26 May Que Dios Aumente tu Fe

“Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. 3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. 4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. 5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.”  Lucas 17:1-5  

¿De dónde vino el deseo de que les aumentara la fe?  De no ser tropiezo para nadie, y para perdonar como Dios pide que lo hagamos.  La gente no se da cuenta que, para perdonar, hace falta amor, pero más hace falta fe.  Porque perdón es liberar de una consecuencia a alguien, y esperar que Dios haga algo en favor de nosotros, que Dios sea quien se encargue del asunto.  

Los discípulos le dijeron al Señor: Auméntanos la fe.  Lo curioso es que, cuando la gente pide que Dios aumente su fe, usualmente es en contexto de obtener algo grande; una casa más grande, un carro más grande, un mejor trabajo.  Pero el contexto en el que los discípulos lo dijeron no fue ese.  

“6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.”  Lucas 17:6  

El sicómoro es entonces la falta del perdón y la ofensa.  Si algo tienes que pedir en oración es que nada te ofenda y que nada te impida perdonar.  No es que el principio de fe no lo puedas aplicar a otras cosas; la fe es necesaria para todo en tu vida, pero el aumento de la fe en tu oración debe ser para que nada te ofenda y para que puedas perdonar.  

El problema que tuvo Moisés fue uno de frustración a través de los tiempos que le llevó a perder la tierra que se le había prometido.  Moisés no aguantó la presión y, en un arranque, lo perdió todo.  No aprendió a perdonar, a liberarse; se llenó de orgullo, de pensamientos negativos, y ahora echa a perder todo.  Jamás podrás alcanzar lo que te has propuesto o lo que Dios quiere que alcances, si la ofensa y la falta de perdón es lo que gobierna tu corazón.  En el mundo en que vivimos, si tú quieres realmente llegar a tu destino, lo mejor que puedes hacer es ir liviano.  Y para eso no puedes ofenderte rápidamente, y sí tienes que perdonar rápidamente.  Pero eso no es tan fácil.  

Jesús dice: No necesitas más fe; lo que tienes es que usar la que tienes porque la pequeña fe que tienes puede hacer que un sicómoro se desarraigue y sea movido.  El sicómoro era un árbol que echaba raíces bien profundas, podía durar seiscientos años, y tenía las raíces bien amarradas, se agarraban con cualquier cosa; por eso era tan difícil el poder remover un sicómoro.  Las raíces estaban tan agarradas, que era complicado de remover.  Pero el Señor dice a los discípulos: Con el poco de fe que tienes, eso puede desaparecer de un día para otro.  

Si pones fe para perdonar y eres capaz de entender este principio, eso que por tanto tiempo ha estado arraigado en tu corazón, puede desaparecer de un día para otro.  Y si algo nos hace falta en el mundo es esto en particular.  No puedes pretender moverte hacia delante y alcanzar todo lo que Dios tiene para ti, si no eres libre de la ofensa.  Pero tú no tienes que vivir con el pasado.  

¿Pecó Abraham cuando se acostó con la sirvienta?  No.  En su contexto cultural, era permitido.  Pero hoy la gente no quiere ver las cosas en su contexto; seguimos con el sicómoro adentro.  Tú no te puedes lanzar a esta sociedad con un sicómoro tan arraigado, que andes ofendido por cualquier cosa y sin perdonar.  Y la única manera de sacar eso de raíz es: Señor, aumenta mi fe para que yo pueda saber que lo que me pasó en el pasado no tiene que afectar mi futuro.  

No puedes vivir con ese odio, con ese coraje que se te mete; creando revanchismos, rebeldía, creando una sociedad llena de odio y rencor.  Ten el lenguaje correcto, resuelve los problemas que tengas que resolver; hay racismo, y lamentablemente siempre lo habrá por la corrupción del hombre, y siempre habrá alguien que no te aprecie, que te señale.  Si no es racismo, es discrimen por religión, y si no es por tu aspecto físico; siempre alguien te va a menospreciar.  O eres latino o eres muy blanco; lamentablemente, esa es la naturaleza de corrupción del mundo, y todo eso tenemos que trabajarlo y tenemos que luchar.  Lo que no podemos es crear una sociedad con un sicómoro tan arraigado que, aunque le pidan perdón diez veces, nunca perdone.  

Has pedido perdón en tu matrimonio, por ejemplo, y por más que lo has hecho, tú sabes que todavía no te han perdonado.  Siguen con lo mismo y los mismo.  Y si algo tienes que tirarte de rodillas y pedir es: Señor, aumenta mi fe.  No es que aumente tu amor, porque de seguro se siguen amando, lo que no tienen fe es de que vayan a cambiar.  

El problema del odio que  hay en la sociedad es que no hay fe en la humanidad; no pensamos que la humanidad pueda cambiar.  Pero la humanidad hoy, de forma general, es mucho mejor de lo que éramos años atrás.  Nos falta mucho, pero ten fe en la gente; la gente puede cambiar.  Siempre habrá algunos, siempre habrá problemas que enfrentar, pero somos más los buenos que los malos.  

Tenemos que tener fe en la nueva generación y no podemos meterle en el corazón el odio, no sea que nos arraiguemos a tantos problemas, que nunca podamos salir de esas raíces que hay en nuestro interior.  

Ora por que Dios abra tus ojos, y ora por que Dios aumente tu fe.  Esa es una oración extraordinaria.  Pídele a Dios que aumente tu fe para que, de raíz, se vaya la ofensa de tu vida.