03 Aug Lecciones divinas en el desierto
En el libro de Isaías este verso es poderoso y lo debes aprender y memorizar. Isaías 51:3. Isaías 51:3. Mira cómo dice: ‘Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará a todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto’. Esta es la promesa de Dios al pueblo de Israel.
Y yo quiero que tú te apropies de esta promesa en estos días. Y cámbiale el nombre a ese verso y ponlo en el baño, ponlo en tu escritorio, ponlo donde quiera que sea. Y decláralo de esta manera: ‘Ciertamente consolará Jehová a Otoniel; consolará todas sus soledades, y cambiará mi desierto en paraíso, y mi soledad en huerto de Jehová; se hallará en Otoniel alegría y gozo, alabanza y voces de canto’. Esa es la promesa que tú debes tomar para ti. Repetirla una y otra vez.
Mi desierto no soy yo quien lo cambia en bendición. Es el Dios Todopoderoso al que yo le sirvo. Es el hortelano por excelencia, el hortelano eterno, quien va a cambiar mi desierto en paraíso. Quien va a cambiar mi matrimonio, que va a cambiar mis hijos, que va a cambiar mis finanzas, que va a cambiar mi vida, que va a cambiar mi mente. Él es el que va a cambiar mi desierto en paraíso. ¿Habrá alguien que lo crea en el día de hoy? Esa es la promesa de Dios. Esa es la promesa de Él.
A través de toda la Biblia eso es lo que vemos. Desde que el hombre peca, eso es lo que Dios ha querido mostrarle a su pueblo. Mira lo que dice Dios en el libro Deuteronomio, capítulo 32. Cuando nosotros vemos cómo Dios describe el proceso por el cual él llevó al pueblo de Israel luego de sacarlo de Egipto en el verso 9 en adelante dice: ‘Porque la porción del Señor es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Lo halló en tierra desierta, y en lugar horroroso y yermo; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como cuida su nido el águila, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas’. ¿Qué está describiendo aquí el Señor?
El momento donde encuentra al pueblo de Israel en una tierra donde hay desolación, donde hay tristeza. Y Dios dice: ‘Lo saqué de allí. Lo saqué de ese lugar y lo pasé por un desierto’. Sí, pero en ese desierto yo quería mostrarte dos cosas. Porque el desierto era algo transitorio. Quería mostrarte dos cosas: lo instruyó o le enseñó; y número dos: te cuidé como a la niña de mis ojos.
En los peores momentos de nuestra vida hay dos cosas que Dios quiere hacer. Y todo el que permite que Dios lo haga, su desierto se convierte en paraíso. Dos cosas: una, enseñarte; dos, demostrarte que Él te cuida. Por las únicas dos cosas que el pueblo de Israel no entendió las únicas dos cosas. Todo lo que vivieron en ese proceso Dios lo que quería era enseñarles cómo vivir, cómo creer.
Hay un momento donde ya después de muchos años tú debiste haber aprendido dos o tres cosas. Y en vez de quejarte ver la mano de Dios sobre ti. Tú no estás aquí por suerte. Tú estás aquí por la gracia y la misericordia de Dios. Si tú estás aquí es porque él te ha cuidado. Yo no sé por qué no ha cuidado a otro porque otros no están aquí pero si tú estás aquí en el día de hoy dos cosas te tengo que decir: algo tienes que haber aprendido por los cantazos de la vida. Algo tiene que haberte enseñado el Señor. Algo tienes que aprender porque si no vas a seguir dando vueltas en el mismo sitio.
Y si algo deberías entender es que Él te ha cuidado porque si estás aquí no es por suerte. Hay gente que por menos cosas de las que tú has hecho terminan en la tumba. Es la gracia de Dios la que te levanta todos los días, te extiende la vida todos los días, te cuida todos los días. Y todo lo que Él ha querido que tú entiendas es que en tu desierto hay dos cosas: aprende y entiende que te estoy cuidando. Y que este desierto No es tan desierto nada, porque si yo voy contigo, aún el desierto es cómodo.
¿Por qué la gente alarga los periodos de tristeza, de dolor? Porque no aprenden. Quieren seguir viviendo igual, quieren seguir pensando igual. No aprenden, hermano. Tú nunca puedes aprender si primero no desaprendes. Y más difícil es desaprender que aprender. Pero tiene que haber un momento en tu vida donde tú digas: ‘Oye, la vida me tiene que enseñar varias cosas. Y si Dios me trajo hasta aquí, no fue para castigarme’. Ah, pero ¿por qué? ¿Por qué tengo aguas amargas en el desierto? Yo, que he pasado tanto… Lo importante no son las aguas amargas. Lo importante es que en el desierto hay aguas amargas, pero cuando llegas ahí Dios las cambia en aguas dulces.
Por lo tanto, el aprendizaje no es: ‘¿Por qué estoy en aguas amargas? ¿Por qué la vida es tan difícil?’ El aprendizaje es que cuando estás en aguas amargas, Dios las va a cambiar en dulces para que puedas seguir caminando. El aprendizaje es que cuando no ves camino, Dios abre un camino en medio del mar. ¿Para qué? Para que cuando tengas que enfrentarte al camino del Jordán y no sepas por dónde vas a pasar, te acuerdes de que Él te abrió el camino para librarte de tus enemigos y aprendas la lección de una vez y por todas.
No te vuelvas a desesperar, no te vuelvas a poner ansioso, sino que vivas caminando en lo que es la voluntad de Dios para tu vida. El desierto no es tan malo cuando Dios está contigo. El desierto no es tan complicado y dura un corto periodo de tiempo porque simplemente en ese proceso todo lo que está haciendo son dos cosas: enseñándote y mostrándote que te cuida.
Y yo no sé cuántos aquí en el día de hoy, luego de oír esto, se ponen a pensar y tienen que darle gracias a Dios. Y tienen que decir: ‘Gracias, Señor, porque la verdad es que a través de toda mi vida tú me has cuidado, me has traído hasta aquí y quizás he sido cabezón, no he aprendido todo lo que tengo que aprender. Pero desde hoy en adelante me atrevo a creer que el paraíso en mi vida va a cambiar y que todo va a ser diferente’. ¿Lo crees así?
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