04 Jun ¿Por qué Pedro negó a Jesús?

El día en que sabes cuál es tu lugar y te sales de ese lugar para complacer al mundo será el día más triste de tu vida, el día más triste por negar aquel que es el único lugar donde puedes encajar. El problema y el reto es que para encajar con Dios no siempre podremos encajar con el mundo. Y ese es el desafío que enfrentamos todos los que estamos aquí hoy.

Mira lo que dice Mateo, capítulo 26, para orar. Mateo 26, verso 69, relata el conflicto de un gran hombre que caminó con Jesús. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada diciendo: “Tú también estabas con Jesús el Galileo”. Pero él negó delante de todos, diciendo: “No sé lo que dices”. Pedro estaba negando a Jesús porque quería encajar, no quería encajar con Jesús, ahora que lo estaban matando allí y él estaba aquí. Una mujer le dice: “Tú eres de su gente”. Pero él niega otra vez con juramento: “No, no, yo no soy de su gente”. 

El problema es que cuando dices eso, mira lo que pasa: saliendo él a la puerta, le vio otra, y le dijo a los que estaban allí: “También este estaba con Jesús el Nazareno”. Pero él negó otra vez con juramento: “No, no lo conozco”. Un poco después, los que estaban allí dijeron: “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu manera de hablar te delata”. Entonces, él comenzó a maldecir y a jurar: “No conozco a ese hombre”. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús que le había dicho antes: “Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

El día en que sabes cuál es tu lugar y te sales de ese lugar para complacer al mundo será el día más triste de tu vida, el día más triste por negar aquel que es el único lugar donde puedes encajar. Esa es una gran diferencia que nosotros tenemos que entender hoy: nuestra identidad debe venir de lo que dice la palabra de Dios, de lo que él ha hecho por nosotros. Y eso no significa que a todos les caeremos bien, que todo lo que digamos les gustará o que todo lo que hablemos todos lo entenderán. El mundo querrá que seamos como ellos, que hablemos, caminemos y vivamos como ellos para sentirnos bien. Pero cada vez que cedemos a eso, algo dentro de nosotros se retuerce, porque sabemos dónde encajamos, quién nos aceptó y quién nos amó.

Cuando éramos pescadores pobres con las barcas vacías, Jesús de Nazaret nos llamó. Él nos hizo diferentes, nos hizo pensar diferente, hablar diferente. No podemos avergonzarnos ni negar a aquel que hizo que finalmente encajáramos en un lugar. ¡Gloria a Dios!