde el primer día, desde el primer día que empecé a pastorear, le dije: “El día que yo tenga que mendigar algo por mí o por mi familia, ese día se acaba el ministerio, porque trabajar puedo en otra cosa”. Usted nunca me va a ver a mí, y le pido por favor que usted entienda esto de dos maneras.

Cuando usted ve a alguien de la iglesia que dice ser líder de la iglesia y usted lo ve que viene con la guardia monga, que no está pidiendo, pero está pidiendo, usted debe identificarlo. Usted tiene que saber que esa persona no tiene el corazón correcto, y tenemos que tener cuidado. Si usted quiere bendecir a alguien, usted bendígalo, pero saber identificar. Y usted, como servidor en este lugar, cada día créale a Dios que Dios va a suplir sus necesidades, que en tus manos está el poder de multiplicar, que en tus manos, si Dios te dijo que le demos de comer, tú le vas a dar de comer. Dios te va a prosperar y Dios va a multiplicar lo que Él ha puesto en tus manos para que otros reciban, para que otros reciban y tú vas a salir de la fila de los necesitados para ser de la fila de los productores, que das, siembra, que haces. Esa es la gracia de Dios. Esa es la gracia de Dios.

Esa es la gracia de Dios sobre tu vida, y mi oración es que todos los que estamos aquí entendamos ese poder de la gracia para nosotros servir. Únase aquí en la casa del Señor, sirva en la casa de Dios, desde lo más pequeño hasta lo más grande que usted pueda ver. Comience a ver cómo su vida se va transformando poco a poco y hágalo por lo que la gracia de Dios ha hecho sobre usted. Usted está tan agradecido por la gracia de Dios, usted está tan agradecido que no le queda más remedio que servir.