El apetito del hombre
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El apetito del hombre

Los apetitos son cosas que te envician, cosas que hay dentro de ti que tu carne necesita satisfacción. Por ejemplo, el sexo; el sexo no es igual a compañía, no es igual a amor, no es igual a tener intimidad. La gente afuera tiene hambre de intimidad, y la satisfacen con el sexo, que es el apetito. Ahí es que está la sagacidad del mundo, al hacerte creer que con lo que te están dando satisfacen tu hambre. Te llenan pero no traen satisfacción.
Esas cosas te llenan, pero no hay satisfacción en tu vida, no hay plenitud en tus pensamientos, en tu corazón. Es más, después de ceder a todas esas cosas, peor te sientes, más vacío te sientes, más en dolor te sientes. Por eso es que tú tienes que buscar todo lo posible para eliminar todo aquello que alimenta tus apetitos.
Hay varias cosas que, sin darte cuenta, llenan tu corazón y tu ser con los apetitos incorrectos. Por ejemplo, nunca debes alimentar en tu vida los deseos producto de la frustración. Ten cuidado que no vayas a desear cosas, aspirar a cosas, simplemente por las frustraciones que tienes. Nunca permitas que tus frustraciones sean tan grandes que te lleven a ti a satisfacer tus apetitos.
Nunca llegues en tu corazón a albergar el hambre por venganza. Si algo nos da hambre y apetito en muchas ocasiones, es el espíritu de venganza, que lo disfrazamos con que se haga justicia. Y la Biblia nos advierte una y otra vez: olvídate del impío, del que prospera haciendo las cosas erróneas, no le va a durar, no lo va a alcanzar; aquel que te hizo mal, ten cuidado, perdónalo setenta veces. Nunca albergues en tu corazón el hambre y el apetito de lo que es la venganza.
Nunca alimentes en tu vida el hambre y el apetito por las cosas injustas. Nunca pienses que aquellos que tienen cosas que son producto de la injusticia, de cosas inmorales, son las que tú deberías tener y alcanzar. Nunca desees lo que los injustos tienen. No quiere decir que Dios no te lo pueda dar, que tú no puedas disfrutar de todas esas cosas. Lo que tienes que saber es que tienes que tener el corazón correcto. Tu punto de referencia no es lo que tiene un impío, sino lo que Dios te ha prometido; y si no lo tienes así, entonces, vas a ceder a las cosas incorrectas. De lo contrario, te llenas de envidia y terminas haciendo cosas que no deberías y justificándote. Te metes en deudas que no deberías tener y después las justificas. Hay quienes se convierten en manipuladores porque piensan que ellos también tienen derechos porque son cristianos y deberían darles; comienzan a vivir por encima de sus medios, de lo que pueden. Y no es que Dios no te quiera dar esas cosas. Tú no debes temer caminar en lugares donde los impíos caminan.
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”
Salmos 42:1-2
El hambre es producto de tu justicia, de tu ser una persona justa delante de Dios. Pero el hecho de que sea esa justicia que Dios te ha dado la que provoque el hambre, no quita la responsabilidad de que tú desees las cosas de Dios. En otras palabras, no es un acto pasivo el tener hambre; no es porque tú eres justo que vas a tener hambre; algo tienes que hacer en tu vida, que te provoque tener hambre. Algo hay en tu interior que, en el espíritu, tienes que hacer para que se provoque hambre en tu vida.
Lo primero que tienes que hacer es evitar todas aquellas cosas que te hagan desear lo incorrecto. Lo primero que tienes que hacer es identificar entre hambre y apetito, dejar de desear aquellas cosas que en el pasado realmente no llenaron tu vida, no trajeron satisfacción. Te toca comenzar a hacer una mejor selección de lo que vas a mirar, de lo que vas a ver, lo que vas a observar, con quién vas a caminar. Te toca cambiar tu manera de pensar en tu interior, y saber qué es lo que te conviene. Debe llegar el momento en que desees brócoli, no porque sepa bueno, sino porque es lo que te conviene. Y en tu vida, tú no vas a comer solo lo que tú deseas, sino que vas a tener que alimentarte con lo que te conviene.
Así mismo pasa en el mundo espiritual. Por eso era que Pablo decía: todo me es lícito, pero no todo me conviene. Definitivamente, podemos gozar de la vida, podemos disfrutar de muchas cosas, pero no todo lo que hacemos nos conviene, no todo lo que hacemos es para comerlo día tras día, para usarlo y vivirlo día tras día, para estar ahí y llenarnos de cosas que no tenemos que llenarnos. Tiene que llegar un momento donde hagas un ejercicio desde tu interior y comiences a desear realmente las cosas correctas.
Lo segundo que tú puedes hacer para que esa hambre realmente se provoque en tu vida, en tu interior, esa hambre constante -como la que tenía el salmista, que decía: Señor, mi alma tiene sed de ti -, es ejercitarte hacia las cosas buenas. Tu actividad física te provoca; cada vez que haces ejercicio, actividad física, desgastas energías, y por lo tanto, ese desgaste de energía va a provocar esa necesidad de comer, esa necesidad de alimento. Pues míralo también en el mundo espiritual. Mientras más tú ejercitas la piedad como nos dice la palabra del Señor, que nos ejercitemos en la piedad, en las cosas buenas, en las cosas de Dios, en esa justicia, lo que va a ocurrir es que vas a querer cada vez más aprender de Él, vamos a sentir la necesidad de alimentarnos de Dios, de disfrutar más de las cosas divinas.
Cada vez que tú decidas enseñarle a otro acerca de Dios, vas a querer aprender más. Si tú decides discipular a una persona, va a haber dentro de ti un hambre que es producto de eso que estás haciendo porque ahora la semana que viene vas a querer enseñarle algo más, vas a querer profundizar en la Palabra, orar, entrar en esa dimensión; pero es porque te estás ejercitando. El creyente que no ejercita su mundo y su vida espiritual, nunca tiene hambre. Pero aquel que se ejercita en la piedad, en las cosas de Dios, en las virtudes de Dios, esa persona constantemente va buscando y buscando y llenando esa hambre que es producto de ese ejercicio. Esa es la gente que, eventualmente, dice la Biblia, y la promesa dice, que son satisfechos. Dios dice: Bienaventurado el que tiene hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados.
Un estado de saciedad es un estado de plenitud; es un estado donde tú puedes disfrutar de las cosas maravillosas de Dios, y vivir esa plenitud que solo Él te puede dar.
Tú no puedes pensar que las cosas grandes de Dios y la satisfacción en tu alma vendrán solo porque llegarán a tu vida así porque sí. Hay un precio que pagar; el precio de orar, de leer la Biblia, de adorarle, de conectarte con Él, de apartarte de los demás, de sacar tiempo para conectar con Él. Es ese precio que tú pagas lo que trae satisfacción a tu vida, y lo que tú has estado buscando naturalmente, solo lo puedes llenar de esa manera espiritual, pagando ese precio. Lo que el dinero te puede dar naturalmente no se compara con lo que Dios te puede dar, pero lo que Dios te puede dar no es que sea barato ni sin costo; hay un precio que pagar, se tiene que comprar. La revelación tiene precio. ¿Cuál es el precio? El estudio de la Palabra, el orar, el ir a la casa de Dios, el conectarte, el meditar, el reflexionar, el sentarte en tu casa por un momento y apagar el televisor y leer la Palabra y decirle: Señor, háblame, dime. Es dedicar un día de ayuno y oración, no porque quieras rebajar ni hacer ayuno intermitente, sino para que Dios te hable. Enciérrate en un cuarto en tu trabajo o en tu auto, cierra tus ojos y comienza a orar, a declarar la palabra de Dios. Es en ese momento donde en tu casa, en tu hogar, comienzas a levantar tus manos, y comienzas a cantar y adorar a Dios. En ese lugar, sin que haya más nadie, pagas el precio. Es ahí que tendrás la experiencia de un encuentro con el Señor, y ten por seguro que vas a ser saciado, habrá plenitud en tu vida y en tu interior, y de tu interior van a correr esos ríos de agua viva. Vas a recibir revelación, vas a recibir el sustento diario que necesitas para seguir hacia adelante.
Bienaventurados son los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados.

12 Comments
  • Alicia Farías González
    Posted at 07:50h, 24 August Reply

    Amén, amén….buscar a Dios,cada día,es querer tener el alimento que nos da através de su Palabra!! Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene,nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.. San Juan 6:35. Gracias Señor por ser Dios Justo, gracias Pastor por sus enseñanzas através de la Palabra de Dios, bendecido

    • Marivanet
      Posted at 19:40h, 24 August Reply

      A Dios sea la Gloria. Te bendigo

  • Ángel Manuel Rodríguez Cruz
    Posted at 08:19h, 24 August Reply

    Amén 🙏🏼 Bendiciones Pastor Dios le bendiga siempre.

  • Nelson García
    Posted at 09:02h, 24 August Reply

    Amén yo lo creo y así será su Dios lo dijo echo esta bendiciones para el pastor y su ministerio

  • Deyling lisseth Vasquez moreno
    Posted at 11:45h, 24 August Reply

    Gracias por esa palabra me llegó especialmente ahorita que me sentí vacía con hambre de su espíritu y gracias a su palabra se por dónde empezar

    • Marivanet
      Posted at 19:30h, 24 August Reply

      Te bendigo Deyling, me llena de gozo el saber que la palabra te a bendecido.

  • Wiliam Antonio Chacon Vargas
    Posted at 12:16h, 24 August Reply

    Amén gracias Jesús por hablar a mi corazón es una gran verdad bendiciones.

  • Jhon Mario Rojas
    Posted at 13:13h, 24 August Reply

    Amén, Gloria a Dios

  • Cesar Augusto Arana Vélez
    Posted at 21:37h, 24 August Reply

    La necesidad de tener a JESÚS como mi pastor, como mi Señor me permite buscarlo y encontrarlo a través de su palabra y guiarme para lograrlo con las palabras sabias de mi pastor Otoniel Font. Toda la gloria es para mi Señor.

  • davi
    Posted at 11:02h, 25 August Reply

    Aleluya gloria DIOS

  • Xiomara
    Posted at 14:51h, 25 August Reply

    Amén

  • marttha
    Posted at 22:29h, 25 August Reply

    Amén Aleluya Gloria a ti mi Sr

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