Tu Confianza y tu Obediencia
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Tu Confianza y tu Obediencia

28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. 31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. m 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”  Romanos 8:28-39  

Tú no eres un vencedor; tú eres un más que vencedor, a pesar de tribulaciones, de pruebas y dificultades.  Pablo dice: estoy seguro, estoy convencido, estoy persuadido que nada me puede separar del amor que es en Cristo Jesús.  

Veamos hoy esa expresión de confianza en dos manifestaciones.  

  1. La obediencia.  La obediencia es producto de confianza.  Tú no puedes obedecer a alguien en quien no confías.  Si obedeces sin confiar en la persona, tu corazón es rebelde; sería simplemente una expresión externa, pero Dios conoce lo que hay en el corazón.  Así que, cuando tú obedeces a Dios, no puedes hacerlo externamente únicamente porque Él sabe lo que tu corazón quiere o no quiere.  Tú puedes obedecer al jefe, pero él no sabe lo que hay en tu corazón.  Pero si estás haciendo algo que no quieres, Dios sí sabe.  Tú no puedes decirle a Dios que le estás obedeciendo, si tu corazón está lejos porque Él lo conoce y eso no es obediencia.  Por lo tanto, tu experiencia de confianza se manifiesta en tu obediencia genuina a Dios.  
  2. Una consciencia de empoderamiento.  Tu confianza se muestra en que tienes seguridad en el empoderamiento que Dios ha dado a tu vida.  

No importa la revelación que tú tengas en tu vida, tu mente va a limitar la manifestación de esa experiencia.  Tu mente tiene que ser impactada de manera tal que tú puedas expresar lo que te fue revelado.  Así que tu mente juega un papel muy importante.  Por eso es que el apóstol Pablo nos dice en el libro de Romanos: renovaos por el espíritu de vuestra mente, no os transforméis a este siglo, sino renovaos en el espíritu de vuestra mente para que comprobéis cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.  

¿Qué efecto en tu mente y en tus acciones tiene la revelación que tú recibiste?  Porque tiene que haber congruencia; y si no la hay, es porque hay algo en tu mente que no está manifestando.  

Si, por ejemplo, le entregas tu vida al Señor y eres salvo y tus pecados te son perdonados, se supone que tú no experimentes culpa.  Pero tenemos en la iglesia montón de gente cristiana, salva, pero culpable.  Entonces, la pregunta es, si Dios te perdonó, si Él mismo te dice en Romanos que no hay quien te culpe porque es Él quien te justifica, si esa es la revelación que tú tienes, por qué tu mente todavía no la ha entendido.  ¿Por qué, siendo salvo, eres una persona que manifiesta una actitud de culpabilidad y condenación en tu vida?  

Tú no eres como Agripa, que no había reconocido a Cristo como su Señor y Salvador.  Así que, has conocido a Cristo como tu Señor y Salvador, le has entregado tu vida a Él, lo reconoces y has comenzado a recibir revelación de quién es Él para tu vida, lo que pasa es que tu mente limita la expresión y la manifestación de esa revelación, contradiciendo lo que tú crees.  

Si tú sabes que Dios te perdonó, que de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas, la pregunta es entonces, ¿por qué te sientes tan culpable por tu pasado?  Pues todavía tu mente no ha sido transformada; no tan solo tu mente está llena de culpabilidad, sino que también tus acciones son de culpabilidad.  

Uno de los resultados que debe ocurrir en la vida de una persona que está completamente persuadida del amor de Dios, de quién es él o ella para Dios, es tener un grado de confianza que no todo el mundo experimenta.  Los cristianos debemos caminar en esta vida con confianza, con seguridad.  Por supuesto, a veces, no nos gusta expresar nuestra confianza o seguridad porque para algunos en el mundo, el mostrarte confiado es ser arrogante.  Y los cristianos no nos queremos mostrar como arrogantes, así que nos volvemos medio humildes, simplemente, para caerle bien a todo el mundo porque, para el mundo, el cristiano tiene que ser humilde, y toda expresión de confianza se considera arrogancia.  Por supuesto, el mundo nos considera arrogantes porque no nos ven como Dios nos ve a nosotros y como nosotros nos hemos aprendido a ver.  Así que la gente siempre nos menosprecia.  Eso fue lo que pasó con David.  

Pero tiene que haber un momento en tu vida donde tu corazón sea tan protegido, que nunca, ninguna experiencia ni nadie te convenza de lo contrario.  El mundo quiere quebrar tu corazón, quiere hacerte sentir mal, te degrada; y tiene que haber un momento donde tú no permitas que el menosprecio del mundo cale profundo en tu corazón, de manera tal que pierdas la confianza que debes de tener.  

A David, Dios lo separó, lo predestinó para ser rey; su papá lo menospreció, pero David seguía confiado en su corazón; su mamá lo menospreció, pero David seguía confiado; sus hermanos lo menospreciaron, Saúl lo menospreció; se para frente a Goliat y lo primero que le dice es: ¿acaso soy yo perro que me envían un muchacho con un palo?  Lo menosprecia otra vez.  Pero David estaba confiado en quien él era y a qué Dios lo había llamado.  Y esa es la confianza que tú tienes que tener en tu vida.  

Tú no puedes permitir que ninguna experiencia cale en lo profundo de tu corazón, de manera tal que cale tu confianza de que tú eres el hombre o la mujer llamada para cumplir ese propósito.  Por eso David decía: yo soy el hombre, yo soy el que camina aquí, yo soy el que va a enfrentar al gigante, que no desfallezca el corazón de nadie porque yo estoy aquí.  Eso suena arrogante porque lo que tú estás viendo es un jovencito de diecisiete años que no tiene experiencia, y la pregunta es ¿quién se cree él?  Pero lo que pasa es que tú lo estás viendo con los ojos naturales y no estás viéndolo con la revelación que tiene David de cómo Dios lo ve.  

En la vida, tú no te puedes ver como el mundo te ve, con los ojos naturales.  Tú tienes que aprender a verte y caminar en la vida con la revelación en tu corazón de quién tú eres.  Esa revelación es la que te da confianza y persuade tu corazón para caminar seguro a enfrentar cualquier situación en la vida.  

Todos, en algún momento, hacemos cosas por otro porque nos sentimos culpables, sabiendo que no tenemos que hacerlas.  La pregunta es por qué; si tú sabes que Dios te libertó de la culpa, por qué te sientes culpable y por qué sigues actuando como culpable; lo que te quiere decir que tu mente va a limitar la experiencia de la manifestación de la revelación que tienes.  

¿Qué lugar tiene Dios en tu vida?  Seguramente, dirás que Él es primero en tu vida.  La pregunta es si eso se vería reflejado en tu chequera, en tu agenda.  ¿Cuán real es que Dios es primero?  Lo tienes como revelación, pero ¿qué tan real es esto en tu vida?  

La primera expresión de confianza es la obediencia, pero no se puede obedecer a Dios sin desaprender.  Tienes que desaprender la manera del mundo para aprender la manera de Dios para poder obedecer.  No hay otra manera.  Tú puedes tener la revelación de que Dios te quiere próspero pero en tu mente todavía no lo crees, y tus acciones no siguen la revelación que tienes; botas el dinero, malgastas, no diezmas, no ofrendas.  Tuviste una experiencia con la revelación, pero tu mente todavía lo limita en su manifestación.  

Cuando una persona comienza a tener la experiencia de revelación con Cristo y su vida comienza a cambiar, uno de los resultados es total obediencia a Dios.  Es manifiesta tu confianza en Él, comienzas a obedecer, te mantienes obedeciendo.  

Tu obediencia no siempre te dará los resultados que tú pretendes; no siempre la gente íntegra triunfa de primera intención, no siempre las cosas les salen bien.  José hizo bien en no acostarse con la mujer de Potifar, pero terminó en la cárcel comoquiera.  Si José se pone a cuestionar de qué le sirve obedecer a Dios, si sus resultados no son lo que él pretendía, si le iba peor obedeciendo a Dios.  porque eso es lo que pesamos todos.  Todos hemos cuestionado de qué no sirve obedecer a Dios, si nuestros resultados no son los que queremos, y cuando miramos alrededor, vemos gente que no obedece a Dios, y están experimentando cosas que quisiéramos nosotros experimentar.  Entonces, comenzamos a cuestionar, a pensar de qué nos sirve honrar a Dios.  Y limitas tu obediencia a la experiencia natural que tenemos en ese momento.  Comienzas a vacilar, cuando la confianza que tienes que tener en tu vida es que no importan tus circunstancias y consecuencias, tú confías tanto en Dios que, para Él solo es tu obediencia completa.  

A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos. 2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros. 3 Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros, porque estamos muy hastiados de menosprecio. 4 Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios.”  Salmos 123:1-4  

El salmista no está negando la condición de que el problema que tiene le hastía hasta la mente; pero tú no cuestionas lo que está pasando con la vida de otro.  Tú lo que tienes es que estar mirando las manos de Dios.  Y la diferencia de los cristianos es que no miramos la mano de Dios para ver qué nos va a dar, sino para ver la dirección en que nos va a señalar.  Como servidores, miramos sus manos para ver cuál es la próxima instrucción que nos da, para ver a dónde dirigir tu vida, sin importar lo que esté pasando a tu alrededor porque tu obediencia es completa para Él lo cual es la demostración de tu confianza y seguridad de que al Dios que tú sirves, realmente, tiene cuidado de ti, se apiadará de tu vida y tendrá misericordia.  

Los que obedecemos a Dios no tan solo esperamos justa retribución, sino que esperamos la misericordia de Dios.  

Justa retribución para José no era terminar en la cárcel por no acostarse con la mujer de Potifar.  Si él espera justa retribución, se hubiera vuelto un hombre amargado, frustrado, que cuestiona de qué sirve y que en una próxima ocasión, cae.  Pero no; en la cárcel, José lo que pensaba era: ten misericordia de mí, Señor; voy a seguir haciendo lo que tú me pidas que haga; déjame ver tus manos, a dónde me muevo?  Al fin y al cabo mi confianza es que no me voy a volver loco, que no voy a cuestionar, que no voy a estar peleando por lo que me pasa, no voy a estar mirando cómo les va a otros, voy a vivir enfocado en lo que Dios quiere que yo haga y estoy mirando las manos de Dios, no por lo que Él me va a dar, sino por la seña que va a hacer.  Esa es una de las expresiones de confianza más grandes que el creyente puede tener.

3 Comments
  • Jhon
    Posted at 12:44h, 27 December Reply

    Gloria a Dios, gracias Señor

  • Alicia F.Glez
    Posted at 14:15h, 27 December Reply

    Amén, amén! Damos gracias a Dios por su Palabra,y por sus vidas, Bendiciones Pastor Otoniel y para toda la familia

  • Ibtisam El Dbassi
    Posted at 11:22h, 01 March Reply

    Amén. Poderosa palabra.
    Hoy necesitaba algo así.
    Uno L estar pasando u a situación difi6, quieres orar, pero como que no sentimos a Dios.
    Y Él nos está hablando, pero en medio del alboroto en nuestra mente, que está siendo bombardeada por tantos pensamientos.
    Igual luchaba por seguir en la presencia de Dios para oírle solo a Él.
    Al levantarme, vi este mensaje, era lo que ya el Padre me hablaba.
    Una confirmación a través de este Ministerio que día a día envian n mensaje de parte de Dios .
    Dios les bendiga!!retribuyendoles todo con grandes bendiciones.

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