La pobreza no es de Dios
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La pobreza no es de Dios

En su carta a los Efesios, Pablo habla de “…las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:18).  La palabra griega para “riquezas” es “ploutos”, cuya palabra raíz significa “llenura”.  Su significado literal es “dinero, posesiones”.  En sentido figurado, se refiere a “abundancia, riquezas, honor o concesión preciosa (valiosa) con la cual uno ha sido investido”. 

Como hijos e hijas del Rey de reyes, nuestra herencia es una vida libre de carencias y pobreza.

Lee cuidadosamente lo que dicen las Escrituras.  Nuestra herencia es “…las riquezas de la gloria de su herencia… (de Dios)”.  Sin embargo, la mayor parte de los cristianos se conforman con las cáscaras, mientras el mundo se come los maníes.

“De Jehová es la tierra…” (Salmo 24:1).  Dios es el dueño del ganado que pasta sobre mil montes, sin embargo, Él no come carne.  Entonces, ¿para quién es todo ese ganado?  Pues para nosotros, ¡Sus hijos!

La pobreza no es de Dios y tampoco es bíblica.  Dios quiere que abramos los ojos para ver el mundo invisible; para ver las bendiciones que Dios ha preparado para todos aquellos que le aman.

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3).

¿Pertenece la gasolina a la vida?  ¿Pertenecen los zapatos a la vida?  ¿Pertenece la comida a la vida?  ¡Sí!  Tu Padre Celestial sabe que tienes necesidad de muchas cosas materiales.

Las mejores cosas en la vida cuestan dinero

Con mucha frecuencia, el diablo se inventa una frase que se oye muy espiritual, con el fin de tratar de mantener a la Iglesia débil e inconsistente.  Tal vez una de sus mentiras más vendidas es: “las mejores cosas en la vida son gratis”.

Eso no es verdad.  Las mejores cosas en la vida no son gratis, sino que cuestan.  Nuestra salvación no fue gratis.  Dios pagó el precio máximo para ella: ¡la muerte de Su Hijo amado Jesucristo!

Hasta las Biblias cuestan dinero.  En el transcurso de los pasados dos mil años, se han invertido millones de dólares para que hombres y mujeres puedan tener las Escrituras en sus manos.

Predicar el Evangelio cuesta dinero.  La televisión y el internet son medios esenciales para transmitir el Evangelio a otros países. El mensaje del Evangelio es de lo mejor que el mundo podría tener, y no es gratis.  Alguien tiene que pagar para hacérnoslo llegar.

El tremendo mensaje que escuchaste en tu iglesia este pasado domingo tampoco fue gratis.  Tu pastor probablemente recibe un salario, y el templo donde te congregas necesita energía eléctrica, aire acondicionado (o calefacción en tiempos fríos), literatura, asientos, micrófonos, y muchos otros equipos.  Alguien tiene que pagar por estas cosas.

Cuesta dinero enviar obreros al campo misionero.  El Apóstol Pablo discutió la necesidad de que los creyentes recaudasen los fondos necesarios para enviar misioneros a otros países:

“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”  (Romanos 10:14-15)

La pobreza no trae felicidad

La prosperidad, por sí sola, nunca te hará feliz.  Tampoco lo hará la pobreza.  Los ricos se suicidan, se drogan, se emborrachan y se divorcian, pero esto también ocurre entre los pobres.

No tiene nada de santo ni de agradable carecer del dinero que necesitas.  Es cierto que la felicidad no tiene nada que ver con la presencia o ausencia de cosas materiales, pero la infelicidad puede venir a causa de la carencia de ciertas necesidades esenciales, tales como la vivienda, la comida y la ropa.

La felicidad tiene que ver, primordialmente, con el hombre interior.  Si no eres feliz en tu interior, no te llegará la felicidad a causa de la riqueza o la pobreza.  Tener dinero o carecer de él no cambiarán tu hombre interior.  La pobreza nunca te hará más santo o más feliz.

Si eres próspero y Cristo reina en tu interior, el Espíritu Santo que habita dentro de ti influirá en cómo inviertes tus riquezas.  Cubrirás tus propios deseos y necesidades, y apoyarás financieramente los proyectos de misiones, ministerios televisivos, proyectos especiales en tu iglesia local, y otros proyectos evangelísticos.  Serás feliz porque estarás utilizando tu dinero para lograr los propósitos de Dios.

Ni la riqueza ni la pobreza te traerán felicidad.  La felicidad solamente puede venir mediante Jesucristo.  Cuando Jesucristo es el Señor de tu vida, eres capaz de traer mucho gozo al Cuerpo de Cristo, mediante el dinero que suples a la predicación del Evangelio.

Cuando das a Dios, recibirás una cosecha abundante para que puedas volver a sembrar hacia Sus fines.

2 Comments
  • Marlin Diaz
    Posted at 15:22h, 16 June Reply

    Asi es, y por ello nuestra mente debe registrar pensamientos de paz, amor, abundancia para poder obedecer en el evangelismo y discipulado. tras de estas actividades existe toda una estructra que debe ser atendida y cuya logistica amerita grandes finanzas.

  • sandra
    Posted at 23:15h, 16 June Reply

    me gustaría aprender más sobre este tema

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