25 Oct Examínate

Por un momento, vamos a salirnos de esa mente colectiva en lo que respecta al cambio que hace falta en el mundo.  Por unos 60 días, deja de pensar en el cambio que hace falta en el gobierno.  No vamos a entregar nuestras luchas, pero que pasen a un segundo plano, mientras le pedimos a Dios que en tu casa ocurra el milagro que tú necesitas; que se encienda la llama y que tú puedas tener un avivamiento personal.  

La palabra del Señor nos muestra qué cosas son prerrequisitos para que suceda un avivamiento en nuestras naciones, pero lo vamos a enfocar a un avivamiento personal en tu vida y lo que esto representa.  Estamos creyéndole a Dios por cosas sobrenaturales.  Únete en otonielfont.com/enciende.  

En la Palabra, vemos términos que Dios utiliza referente a ese tiempo que Él quería traer sobre la nación de Israel, y que podemos nosotros pedir también que sean traídos sobre nuestras naciones.  Estas son awakening, renewal y revival.  La primera, quiere decir despertar; la segunda, tiene que ver con renovación; y la tercera, tiene que ver con el aspecto del avivamiento.  Cada una de ellas representa algo en particular dentro de la nación del pueblo de Dios, al igual que para nosotros hoy.  Hemos tomado la palabra avivamiento, y estamos creyéndole a Dios por un avivamiento personal.  

Por lo general, la palabra avivamiento es conectada a masas, a miles de personas, a la nación completa.  Por lo general, cuando oramos, oramos por el avivamiento de nuestro país.  Y de ninguna manera queremos que pienses que eso es erróneo, que es una oración equivocada, porque no es así.  Esa es una oración buena y necesaria.  Qué mayor deseo podemos tener los creyentes, de que nuestras naciones completas sean transformadas y que tengan una experiencia con el poder de Dios y con el Espíritu Santo.  El detalles es que mientras eso se da, perdemos de vista el hecho de que necesitamos también personalmente ese avivamiento.  Y a veces perdemos de vista que probablemente el avivamiento personal puede provocar el avivamiento en tu nación.  

El Señor fue donde la mujer samaritana y se encontró con ella, y entonces la nación completa cambió.  A lo mejor, si fueras a pensar en una estrategia hoy, pensarías: vayamos a las multitudes, a Samaria, hagamos un evento gigantesco masivo, para llegar a esa mujer, esperando que ella llegue allí y le entregue su vida al Señor.  Pero Jesús lo hizo al revés en aquella ocasión; fue donde ella, y ella provocó un avivamiento en toda su ciudad.  Un avivamiento personal provocará una transformación en tu vida y en la de los demás.  De eso es que se trata, de que salgas por un momento de esa mente colectiva por un instante y te metas a creerle a Dios por tu casa, por tu hogar, por tu economía, para que puedas ver ese milagro que Dios quiere para ti.  

Cuando conectamos la palabra avivamiento, viéndola en la palabra del Señor, lo que representa, ese mover divino de Dios de forma sobrenatural, vemos que hay unas cosas que preceden a esos avivamientos.  Una de ellas es el arrepentimiento, la convicción de entender, la necesidad de que Dios perdone tus pecados.  

En 2 Crónicas 7, Dios dice que si su pueblo, sobre el cual su nombre es invocado, se arrepiente de sus malos caminos y se humilla y ora y deja sus malos caminos, Él escuchará desde los cielos y perdonará sus pecados y sanará su tierra.  Le pedimos a Dios que la nación se arrepienta, pero a veces, aquellos que le pedimos a Dios que se arrepienta la nación, sin darnos cuenta, no hemos sido capaces nosotros de arrepentirnos realmente de nuestros pecados ocultos y que a veces son el impedimento principal para que haya un avivamiento en nuestras vidas.  

“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; 2 pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.”  Isaías 59:1-2  

A veces pensamos que Dios se olvidó o no quiere hacer tal cosa ahora.  Isaías aclara que no se ha cortado el brazo de salvación, que todavía Dios quiere salvarte, Él quiere oírte, escucharte; no le eches la culpa a Dios; no es que Él no ha querido, que no desea, que no es capaz, que los tiempos de los milagros pasaron.  No es eso.  Hay iniquidades en tu vida que todavía tú no has resuelto, pecados sin resolver y que ponen una separación, lamentablemente, en tu experiencia con Dios.  El amor de Dios sigue ahí, pero esa condición espiritual, personal del pecado, hace que no haya la respuesta divina que tú deseas y necesitas hoy.  

Siempre hay un enfoque en la necesidad de la oración por que la nación se arrepienta.  Hemos sido parte de llamados a la oración colectiva, hay momentos para esto.  Pero pregúntate si realmente estamos trabajando con los pecados ocultos de manera personal, individual.  Queremos avivamientos gigantescos en una nación y nuestras familias en nuestros hogares, nosotros como personas, como individuos tenemos cosas que no hemos resuelto.  

Cuando hablamos de iniquidades, hablamos de estos pecados que se han transferido a través de las generaciones, de épocas constantemente, y que no han sido resueltos porque nadie se ha parado firme a tomar la decisión de que aquí se va a romper esta cadena, esta dificultad.  Venimos cargando con las consecuencias de estos pecados en nuestra vida, cosas que están en lo oculto.  

Tal vez reconoces cuáles son esas cosas en tu vida, sabes lo que estás haciendo mal, aquello con lo que tienes que lidiar.  Tal vez, con sinceridad, no sabes si hay algo erróneo en tu vida.  Le sirves a Dios, has estado haciendo todo lo posible por mantenerte en orden con  su palabra, has hecho un esfuerzo continuo de mantenerte en conexión con el Señor, y de primera intención no puedes identificar algo en particular.  Pero cuando de repente no escuches la voz de Dios, haz como dice Pablo, que nos examinemos a nosotros mismos; tienes que tirarte de rodillas y decir: Señor, examíname; a lo mejor hay algo en mí que no está bien, que no es correcto, que no es apropiado, que no está permitiendo que Dios haga la obra en tu vida.  

Si tú no te examinas a ti mismo y no le pides al Espíritu Santo que hable a tu corazón y que te muestre, puede que en lo profundo de tu vida haya algo que dejar, algo que abandonar y poner a un lado; pueden ser pensamientos que están limitando tu experiencia con Dios.  Tal vez en este momento necesitas ese cambio, pero hasta que no reconozcas qué es lo que hay que hacer, nada podrá cambiar.  

Hoy oramos por aquellos que reconocen exactamente lo que está pasando, que de primera intención saben con qué tienen que romper, qué es lo que ha estado atando a su familia por tanto tiempo.  Oramos también por aquellos que lo que notan es que se sienten apagados, no sienten esa llama; y hoy realizan que hay algo en su interior que no está correcto y están dispuestos a examinarse.  

Cuando el apóstol Pablo nos enseña la Santa Cena, en 1 Corintios 11, una de las cosas que nos dice es que, cuando vayamos a esa experiencia de la Cena, nos examinemos a nosotros mismos, que dejemos de juzgar a los demás, de mirar y cuestionar la vida de otros, y nos examinemos a nosotros mismos, que digamos: ¿qué hay malo en mí?  ¿Qué tengo que renovar?  Esto, para que podamos experimentar ese poder transformador de Dios porque, cuando se hace consciente lo que tenemos mal, entonces, podemos trabajar con estas situaciones y ponerlas en las manos de Dios.  

Seas del grupo que seas, hoy oramos por ti.  Que te muestre aquello que está impidiendo esa experiencia de avivamiento en tu vida, y puedas ponerlos en sus manos.  Declaramos que hoy se enciende una vez más la pasión en tu vida por el propósito de Dios para tu vida.