Dádiva + Fe 
12920
post-template-default,single,single-post,postid-12920,single-format-standard,bridge-core-3.0.5,mec-theme-bridge,qi-blocks-1.3.4,qodef-gutenberg--no-touch,qodef-qi--no-touch,qi-addons-for-elementor-1.8.2,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-theme-ver-29.1,qode-theme-bridge,wpb-js-composer js-comp-ver-6.9.0,vc_responsive,elementor-default,elementor-kit-14558

Dádiva + Fe 

Cuenta la historia que había un niño de ocho años que tenía una hermanita menor con una situación médica que requería una transfusión de sangre.  Le preguntaron al niño si podían hacer pruebas a ver si su sangre era compatible con la de su hermanita, y así lo hicieron, y resultó que sí era compatible.  Le preguntan al niño para extraerle una pinta de sangre para que su hermanita pudiera vivir, y el niño dijo que quería pensarlo hasta el otro día.  Llegada la mañana, les dijo que sí y lo llevan donde el doctor, y el niño le dice: doctor, avíseme cuándo empiezo a morir.  El niño había razonado que al dar sangre, estaba dando su vida; no entendía lo que era una pinta de sangre.  Toda la noche, lo que había meditado era si estaba dispuesto o no a dar su vida por su hermana.  Esa es la reacción de un niño que no entiende lo que es ese proceso, pero hay mucho que podemos aprender de esto.  

¿Cuánto realmente estamos dispuestos a hacer por otros?  ¿A qué grado llega realmente nuestra generosidad?  ¿Cuánto tiempo nos toma estar dispuestos a hacer algo que, en un momento dado, pueda hacernos pensar que pudiera costarnos la vida el hacerlo?  Y si llega ese punto, ¿estamos dispuestos?  Este niño pensó toda una noche, pero por su hermanita, estaba dispuesto a hacerlo.  

Fe es dar más allá de tus fuerzas.  

Fe es caminar sin ver; no es caminar por vista, es caminar sin ver, aunque por fe, vemos.  Fe es obedecer sin entender; aunque no entiendas, obedece.  Fe es persistir sin sentirlo; persevera, aunque no sientas seguir.  Y fe es dar más allá de tus fuerzas.  

Analicemos el concepto de generosidad, pero elevémoslo a la manera en que un creyente debe vivir su vida.  En los tiempos que vivimos, tratamos de ser bien sensitivos.  Cuando hablamos de dar en la iglesia, de dar finanzas, de ofrendar, de sembrar, de nuestra dádiva, parece ofensivo para muchas personas, es algo que es problemático para algunos, y por eso, la iglesia ha comenzado a hablar de generosidad, pero la iglesia es más que generosa.  

El concepto de generosidad es uno muy liviano, muy sencillo; generosidad es algo que hasta el ateo tiene que hacer.  El que no cree, tiene que ser generoso.  Los valores sociales no tienen que ver con la cristiandad o con tu fe.  La generosidad es algo que todos debemos aprender porque nadie nace siendo generoso.  De las primeras palabras que todo niño dice, es: mío.  Y si queremos una sociedad culta, racional, donde podamos convivir, sin importar tu religión, tu fe, todos debemos aprender el valor de la generosidad.  

Ahora, una cosa es el valor de la generosidad, ser generoso en todo el sentido de la palabra, y otra cosa es la dádiva que damos por fe.  Ahí es donde muchos se molestan con la iglesia porque la conexión de la dádiva con fe es la que mucha gente critica.  Se nos ha enseñado erróneamente que tenemos que dar sin esperar nada a cambio.  Lo grande es que lo que complica el asunto nos parece absurdo porque la pregunta que se hacen es: ¿por qué Dios me tiene que pedir algo?, ¿por qué tengo que darle a Dios, que es dueño de todas las cosas?, ¿por qué tengo que darle algo a alguien, o a la iglesia, como si se lo estuviera dando a Dios, si Dios no necesita absolutamente nada?  Entonces, comienza la batalla en nuestra mente, donde lamentablemente, muchas veces, nuestro razonamiento nos vence.  

Peor aún, a través de la vida, todas las experiencias que tenemos cuando hemos dado en algún momento dado si no estamos claros de lo que hacemos, podemos perder la fe en el dar porque la realidad es que hay gente que mata el dador en ti.  Cuando ves sus actitudes, su malagradecimiento, su mala forma de vivir, cuando desperdician y botan lo que les das, cuando lo utilizan de mala manera, llega el punto donde tú quieres seguir dando, pero tienes que detenerte y pensar: yo no puedo hacer eso.  Con sus actitudes, matan al dador que hay en ti.  Por eso, el apóstol Pablo decía en el libro de Gálatas que no te canses de hacer el bien porque, a su tiempo, vas a segar.  

Pero este principio es más grande que simplemente ser generoso.  Generoso debe ser todo el mundo; el musulmán, el ateo, el judío, el cristiano, toda la sociedad.  Debemos aprender a salirnos de nosotros mismos por un momento y ser generosos con nuestro tiempo, con nuestra familia, con nuestros amigos, pero hay un punto donde tú tienes que llevar esa generosidad a lo que la palabra de Dios te muestra, para que puedas ver cómo, cuando se conecta la fe con la generosidad, todo cambia.  

Esto no se trata de salvación.  Ni tu generosidad ni tu dádiva tienen que ver con tu salvación.  Pero sí tu dádiva tiene que ver con caminar con la bendición de Dios en tu vida, día tras día.  

La razón por la que la gente se molesta cuando ligamos el proceso de la generosidad con la dádiva no es un ataque a nosotros.  La realidad es que, cuando vemos el ataque en contra de que se pida una ofrenda, la gente lo que no quiere es que ligues tu dádiva con tu fe porque, para ellos, lo absurdo es que tengas que darle algo a Dios; pero lo realmente absurdo es que pienses que lo que tienes que darle a Dios es lo tangible, sin darte cuenta que, si cuando das lo tangible no le añades fe, no estás dándole absolutamente nada a Dios porque Él no recibe lo tangible, pero sí la fe con la que lo das.  Si tú le quitas el elemento de dar esperando, le quitaste a tu dádiva lo único que a Dios le agrada, que es la fe con la que lo das, la actitud con la que lo das.  

Por supuesto, no puedes pensar que vas a vivir únicamente con la actitud.  Tiene que haber la acción y tiene que haber la actitud correcta.  Y la actitud del cristiano cuando se presenta a dar en ese momento de fe, lo hace con una expectativa de que recibirá algo de parte de Dios.  

Tiene que llegar un momento en que te atrevas a dar más allá de tus fuerzas, donde te atrevas a seguir haciendo la obra que tienes que hacer.  Que tus hijos nunca agoten el dador que hay dentro de ti, que tu país y la mala actitud del mundo nunca agoten el dador que hay en tu vida; que no importa lo mal que se vea la sociedad, los problemas, las dificultades en que entremos, cuántas veces te han robado, cuántas veces te quitan, cuántos malagradecidos hayas tenido en tu vida, que nadie nunca mate el dador que hay dentro de ti, sino que tú entiendas que tu dádiva te abre puertas que otra cosa no te puede abrir.  Es mejor tener un corazón dadivoso, generoso, que le crea a Dios, que vivir como niño inmaduro, reclamando: todo es mío.  

Tienes que llegar a ese punto donde vivas dando más allá de tus fuerzas.  

En la Biblia, hay varios principios que vemos una y otra vez, con relación a dar, a este tipo de dar.  Entre los términos básicos, encontramos lo que son los diezmos y las ofrendas.  Hay varios tipos de ofrendas; primicias, ofrendas de paz, etc.  Pero detrás de todo, está el mismo principio.  

El diezmo es la décima parte de todo lo que tú recibes, de todo el incremento y aumento en tu vida.  En el Antiguo Testamento, vemos que Abraham tuvo la reacción de diezmar ante Melquisedec.  Nosotros, como creyentes, lo hacemos en obediencia, en fe.  Hay promesas para aquellos que diezmamos, para aquellos que cumplimos con este principio; lo hacemos por revelación, no por obligación; y entendemos que es lo mínimo que podemos hacer.  Sabemos que no podemos ser generosos, no podemos dar ofrendas, si primero no hemos diezmado.  La primera parte de nuestra vida, de nuestro incremento e ingreso, es esa primera porción, la décima parte.  

Luego viene entonces el aspecto de nuestra ofrenda, lo que es poder ofrendar libremente no tan solo en la casa de Dios, sino también poder ayudar a otros; es poder tener en exceso para poder entonces bendecir a otros que están a tu alrededor, es poder ir semanalmente a la casa de Dios y darle a Él con gozo y alegría.  Cuando tú comienzas a diezmar correctamente, el efecto eventualmente es que podrás dar ofrendas.  Ese es el orden correcto.  Porque diezmas, entonces, eventualmente, tus finanzas se van a arreglar, se van a ordenar con sabiduría, con el favor de Dios en tu vida, y entonces, podrás comenzar a ofrendar con liberalidad.

4 Comments
  • Nelson García
    Posted at 11:19h, 19 April Reply

    Amén buenos días Dios les bendiga

  • fabio garcia
    Posted at 11:40h, 19 April Reply

    excelente reflexion y pienso yo que es pòr revelacion que diezmamos y ofrendamos, viva Dios por siempre

  • marttha
    Posted at 13:53h, 19 April Reply

    Amén y Amén
    Bendiciones

  • Liseth Trujillo
    Posted at 02:25h, 21 April Reply

    Amén y amén y yo lo creo en el nombre poderoso del Señor Jesucristo amén y amén🙏🏽🙏🏽🙏🏽🙌🏼🙌🏼🙌🏼

Post A Comment