31 Dec Recuento: Divinas & Yo y mi Casa

Divinas Marzo 2019 P. Omayra / Vuelve a Vivir 

“³⁶ Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. ³⁷ Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. ³⁸ Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. ³⁹ Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. ⁴⁰ Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.”  Hechos 9:36-40 

La manera en que esta mujer vivió, su amor, su cuidado, el que ella vistiera a aquella comunidad fue tan y tan grande que provocó que el día de su muerte la gente hiciera algo especial por ella: Aclamarla de nuevo para la vida.  La vida de esta mujer fue tan significativa, que valía el esfuerzo volver a vivirla.  De la misma manera, tu vida va a ser tan significativa que va a valer el esfuerzo volver a vivirla.  Tu vida hay que volver a vivirla. 

Tú vistes a otras personas.  Hay alguien de quien tú has cuidado, por quien tú has hecho algo, a quien tú has cubierto y defendido.  Que este mensaje te inspire a seguir haciendo, para que vivas una vida que valga el esfuerzo volver a vivirla.  Coge un segundo aire.  Lo que tú has hecho no se ha perdido, ha valido para alguien, ha cubierto y guardado a alguien.  La muerte va a quedar atrás.  Tú vas a volver a la vida.  Tu vida vale el esfuerzo volver a vivirla.  No habrá nada que quede sin recompensa, en el vacío, como pérdida. 

Tres cosas pasaron con esta mujer.  Cuando murió, la gente fue y la lavó.  El vestir tiene un significado espiritual, al igual que el lavar.  Tenemos un buen testimonio, o un mal testimonio.  Quizás tú algún día te equivocaste, tomaste una decisión errónea, le creíste a quien no debiste y te puso en una situación difícil, pero tus defectos no van a ser más grandes que tus virtudes.  Dorcas era maravillosa, la gente andaba allí con las telas que ella había escogido, con la ropa que ella les había hecho, pero no le caemos bien a todo el mundo; debe haber habido alguno en alguna esquina, diciendo: Qué bueno que por fin salimos de esa mujer.  Pero tus buenas obras van a hablar por encima de tu defecto, de tu error, del día que dijiste lo que no debiste.  La gente te va a lavar.  Cuando tú te encargas de vestir a otros, de cuidar y cubrir a otros, Dios consigue gente que lave tus obras. 

No estás sola; Dios tiene a alguien que te va a guardar, te va a cubrir y defender.  Dios busca gente que te limpie, que limpie tu pasado, tus amarguras, tus tristezas.  Alguien va a redimir contigo el significado de lo que es un buen esposo; un día alguien te va a enseñar lo que es un verdadero padre.  Quizás piensas que tus hijos te han salido ingratos, pero en el nombre poderoso de Jesús, ellos van a abrir sus ojos, y un día serán quienes limpien tus obras, guarden tu testimonio y hablen bien de ti. 

Lo segundo que pasó con Dorcas, según la versión en inglés, es que la pusieron en un lugar alto.  Cuando tú vistes, cuidas de otros, hablas las palabras correctas, Dios trae personas que te ponen en lugares de prestigio; Él trae personas que ven tu trabajo y, por causa de lo que tú has hecho, puertas se abrirán delante de ti.  Dios va a traer gente que va a hacer algo especial por ti.  Y tercero, el poder de Dios se va a hacer evidente en tu vida, para que tú entiendas que estás viva y no muerta, que tu vida vale el esfuerzo volver a vivirla. 

Yo y mi Casa P. Otoniel / Papi, Bendición  

“²² Jehová habló a Moisés, diciendo: ²³ Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: ²⁴ Jehová te bendiga, y te guarde; ²⁵ Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; ²⁶ Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. ²⁷ Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.”  Números 6:22-27 

Es interesante que Dios diga que los va a bendecir porque alguien declare una bendición.  Dios les da la responsabilidad a Moisés y a Aarón de decir al pueblo lo que Él dijo: Jehová va a estar contigo, va a bendecirte, a prosperarte.  Cuando el pueblo oyera esas palabras, entonces, Dios los iba a bendecir.  Los creyentes, por costumbre, decimos: Dios te bendiga.  Lo tomamos como un saludo, pero cuando tú declaras una palabra de bendición, Dios la respalda.  Esa es la consciencia que tú debes tener.  Cuando tú dices una palabra de bendición, espera un efecto porque esa bendición que tú declaras, Dios la respalda. 

Hay peso en tú bendecir, en hablar una palabra que desate el destino de Dios para alguien.  Vuelve a la costumbre de pedir y dar la bendición.  Bendice a tus hijos, a tus sobrinos, a tus nietos.  Bendice su entrada y su salida.  Dios va a respaldar tus palabras.  Cuando tus hijos llegan a tu casa, ¿qué tú les dices?  ¿Qué te dicen ellos?  A veces, coartamos la bendición de Dios en la vida de otros porque nos quedamos en silencio.  Moisés y Aarón pudieron no decir nada, pensando que el pueblo era bendecido porque ya Dios lo bendijo.  Pero Dios dijo que ellos lo bendijeran, diciendo lo que Él dijo; entonces, Dios los bendeciría. 

“¹⁵ Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; ¹⁶ no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. ¹⁷ Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.”  Hebreos 12:15-17 

En Génesis se nos dice que Esaú clamaba: Bendíceme.  E Isaac declaró palabras sobre Esaú, pero aquello no fue la bendición de la primogenitura, sino palabras de compensación, de consuelo.  Muchos hoy lloran, faltos de que alguien les bendiga.  Esto no tiene que ser padre a hijo.  Abraham salió de casa de su padre, y le bendijo un hombre que no fue su padre; su padre lo atrasó casi setenta años.  Pero, en el camino, Dios lo cruza con alguien –Melquisedec – que le dice: Esto es lo que Dios dice de ti. 

Tú estás destinado a desatar destinos.  Un encuentro contigo donde tú digas las palabras correctas que desaten la vida de una persona puede compensar toda una tragedia familiar. 

A veces queremos dar recursos a la gente, pero recursos no compensan una bendición.  No sabemos qué, pero algo tiene que haber pasado en la relación de Esaú con su padre, para que Esaú dijera: No necesito nada de mi padre, voy a vender mi primogenitura, no me importa.  Ya después se dio cuenta de cuánto lo necesitaba.  Hay gente rebelde que piensa de la misma manera.  Tratas de hacerlo por tus propias fuerzas, pero el menosprecio del poder de la bendición provocó que este hombre abandonara lo que Dios había determinado para su vida; y luego, tratando de recuperarlo, no lo podía hacer.  Lo que recibió fue unas palabras de compensación o de consuelo, pero lamentablemente, eso no es suficiente. 

La palabra bendición también describe las recompensas de la obediencia; pero no es esa la bendición de la que estamos hablando en este mensaje.  No hay nada material o natural que puedan darte, que sea mayor o que compense una palabra de afirmación que te dé identidad.  Las palabras de afirmación son declaraciones que afirman que lo que tú estás haciendo vale el esfuerzo, que está cumpliendo su propósito divino.