10 Dec Vuelve a Oír la Voz de Dios

Elías salía de acabar con cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y ahora tenía una amenaza de Jezabel, tenía que volver a luchar.  Esto nos pasa a todos.  Luchas por levantarte, y se levantan contra ti.  Consigues ese negocio por el que estabas luchando, pero entonces viene alguien y te demanda.  Entiende que no puedes soltar los guantes porque si dejas de pelear, lo que te queda es huir, pierdes la actitud de enfrentar. 

Entre los pensamientos que provocaron las emociones erróneas en Elías está la comparación.  Elías comenzó a compararse con los demás, con sus antepasados, a decir: No soy mejor que ellos.  Una de las cosas más interesantes que hacemos al compararnos con los demás, es que comparamos nuestras debilidades con las fortalezas de otros.  Las comparaciones que hacemos nunca son justas.  Ves las fortalezas de los demás y ves tus debilidades y te comparas, pensando que los otros no tienen debilidades, cuando la verdad es que si te compararas de debilidad a debilidad, probablemente serían iguales; o si de fortaleza a fortaleza, lo mismo.  Lo hacemos a la inversa cuando decimos: Ellos tienen eso, pero yo tengo esto otro.  Entonces, balanceas tu forma de pensar porque comparas fortalezas.  Pero la tendencia que te lleva a la depresión es cuando tú comparas tus debilidades con las fortalezas de otros.  Y eso fue lo que hizo Elías; decir: No soy mejor que ellos, mejor muero aquí. 

Elías comienza, además, a aceptar la responsabilidad de todo el pueblo de Israel; se hace responsable de todo el mundo.  Elías se hizo responsable de salvar a todo el pueblo, se echó la carga de todo el pueblo de Israel; se pensó responsable de aquello.  Este fue el mismo problema que tuvo Moisés; comenzó a deprimirse y a desgastarse física y emocionalmente, cuando él trató de resolverle todos problemas pequeños a todo el pueblo.  Gloria a Dios que tenía un buen suegro que le dijo: Moisés, te estás matando; tú no puedes resolverle los problemas a todo el pueblo; pon gente al lado tuyo para dividir la carga, para que te ayuden.  Tú no eres responsable de toda tu familia; tú eres responsable por lo que tú puedas hacer hoy.  Tú no puedes asumir la actitud que asumió Elías en ese momento, y echarte la responsabilidad de la salvación de todo un pueblo, de resolverle todos los problemas a todo el mundo.  Tú eres responsable de tus hijos, por ejemplo, pero hasta cierto punto; hay un punto donde tú tienes que entregar a tus hijos, y sus vidas y decisiones son de ellos; los ayudas en lo que puedes, como puedes, pero llega un punto en que cada uno tiene que tomar su camino.  Aun el gobierno que trata de hacer eso, quiebra; nadie puede resolverle los problemas a todo el mundo; quisiéramos, pero no se puede.  Y si se te mete la idea de intentarlo siquiera, te vas a frustrar, te vas a deprimir, van a llegar pensamientos inadecuados, te va a pasar lo que le pasó a Elías. 

Elías dejó de ver la grandeza de Dios.  En el capítulo 18, vemos un Elías que habla de un Dios grande, de un Dios que responde con fuego, un Dios que es capaz de secar las aguas.  Elías todo el tiempo hablaba de la grandeza de Dios.  De repente, ahora vemos a un Elías que está viendo a Jezabel como más grande del Dios al que él le sirve; y cuando tú permites que dentro de tus situaciones tú dejes de ver la grandeza de Dios, y comiences a ver a los que están a tu alrededor, a tus enemigos, como más grandes que Dios, entonces comienzas a pensar de manera errónea.  Dios sigue siendo Dios, a pesar de tus problemas, de tus dificultades, de tus situaciones; y no importa cuán grande se vea el enemigo, los problemas, el Dios al que tú le sirves es más grande que todos los problemas que tú puedas tener juntos.  Cuando tú empiezas a pensar como Elías, tu vida comienza a paralizarse. 

Elías dejó de depender de la voz de Dios.  En los capítulos 17 y 18, al principio, vemos en varias ocasiones cómo Elías responde.  Dios le dice: Apártate de aquí.  Y se nos dice: Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová.  Y así sucesivamente, Dios le dio instrucciones a Elías en estos dos capítulos, y el profeta hizo conforme a lo que Dios le instruyó.  Lo que vemos es un hombre que setá teniendo victorias porque está respondiendo a la palabra de Dios.  Pero, desde el capítulo 18, verso 10 en adelante, nunca vemos referencia de que Elías esté siguiendo la voz de Dios, sino hasta el capítulo 19, cuando Dios le habla, después de Elías haber salido de la cueva.  ¿Cuándo sale Elías de la depresión?  Cuando vuelve a oír la voz de Dios.  Lo que había pasado en ese capítulo 19 es que de repente Elías había comenzado a confiar en su propia prudencia, deja de escuchar a Dios.  Mientras escuchó a Dios, comió de la viuda, de los cuervos, tuvo victoria; mientras hacía lo que Dios le decía, no había problema.  Mucha gente no se da cuenta que eso es lo que les pasa cuando dejan de asistir a la iglesia.  Tú vas a la iglesia, y Dios te habla, y mientras te mantienes oyendo la voz de Dios, tienes las instrucciones para seguir toda una semana, dos semanas, tres.  Pero luego dejas de oír la voz de Dios, y ahí es que viene la depresión porque ahora estás dependiendo de lo que tú crees que puedes hacer y como tú crees que puedes hacerlo.  Pero cuando vemos que Dios le vuelve a hablar a Elías, cuando Dios le devuelve la voz, es bien interesante porque cuando Dios le habla no le habla del pasado, sino del futuro.  Le dice: Sal de la cueva porque allá adentro no te puedo hablar, ¿qué haces ahí?  Sal que te necesito fuera.  Porque la voz de Dios lo que hace siempre es proyectarte hacia el mañana, hacia el futuro.  Por eso es que nunca te puedes desconectar de la voz de Dios.  Cuando Elías cometió ese error, lamentablemente, comienzan entonces todos esos pensamientos de depresión.