Tu seguridad en la gracia de Dios
18806
post-template-default,single,single-post,postid-18806,single-format-standard,bridge-core-3.0.5,mec-theme-bridge,qi-blocks-1.3.1,qodef-gutenberg--no-touch,qodef-qi--no-touch,qi-addons-for-elementor-1.7.8,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-theme-ver-29.1,qode-theme-bridge,wpb-js-composer js-comp-ver-6.9.0,vc_responsive,elementor-default,elementor-kit-14558

Tu seguridad en la gracia de Dios

La gracia de Dios es Su amor y misericordia inmerecida hacia nosotros. Es el regalo divino que nos ofrece salvación y vida eterna a través de Jesucristo. Por medio de Su gracia, somos perdonados y redimidos. No hay imperfección tan grande que Su gracia no pueda cubrir.

En este video, profundizamos en la maravilla de la bendición de Dios y descubrimos cómo vivir en la seguridad y paz que solo Él nos puede ofrecer.

Tú eres mi hijo, tú me traes complacencia. ¿Qué voz escuchaba Jesús primeramente? La voz del Padre diciéndole: “No hay nada que tú hagas que haga que yo te ame más o que te ame menos, porque antes de que hicieras nada, ya tú me traes placer.” Déjame mostrarte una secuencia de pensamientos para que veas la profundidad de lo que te quiero mostrar en el día de hoy, y si pudiera ponerle un título a este mensaje, me gustaría que dentro del poder de la gracia entendieras lo que yo le llamo la seguridad, o tu seguridad, en la gracia de Dios. Es la gracia de Dios la que te debe hacer a ti sentir seguro, no seguro al punto de arriesgar tu vida, no seguro al punto de pecar a lo loco poniendo en riesgo todo lo que está a tu alrededor, pero seguro de que sabes que aunque vas a fallar y no vas a cumplir con el estándar de perfección, ni tuyo, tu relación con Dios permanece perfecta. El amor de Él por ti permanece perfecto y eso es lo que me da seguridad y lo que me da paz en mi vida. 

¿Por qué esto es importante? Oiga bien, en el libro de Juan, capítulo 1, el verso 29, hay una expresión bien importante en el evangelio de Juan cuando Juan se encuentra con nuestro Señor Jesucristo, que va a bautizarse. En Juan capítulo 1 hace una declaración bien poderosa. Juan 1, el verso 29 dice de esta manera: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él y dijo: He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí, porque era primero que yo.”

Mira la expresión. Todo el mundo por lo general le presta atención a esa parte que dice en el verso 29: “Que quita el pecado del mundo”, y a los próximos versos, pero nada de eso tiene valor si no le prestamos atención a la primera frase: “He aquí el cordero de Dios.” ¿Por qué es tan importante esa frase? Cuando Juan hace esa declaración, la hace delante de un grupo de judíos que todos los años llevaban ¿qué? Un cordero ¿a dónde? Al templo para expiar ¿qué? Sus pecados. Así que tan pronto él hace esta declaración, él está hablando a gente que entiende. Él está diciendo a toda esa gente: “He aquí el cordero. He aquí el que viene a resolver todos nuestros problemas que tratamos de resolver todos los años.” Está llamando la atención a algo que aquella gente que le servía a Dios podía relacionarse, y eso abre una nueva puerta y una nueva oportunidad para que la gente pudiera relacionarse con Dios correctamente y que pudieran llegar a entender en un momento dado lo que eso implicaba. Así que Juan, con esta declaración, está diciendo: “Ya viene prontamente el fin de los sacrificios temporales. Ya viene el fin de sentirte con temor y con miedo si Dios te aceptó o no.”

Recordemos que en aquellos tiempos, una vez al año, se tenía la oportunidad de entrar en el tabernáculo o de entrar en el templo. Entraba el sumo sacerdote, y cuando el sumo sacerdote entraba y se presentaba delante de Dios, si el sumo sacerdote había pecado, ¿qué pasaba? Moría instantáneamente y ese año no había remisión de pecado, y ese año tú tenías que vivir con la culpa, la condenación de que Dios no había aceptado la ofrenda ese año. Tú vivías con toda esa condenación en tu cabeza, y todos los años tú estabas allí en la expectativa de ¿qué va a pasar? ¿Qué va a ocurrir? Todos los años esa gente estaba pensando: “¿Estaremos bajo la bendición de Dios o bajo la maldición de Dios? ¿Lloverá este año o no lloverá este año? ¿Nos ayudará Dios este año o no nos ayudará? ¿Nos protegerá Dios o no nos va a proteger Dios en este año?” Y estaba esa gente con ese miedo, ese temor. Ahora, si ese año el sumo sacerdote llegaba y Dios recibía el cordero, ese año la gente entonces cantaba y celebraba, pero el año que viene tenían que, ¿qué? Que volver a la misma conciencia, al mismo estado de culpa, de tristeza, de no sentirse conectados con Dios. ¿Cómo un hombre en esta tierra puede vivir en ese estado? ¿Cómo realmente tú y yo podemos vivir con ese miedo, con ese temor? ¿Cómo podemos tener seguridad de lo que vamos a hacer y de lo que vamos a alcanzar si no tenemos conciencia de que todavía, a pesar de mis problemas, le agrado a Dios?

Hermanos, cuando Jesús fue bautizado, lo primero que pasó fue que los cielos se abrieron. ¿Y qué oyó Jesús? Jesús oyó una voz, que era la voz del Padre, que le decía: “Tú eres mi hijo amado, en quien tengo complacencia.” Jesús no había sanado a nadie, Jesús no había libertado a nadie, Jesús no había hecho un milagro, y el Padre le está diciendo: “Antes de que hagas cualquier cosa, ya tú me agradas. Ya tú me agradas a mí.” ¿Cómo camina una persona con seguridad en esta vida? De que desde el principio, de que antes de hacer nada, ya le agrado a Dios. Eso es lo que le daba seguridad a Jesús, por eso que él se pudo parar delante de Satanás y decirle: “¿Sabes qué? No voy a tentar a Jehová mi Dios. No voy a cambiar estas piedras en pan.” ¿Sabes qué? El enemigo siempre le decía: “Si eres hijo de Dios, si eres hijo de Dios, si eres hijo de Dios.” Y antes de que la mente le dijera eso a Jesús y Satanás le dijera eso a Jesús, Jesús le había dicho: “Tú eres mi hijo, tú me traes complacencia.”

¿Qué voz escuchó Jesús primeramente? La voz del Padre diciéndole: “No hay nada que tú hagas que haga que yo te ame más o que te ame menos, porque antes de que hicieras nada, ya tú me traes placer.” Alguien así puede combatir lo que el enemigo le dice. Imagínate tú mandar a tu hijo a la calle y que tu hijo piense: “Mi papá no me ama, mi mamá no me ama, mi papá no me ama.” Y llega algún bobolón de la escuela y dice: “Yo sí te amo y es verdad, ellos no te quieren y es verdad, ellos no te aman.” Dígame si eso no es una gran tentación. Pero aquellos que son afirmados en su casa, cuando el mundo le dice: “No te aman, no te quieren,” ya en la mente y el corazón está todo lo contrario. Ya está la defensa necesaria para seguir hacia adelante.

3 Comments
  • Miguel Tejera
    Posted at 09:28h, 16 July Reply

    Dios les bebdiga más padtor Otoniel.

    Siempre es efificante leer de la palabra de nuestro Dios inspirada y dada a hombres como usted comprometidos con el.mensaje de Dios. Amen.

  • Oswaldo Monier
    Posted at 10:16h, 16 July Reply

    Gracias AMADO PADRE CELESTIAL Por Todo Tú Amor,, Misericordia Y Gracia Divina Derramada En Mi Vida, La De Mi Esposa Y Nuestra Familia
    AMÉN 🙏🙏🙏

  • Marttha
    Posted at 00:03h, 23 July Reply

    Aleluya gracias mi Sr por tú infinito Amor y Misericordia

Post A Comment