13 Oct Lo que Dios te ha Concedido

“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.”  Gálatas 4:1-2  

El heredero, cuando es niño, es señor de todo, pero en nada difiere del esclavo porque no lo puede utilizar, no sabe utilizarlo ni administrarlo.  No disfrutamos de la plenitud de todo lo que Dios tiene para nosotros, sino hasta que maduramos; no porque no conozcamos todo lo que tiene para nosotros o porque no nos pertenezca, sino porque no lo sabríamos manejar.  Tú quisieras prosperar financieramente, quisieras tener más recursos, pero la pregunta es cómo manejas los que tienes.  Hay promesas de Dios para tu vida, pero no es hasta que tú alcanzas un nivel de madurez espiritual, que entonces las experimentas.  

Para poder establecer esa madurez a la que debes aspirar:

1. Evalúa el conocimiento que estás adquiriendo.  
2. Evalúa las experiencias de la vida y la aplicación de los conocimientos adquiridos en esas experiencias.  

El día que dejes de vivir, de hacer, de ejecutar, de actuar, vas a dejar de crecer espiritualmente hablando.  Cuando dejas de creer, surgen los problemas para que creas.  No es que los problemas te llegan meramente para provocar que creas, pero para salir de ellos airoso, tienes que creer.  Probablemente, has dicho alguna vez: Cuando mejor yo estaba, surgió tal problema.  Eso quiere decir que estabas cómodo.  La peor decisión que algunos tomaron en su vida fue entregarle su vida al Señor porque ahora no es tu vida, sino Su vida, y tú quieres hacer lo que te da la gana, pero no es tu vida así que vives frustrado.  Quieres ejecutar a tu forma, pero no es a tu forma.  Y entonces llega el día en que ya no quieres hacer, pero el día que no quieres hacer, no estás usando la fe.  

Tú puedes ver tu madurez y tu evolución como creyente, como cristiano, por lo que estás viviendo.  Analiza lo que estás viviendo.  Si fuiste al consultorio médico este año con lo mismo que el anterior, tienes que evaluar qué es lo que tú estás viviendo en esa área.  Y si es una condición recurrente, ¿cómo la estás llevando?  

“2 Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. 3 ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. 4 Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. 5 De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.”  Job 42:2-5  

Job era un hombre íntegro a los ojos de Dios, a tal punto que Dios le dice al enemigo que puede hacer de todo menos tocar su alma.  Job era maduro espiritualmente, pero también en crecimiento.  Las experiencias de la vida le hicieron ver que lo que conocía de Dios en aquel momento, no era el todo de Dios, sino que podía conocer más.  Y eso sucede también en nuestra vida.  Cuando vas alcanzando niveles de madurez espiritual en tu vida, vas conociendo más de Dios.  Son capacidades que van incrementando en ti porque ahora conoces otra área de Dios que no habías experimentado anteriormente en tu vida.  Te decides a hacer algo diferente en tu vida, a abrir un negocio, por ejemplo, pero no sabes nada de administración; pero entonces te educas, adquieres conocimientos, te lanzas y ahora ves que pudiste tener ahora otras capacidades y que fue el mismo Dios que se te presentó con otras capacidades que Él ya tenía pero que ahora tú conoces y aplicas.  Ahora tú también puedes decir: Hablaba lo que no entendía, pero ahora mis ojos te ven, veo algo diferente.  Y de eso se trata la vida del creyente, de que día a día tengas un crecimiento con Dios, que crezcan tus capacidades y que veas capacidades mayores de Él aplicadas a tu vida.  

“6 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. 7 Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, 8 la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. 9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. 14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.”  1 Corintios 2:6  

Así que había un mensaje diferente para los que habían alcanzado madurez.  Y llegar a la madurez de la que estamos hablando, es imposible si no es con el Espíritu Santo.  Es el Espíritu Santo el que camina contigo, te habla y te da convicción de la relación que tú tienes con Dios.  Él es el que te dice día a día que Él es tu Padre.  Es el que pudre todo yugo que te ata mental, emocionalmente.  

La madurez va ligada a la condición del corazón.  Puedes engañar a todo el mundo, menos a ti mismo y a Dios.  El Espíritu examina lo profundo de ti, y lo profundo de Dios para revelarlo a tu vida.  De los peores errores que puedes cometer está el engañarte a ti mismo.  Tú tienes que conocer tus capacidades y tus limitaciones.  Dios las conoce, y ahí es que Él se hace fuerte.  

Siendo maduro es que entonces conoces lo que se te ha dado.  Y la madurez se aprende.  A través del Espíritu, aprendemos; a través del día a día, aprendemos.