22 Jul ¿Once Días o Cuarenta Años?
“6 Jehová nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte. 7 Volveos e id al monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá, en el monte, en los valles, en el Neguev, y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo, y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. 8 Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos.9 En aquel tiempo yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros. 10 Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud. 11 !!Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido!” Deuteronomio 1:6-11
Deuteronomio se conoce como la segunda ley porque es Moisés repitiendo lo que ya predicó en otra ocasión. Por eso, Deuteronomio es como una repetición de Éxodo, Números y Levíticos. Pero hay algunos cambios en las frases que se usan. Cuando se habla de los espías, uno de estos libros dice que fue Moisés quien fue; parecieran discrepancias, pero es que Deuteronomio fue hecho para una generación diferente a la de Números y Levíticos porque eran épocas diferentes. Moisés trató de predicar ese mensaje cuarenta años atrás y lo quisieron apedrear, pero ahora tenía la oportunidad de hablar este mensaje a una gente que sí lo podía recibir.
Mil veces más es llegar a tu máximo potencial, es esa expresión de tu máximo potencial, es llegar a tu mayor grado de capacidad y, cuando llegues ahí, pedirle a Dios que te aumente esa capacidad; es llegar a esa dimensión en tu vida donde puedes maximizarte.
En Horeb, Moisés dijo: movámonos de este lugar. El mensaje de Horeb es: hemos estado demasiado tiempo en ese lugar, tenemos que movernos. Horeb era el lugar donde ellos veían el fuego de Dios descender, donde veían las manifestaciones de Dios. y en ese lugar, Dios les dice: de aquí tienen que moverse e ir hacia delante. De ahí caminan a Cades-barnea, y en Cades-barnea es que entonces Moisés dice: Dios te haga mil veces más.
En Cades-barnea, cuarenta años atrás, es donde los espías convencieron al pueblo de Israel que no podían entrar a la tierra prometida. Aquel fue el lugar donde los diez espías le dijeron a la gente que ellos no podrían, que no eran nadie, que eran como langostas delante de los gigantes que había allí. Cades-barnea es el lugar donde alguna vez en tu vida alguien te hizo creer que tú no podías poseer la tierra prometida, el lugar donde alguien te dijo que tú no eras para estudiar y terminar tu doctorado, y tú te lo creíste. Cades-barnea es el lugar que el banco te dijo que tú jamás podrías tener la casa que tú querías, que lo que estabas deseando lo tenías delante de ti y no lo podías lograr. Dios te lleva a ese mismo lugar, a ese mismo sitio, para romper esa mentalidad y dejarte saber que si has sobrevivido el desierto todo este tiempo, Dios te lleva a ese mismo lugar donde te dijeron que tú no podías para decirte que Él te ha multiplicado, que te he bendecido hasta aquí, pero ahora te digo que Él te va a hacer mil veces más de lo que eres hoy. Entra y posee la tierra prometida.
“2 Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea. 3 Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos, 4 después que derrotó a Sehón rey de los amorreos, el cual habitaba en Hesbón, y a Og rey de Basán que habitaba en Astarot en Edrei. 5 De este lado del Jordán, en tierra de Moab, resolvió Moisés declarar esta ley, diciendo: 6 Jehová nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte.” Deuteronomio 1:2-6
Son once jornadas desde Horeb hasta Cades-barnea. Once días. Esta gente estuvo cuarenta años dando vueltas en el monte, cuando estaban a once días de entrar a la tierra prometida. A veces tú no te das cuenta que estás más cerca de lo que Dios te prometió de lo que tú jamás habías imaginado, y sigues dando vueltas en el mismo lugar por cuarenta años, cuando el camino son once días. Algo te hizo volver y quedarte atrás por cuarenta años.
El número once es un número de transición porque, bíblicamente, el número diez y el doce son bien importantes. Nada en once está completo, pero hasta que tú no pasas al once no puedes llegar al completo en tu vida. Cuando Judas se suicidó, los discípulos tuvieron que buscar a un nuevo discípulo porque ellos sabían que once no estaba completo. Ellos no podían seguir caminando, llevando el mensaje, siendo once; ellos tenían que ser doce. Echaron suertes para escoger al doce para completar porque volver a diez no era la respuesta.
En la Biblia, el diez es el número de la ley, son los diez mandamientos, es la primera etapa de madurez o inmadurez en la vida de una persona porque los diez mandamientos es cuando Dios te tiene que decir: no hagas esto ni lo otro; y al que hay que decirle que no haga es al bebé, al niño. En el Nuevo Testamento, Jesús da los mismos diez mandamientos, pero al revés: bienaventurado el que haga; bienaventurado el humilde, el sencillo; bienaventurado, bendecido el que haga, no el que no haga. Diez representa los mandamientos, la ley, un grado de control, de autoridad. Pero doce representa gobierno, representa lo completo, el gobierno perfecto de Dios, la plenitud del hombre.
Se reconoce que todos tenemos en nosotros doce poderes espirituales. Eran doce puertas, doce tribus, era lo que hacía algo completo. Así que, el número once es una etapa de transición. El que no transiciona del once, siempre regresa al diez; y la ley mata. ¿Qué pasó con el pueblo de Israel? Como no entró en la tierra prometida a gobernar, volvió a Horeb, donde se dio la ley. Y ¿qué pasó luego de tratar de seguir la ley por cuarenta años? Murieron porque la ley mata. No es hasta que el hombre llega a la plenitud del interior, al dominio del espíritu, que es representado por el número doce, que entonces puede comenzar a vivir, a tener vida, autoridad.
Hay quien se pregunta por qué razón, si Dios sabía que Adán iba a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, por qué lo puso allí. Pero es que amor sin opción no es verdadero amor. Obediencia sin opción a desobedecer no es obediencia. Y Dios no quiere que tú lo ames obligado. Dios quiere que tú lo ames porque así lo quieres, porque decides amarlo, porque quieres amarlo. Lo peor que puede pasar es que te quedes en un grado de inmadurez en tu vida, que nunca madures y no tengas tus decisiones maduras, conscientes que te lleven a hacer lo que es correcto. La infancia es buena por un tiempo, pero no para toda la vida; y para poder madurar, hay que saber tomar decisiones. Y si esa opción no está, no hacemos la transición a lo que Dios quiere que seamos.
Les tomó once jornadas, once días. Hay una transición espiritual y mental que todos tenemos que hacer, una metamorfosis. Cuando vemos al pueblo de Israel, vemos a un pueblo que Dios va llevando por una etapa de crecimiento, de desarrollo, pero nunca sufren una metamorfosis total. Y cada etapa que vivieron, en vez de llevarlos al avance, los hizo retroceder. Lo vemos si analizamos su paso por la tierra de Egipto, el desierto y la tierra prometida.
En la tierra de Egipto, ellos eran esclavos, que los podemos definir como empleados. No es que los empleados sean esclavos; la esclavitud hoy es una mentalidad. Si te levantas amargado para ir a un trabajo que detestas, eres esclavo pero de tus deudas. El que va allí y lo disfruta, progresa, aspira a un ascenso, busca soluciones a los retos, esa persona no tiene mentalidad de esclavitud, y ahí es donde tenemos que llegar. Así que hablamos de una mentalidad, no de una posición porque hay empresarios esclavos; tienen empresa y están hartos de ella, la detestan, son esclavos de los lujos que el negocio les dio porque si entregaran los lujos, no tenían que ser esclavos del negocio; pero no están dispuestos a entregar los lujos. Así que es cuestión de mentalidad.
En Egipto eran esclavos, empleados; trabajaban y tenían comida. Trabajaban de más y tenían poco. Llegaron al desierto desempleados, y llegaron como desempleados puertorriqueños, con ayudas del gobierno federal y también del estatal. Nuestro desierto en la cuarentena no ha sido tan malo. Hay sus excepciones, pero hay quienes han recibido dinero que nunca hubieran recibido. El problema es que en ese desierto ellos nunca hicieron la transición a lo próximo, nunca cambiaron la mente para el próximo nivel. Lo que tememos ahora con todo lo que ha pasado, es eso, que la gente aprenda a depender de esto, y que no cambien su mente a las cosas que tienen que cambiarlas, que se adjudiquen y se queden en un sistema que los esclaviza. Lo peor que puede haber es una persona sin trabajo y con dinero. Una persona sin trabajo y con dinero es igual a ocio, vagancia y pecado.
Juan Carlos Ojeda Cornejo
Posted at 13:53h, 22 Julygracias pastor Otoniel por esta enseñanza, es de mucha bendición en mi vida ,fuerte abrazo desde Perú
Daniel Moreno
Posted at 20:24h, 22 JulyAmén Dios te bendiga Pastor Otoniel.
Oswaldo Monier
Posted at 14:52h, 24 JulyFortaleceme en tu palabra y en tu Fe Amado Padre Celestial
Amén ????????