07 Nov Acepta la ayuda del Espíritu Santo

Muchos de ustedes y muchos de nosotros hemos intentado, toda nuestra vida, hacer las cosas a nuestra manera, a nuestra fuerza, de la manera que yo quiero, como yo quiero, como yo entiendo y como yo sé que tengo que hacerlo.

Y todo lo que conlleva realmente para llegar a puerto seguro, es un momento dejar que alguien se trepe en el barco y que sea el capitán o el que me dirija para yo saber hacer lo que tengo que hacer.

Lo ideal sería para tu vida es que nunca se baje de ese lugar, que después de que se monte, nunca se baje, que después de que se monte el Espíritu Santo en tu vida, sea él quien te dirija día tras día.

El Señor Jesús hizo eso con sus discípulos; los discípulos estaba bien cuando Jesús estaba. Nunca les faltó nada, siempre hubo milagros, siempre hubo provisión, los cuidó, y sus errores, los enmendó inmediatamente, los corregía inmediatamente.

Y el Espíritu Santo eso es lo que va a hacer en nuestras vidas, eso es lo que va a hacer en nosotros.

Yo sé que lo que estoy diciendo, lo digo más fácil que lo que a veces en nuestra mente puede ser, porque la diferencia entre Jesús con sus discípulos y el Espíritu Santo con nosotros, es que los discípulos podían ver a Jesús. Tú y yo, no lo vemos. Pero podemos estar seguros de que él está con nosotros y en nosotros.

Si el Señor Jesús les dijo a los discípulos “les voy a enviar otro consolador y esto es lo que él va a hacer por ustedes, que es lo que yo estoy haciendo por ustedes”, les pregunto, ¿no habrá una implicación detrás de esa expresión de que los discípulos debían de tratar al Espíritu Santo como trataban a Jesús?

Detrás de esa expresión no habrá también una implicación de que… “muchachos, ustedes no lo van a ver a Él, pero es igualito…”

En otras palabras, “Pedro, cuando tenías que pagar los impuestos y estabas preocupado, ¿a dónde ibas? A donde mí…” ¡Bien sencillo!

Ahora, cuando tú tengas que pagar los impuestos, ¿a dónde tienes que ir? A donde el Espíritu Santo

“Muchachos, cuando ustedes tenían problemas, y los demonios no querían salir y la gente estaba enferma, ¿a dónde ustedes iban? A donde mí…”

“Pues, ahora ¿qué van a hacer? Yo les voy a dar a otro que es igualito, que ustedes no lo ven, pero va a hacer exactamente lo mismo”.

La pregunta es ¿eres tú capaz de tratar al Espíritu Santo como los discípulos trataban a Jesús? ¿Te sentirás tú bien al hablar con alguien, aunque tú no lo veas? ¿Te sentirás tú bien y podrás entender que hay alguien contigo y en ti con quien tú puedes conversar, compartir, llevarle tus cargas y tus interrogantes?

Que tienes que saber que va a ser igual a Jesús, que de vez en cuando tú vas a decir tus tonterías, y él te va a decir: “Mira, Satanás. Óyeme bien. ¡Vamos a poner esto en orden y deja la tontería esa!”.

Y ahí tú tienes que reaccionar, y vas a tener esa relación, por eso es que yo quiero que terminemos en el día de hoy pensando en esto.

La obra más grande del Espíritu Santo es testificar que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, para que tú tengas vida en su nombre.

Y lo que Jesús quiso mostrarnos es muy simple, la misma relación que los discípulos tuvieron con Jesús, tengámosla nosotros con el Espíritu Santo.

El día en que Pedro dejó que Jesús se montara en su bote, el bote terminó lleno de peces. Terminó lleno de abundancia y de bendiciones.

El día en que Pedro dejó que Jesús le diera consejos de pescar, pescó los peces que necesitaba para pagar los impuestos.

¡Tan sencillo como eso!

La pregunta hoy es… ¿Puedes tú tratar al Espíritu Santo como podemos imaginarnos que los discípulos trataban a Jesús?

Es una relación donde había respeto, pero, probablemente, muy casual también. Y mira que la relación era tan sencilla, ordinaria, y sin quitar lo sobrenatural, que cuando los soldados romanos fueron a buscar a Jesús, ellos no lo reconocían.

Alguien tuvo que besar a Jesús, porque Jesús estaba entre los discípulos. Él no andaba con una aureola, Él no andaba con una marca “Jesús, el jefe”. 

Es como que llegaran a la iglesia y preguntaran quién es el pastor. Bueno, a lo mejor me ven en el altar, pero que estuviéramos todos igualmente vestidos, sentados en un sitio, y como no nos conocen, tienen que preguntar: “¿Quién es el pastor?”.

Así pasó en aquella ocasión.

Yo siempre digo: “Imagínate que Judas, por maldad, hubiera besado a Pedro…”. Yo hubiera hecho la maldad nada más para ver a Pedro correr como un loco, para sacarlo por el techo, ¿verdad?

Hubiera sido tremendo para YouTube o TikTok… ¡Terrible!

Pero imagínate, era algo casual y común.

Y yo quiero que ustedes se lleven esa imagen en el día de hoy. Que de hoy en adelante hables con Él como con cualquier persona. 

Inténtalo… En tu automóvil, en el baño cuando te estés bañando, antes de acostarte… Saca tu momento y habla con Él.

Dile cómo te sientes, qué consejos necesitas, y habla con Él.

En tu momento de oración, también habla con Él, escúchalo, cierra tus ojos, medita.

Cuando leas la Biblia, háblale: “Señor, ¿qué me tienes que decir con esto?, ¿qué tú quieres que yo haga?”.

Habla con Él y dile “Señor, me siento así… Cargado, cansado. Señor, ¡dame fuerzas!”.

“Me levanto, ya me tomé el café, pero ahora necesito otro shot de presencia de Dios para poder salir y echar hacia adelante”. 

Te aseguro que, si haces eso todos los días de tu vida, tendrás la misma experiencia que tuvieron los discípulos cuando tenían al otro consolador, que era Jesús al lado de ellos, guiándolos, protegiéndolos, y proveyendo todos los días de su vida…