29 Dec  ¡Dios no va a abandonarte!

¿Qué pasa si tú has vivido una etapa de abandono en tu vida? Más que nunca, el Espíritu Santo en el día de hoy va a obrar en ti y te va a dejar saber que tú sigues siendo un hijo o una hija de Dios y que no tienes que vivir por el resto de tus días bajo esas heridas de ese abandono.

Ahora, hay dos abandonos más que yo quiero que veamos en el día de hoy por un momento. Y son los abandonos que yo llamo espirituales, hay uno que no es tan bonito, bueno, ninguno de los dos es bonito, pero uno es más feo que el otro y esos son los que viene a resolver el Espíritu Santo.

El primer abandono espiritual es cuando nuestra vida se sobrecarga de un montón de situaciones y dificultades y no podemos ver a Dios al lado nuestro y nos sentimos abandonados por Dios. Fíjate lo que dice el salmo 13, el verso 1: 

“¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Mírame, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; para que no diga mi enemigo: Lo vencí; mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien”.

El salmista experimentó varios momentos como estos, momentos donde por las circunstancias que le rodeaban se sentía abandonado por Dios, cuestionando dónde estaba Dios. Esto lo experimentó el mismo Jesús en un momento dado en la cruz, cuando él dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” De repente, dentro del proceso que Jesús tenía que vivir, llegó un momento donde vio la verdadera separación que experimentan los hombres.

Es bien interesante porque en está ocasión, cuando Jesús dice eso en la cruz, es la única vez en la Biblia registrada que Jesús le dijo al Padre “Dios”. Siempre Él hablaba con o acerca del Padre, oraba al Padre, le enseñó a sus discípulos a decir: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Siempre, pero en la cruz, un día, fue tanto el sufrimiento y el dolor, cuando miraba a su alrededor y no veía a nadie, ni estaba tampoco Dios allí, o eso pensaba Él, que dice Él: “Dios mío, Dios mío”. Fíjate que el nivel de abandono lleva al mismo Jesús a ver a Dios no como su Padre, sino verlo a la lejanía, verlo separado.

Cuando tú estás clamando a Dios en tu desesperación, es porque de alguna manera u otra hay un sentido de abandono en tu interior, dentro de ti. Cuando tú estás gimiendo: “Dios mío, ayúdame. Dios mío, dame la mano. Dios mío”, cuando tú llegas a ese grado, espiritualmente hablando y emocional, es que de alguna forma u otra, en tu espíritu, en tu mente, sientes la desconexión por causa de lo que estás viviendo. Y ahí es donde comienza la obra del Espíritu Santo en tu vida, porque es el Espíritu Santo que va a comenzar a mostrarte que Él nunca te ha dejado, que Él no te ha abandonado, que Él está ahí al lado tuyo. Y es necesario que haya ese cambio en tu mente y en tu vida para que puedas vivir una vida de poder, ser lo fuerte al Señor.

Cuando tú estés en una situación como esta, cambia tu oración, cambia tu enfoque, cuando tú estás en un momento de desesperación y de ansiedad por causa de lo que estás viviendo, en vez de seguir orando por la solución del problema, por la solución de la dificultad, por la solución de lo que estás viviendo, por un momento, hermanos, deja el problema de un lado y enfócate en el Espíritu Santo. Enfócate en el Espíritu Santo, porque momentos como esos, muchas veces, tú no necesitas la solución del problema, tú lo que necesitas es al Espíritu Santo al lado tuyo para caminar a través del problema.