Cuestionarse bajo la revelación
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Cuestionarse bajo la revelación

Cuando de verdad tienes a Dios en tu corazón, sabes que ser cristiano va más allá de ir a una iglesia y congregarse. 

Te das cuenta de que es un estilo de vida, que día a día nos invita a cuestionarnos y a preguntarnos: ¿qué haría Jesús en este momento?

Es esa revelación, esa gracia, la que debemos dejar que gobierne nuestra vida para alcanzar la salvación.

Por algunos creen y otros no. Porque algunos se salvan y otros no, tenemos que pensar en nuestra vida, de qué tenemos que salvarnos, de qué es que el hombre necesita salvación. Tenemos que preguntarnos: ¿El llamado de Dios a la salvación o a su gracia es irresistible? ¿Es algo que el hombre no puede resistir, o es algo irresistible cuando eres salvo? Tienes que preguntarte si eres salvo para toda la vida o no. Son tantas cosas que tienen que ver con este concepto que no las vamos a contestar exactamente, pero te voy a dar las ideas y los ingredientes a través de los cuales Dios puede darte la revelación y la seguridad de lo que es su obra redentora sobre tu vida.

Comenzamos a estudiar la semana anterior acerca del tema del poder de la gracia. Analizamos lo que representa y lo que significa este principio tan poderoso para todos nosotros. Básicamente, en los próximos días, quiero discutir algunos conceptos a través de los cuales tú puedes entender cuál es el efecto de la gracia de Dios en tu vida.

La semana anterior, comenzamos a estudiar el libro de Tito. Ve conmigo ahí en el Nuevo Testamento, en la carta a Tito, capítulo 2. El apóstol Pablo, al escribirle a Tito, hace una aclaración muy importante. En Tito 2:11 dice: ‘Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras’.

Esto habla y exhorta con toda autoridad. Nadie te menosprecie. El apóstol está diciendo a Tito: ‘Sabes qué, Tito, tienes que predicar el poder de la gracia de Dios y su efecto en la vida de una persona’. Deja saber que cuando una persona recibe la salvación, eso también tendrá un efecto en su vida a través de cómo va a actuar, cómo va a vivir y cómo va a expresar su salvación.

Es interesante porque cuando miramos al apóstol Pablo una y otra vez a través del mensaje de la corrección de la palabra de Dios a la iglesia, lo que quería era crear también buenos ciudadanos. Gente que cumpliera con Roma, no para que se sometieran a las creencias de Roma, sino para que fueran buenos ciudadanos. Esto es una de las cosas que la gente a veces no ve, pero es una de las mejores cosas que pasan en una iglesia, cuando una persona llega a la casa del Señor y comprende el poder de la gracia de Dios sobre su vida, su comportamiento comienza a cambiar. Paga sus impuestos, se comporta correctamente en la calle y hace las cosas de manera ordenada. No estamos aquí para crear personas que violen las leyes o provoquen guerras civiles sin sentido. Más bien, promovemos que seamos buenos ciudadanos ante la ley y que la gracia de Dios se manifieste en nuestra vida para que todos lo vean.

La semana pasada, comenzamos con algunas preguntas importantes. Por ejemplo, ¿cómo se salva el hombre? ¿De dónde viene la fe que nos salva? ¿Es algo que iniciamos nosotros o que Dios inicia? También debemos considerar por qué algunos creen y otros no, y qué significa realmente la salvación.

Una idea fundamental es que la salvación es obra divina y se basa en la gracia. No hay nada que podamos hacer para ganarla. La salvación proviene del Espíritu Santo, quien nos llama y nos libera del pecado. No se trata de nuestros actos, sino de lo que Cristo hizo en la cruz del Calvario. No hay ritual religioso ni buena acción que nos dé acceso al trono de la gracia; solo lo obtenemos a través de la revelación y el entendimiento de que Cristo murió por nosotros.

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