08 Nov No te desesperes, tu bendición llegará

No sé por qué cuento esta historia; la conté hace un tiempo atrás aquí en la iglesia, pero…

Cuando mi esposa y yo comenzamos en la ciudad de Orlando, Florida, hace 27 años atrás, jovencitos, recién casados, nunca habíamos pagado una factura de luz tan grande como la de ese templo.

Era un edificio en el que se supone que íbamos a hacernos cargo de una iglesia, y para hacer la historia larga corta, terminamos con nadie, el templo vacío…

Aparte, el edificio tenía un elevador, y después del primer recibo de luz, yo mandé a apagarlo… Mandé a todo el mundo a subir escalera y, como no había mucha gente, cerré todo arriba y nos vamos a un cuarto abajo… Y empecé en un cuarto abajo.

Luego recuerdo la primera factura de luz… 1.500 dólares.

Llegó el culto de la semana y, si el domingo me iban ocho personas, usted sabe que era la presencia de Dios, la pastora, yo, y algún ángel que llegara…

Se acabó el servicio, luego le dije a mi esposa: “¿cuánto se tomó de ofrenda?”. Porque es lo mismo, usted está empezando en la iglesia, usted canta, usted predica, usted recoge la ofrenda en una esquina y corre rápido a la otra para también recogerla.

Luego la lleva afuera, la cuentas y la llevas al banco después…

¡Uno hace todo!

Y mi esposa me dice: “Mira… Nos hacen falta 500 dólares”.

Teníamos 19 años.

Pero cuando yo salí de Puerto Rico, le dije a Dios algo: “Señor, yo seré pastor sólo hasta el día en que yo vea que tú no provees para mi vida. El día en que yo tenga que mendigarle algo a alguien para la iglesia y para mi familia, ese día yo sé que se acabó. Si tú no puedes proveer, esa es una buena señal de que se terminó”.

Continué diciéndole… “Señor, nunca pediré una ofrenda bajo presión o bajo que hay que pagar algo… Jamás en la vida”.

Y recuerdo ese día, llegó esa primera factura, y no teníamos todo completado.

Ese día fue una persona a la iglesia que yo nunca había visto. Se montó en su auto cuando salió; como les digo, era una iglesia pequeña, entonces lo vi salir de su auto, dicho auto no se veía muy bonito, y se fue.

Y de momento, cuando estamos mi esposa y yo solos en la oficina, yo veo que ese auto regresa.

Mi hermano, yo pensé lo peor, y dije: “Aquí nos vienen a asaltar; prepárate…”, y el hombre me toca la puerta.

Y yo, temblando, voy a abrir.

Este hombre me extiende la mano, y cuando me extiende la mano, me dice: “Dios me dice que te de esta ofrenda”. Y yo, cuando lo vi vestido de la forma en que estaba vestido, lo menosprecié.

Y dije: “Esto seguro es 5 o 10 dólares”. Pero nunca se lo dije.

Oré como que fuera la ofrenda más grande, pero en mi mente, lo menosprecié.

Subí a la oficina de la pastora, y le dije: “Mira, aquí alguien trajo esta ofrenda”. Y cuando ella lo abrió, eran 5 billetes de 100 dólares. Era exactamente lo que necesitábamos para pagar al otro día.

Eso fue empezando…

Años después, las facturas de luz eran 140.000 dólares en el templo anterior, y un miércoles en la noche, nos hacían falta 60.000 dólares para pagar electricidad. Y si no, nos la iban a cortar el otro día.

Y yo juré que el día en que yo tenga que pedir una ofrenda para pagar luz, agua, o mendigar, ese día termino…

Ese día había un predicador en la iglesia invitado, fuimos atrás en el VIP, le habían preparado camarones, qué sé yo… Porque cuando hay invitados, preparan esas cosas. Entonces habían preparado de todo y se acabó el culto.

Y él está ahí comiéndose los camarones, y haciendo chistes, y yo estoy ahí pensando en los 60.000 pesos que faltaban…

Luego me tocó la puerta una dama de la iglesia, y fue y me entregó un cheque estrujado.

Yo sabía quién era la dama. Yo sabía que era una persona que ofrendaba en la iglesia, y dije: “Bueno, Señor… ¡Por lo menos! Son 3 o 4 mil dólares más que vienen… Y ya tengo que buscar menos”.

Pero cuando cogí aquel sobre estrujado, era un cheque certificado del banco con la cantidad de 64.000 dólares. 3.000 más de lo que necesitaba…

Y… ¿por qué les cuento eso? ¡Oigan bien!

Porque yo me molesté con Dios esa noche, y después Él me regañó.

Y yo me molesté con Él porque todo el mundo siempre dice: “Dios siempre llega a tiempo”. Y yo le dije esa noche: “Chico, pero llega una semana antes, de vez en cuando en la vida…”

Y de verdad me molesté con el Señor cuando me dieron la ofrenda, y cuando me dijeron en la oficina que estaba todo cubierto, yo empecé a pelear con el Señor y le dije: “Pero, ¿por qué tú haces esto?, ¿por qué lo haces ahora? ¿por qué no me dejas disfrutar el culto?” y voy peleando con el Señor en el carro.

Y de mis momentos más interesantes con Dios, han sido en semáforos, aquí en Puerto Rico.

Y ese día estoy en un semáforo rojo, peleando con Él en mi mente, y recuerdo, como el día de hoy, que el Señor me dijo: “¿Por qué no me creíste? Si hace tantos años atrás te suplí los 500 que necesitabas, ¿tú no crees que hoy iba a suplirte lo que necesitabas?”.

Y comienzo a llorar ese día y a pedirle perdón al Señor, porque yo había decidido creer en Él solamente. Y por un momento, el problema me afligió tanto, que permití que en el espacio de mi mente se metiera algo que no tenía que meterse.

Y cuando eso pasa, tú terminas adorando otras cosas.

Tiene que haber una firme determinación en tu vida el día de hoy: “Sólo a Dios voy a adorar pase lo que pase”.