29 May En tu Peor Infierno

En Mateo 17, vemos la transfiguración.  Los profetas hacen la promesa, y vemos el cumplimiento en la persona de Cristo; viendo a Jesús actuar, sus discípulos no comprendían completamente quién él era, sino hasta que él se transfigura delante de ellos.  En Juan, cuando Jesús cambia el agua en vino, dice que entonces sus discípulos creyeron en él; o sea, que todavía no habían creído.  Lo triste de la experiencia de algunos es que, para poder creer, tienen que ver.  Hay gente que nunca va a creer quien tú eres, y nunca van a creer en ti, hasta que vean.  Hay quienes dicen que siempre supieron que tú tendrías éxito, pero tú sabes que eso no es cierto, que lo dicen ahora porque ven que lo tienes.

Jesús camina con el hombre en la tierra, y no pueden ver a Dios, no lo pueden entender.  Todo lo que Dios había hecho a través de la historia, era para mostrarse de esta forma, y no lo pudieron ver.  En su entrada triunfal a Jerusalén, Jesús llora, no por lo que él iba a pasar; él dice: ¡Oh, Jerusalén!  Perdiste el día de tu visitación.  ¿Cuántas veces Dios se te habrá aparecido, habrá estado en medio tuyo, y tú no lo has podido ver?  Tus circunstancias no te dejan, no te permiten ver a Dios, que está metido contigo.

“² y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.”  Mateo 17:2

Moisés tuvo esta experiencia, su rostro cambió.  Pero el rostro de Moisés resplandecía como la gloria de Dios, y se nos dice de Jesús que su rostro resplandecía como el sol.  Hay una gran diferencia; porque esa descripción que usa la palabra sol, lo que quiere decir es que Jesús era la fuente de la gloria.  Moisés, en su rostro, lo que hacía era reflejar lo que había visto, pero lo que vemos en Mateo 17:2 es la luz completa, perfecta; no meramente un reflejo, un resplandor, sino la fuente de todo poder, de toda energía, de toda la luz del mundo.  Era el sol mismo, la lumbrera, la luz de Dios, era completo Él.  Jesús no era meramente un reflejo; era Dios caminando entre el pueblo, entre nosotros.

“…una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. ⁶ Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. ⁷ Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.”  Mateo 17:5b-7

¡Qué experiencia tan poderosa, cuando Dios mismo te toca!  ¡Cuando la fuente de todo poder y autoridad extiende su mano!  Dios nunca ha acortado su brazo, siempre lo ha extendido hacia el hombre.  En estos versos, vemos el mismo Génesis.  En Génesis, Dios toma lodo del suelo en sus manos y forma al hombre.  El Dios al que tú le sirves nunca ha tenido problema en ensuciarse las manos contigo, y antes de tú acercarte a Él, Él siempre se ha acercado a ti.  Extendemos nuestras manos a Él, pero tú no puedes hacer esto, si no entiendes que Él las extendió a ti primero.  Y, en esta ocasión, vemos la misma gloria, la misma presencia de Dios, extendiéndose a tocar al hombre.  Dios siempre ha estado dispuesto a tocarte en tu humanidad, en tu capricho, en tu ignorancia.  Mientras el mundo esconde la mano para no servirte, para no darte y ayudarte, el Dios al que tú sirves es Dios con nosotros, Dios contigo.  En tu situación, Dios contigo.  No puedes contar con nadie, pero puedes contar con Dios.  Él extiende su mano para que su gloria, su poder te toque, para levantarte y darte la victoria, y sacarte de la situación en la que tú estás.

Habrá momentos donde mirarás a tu alrededor y no verás a nadie a tu lado, pero Dios va a aparecer en medio tuyo, como hizo con los jóvenes hebreos; no los libró del horno de fuego, pero se metió con ellos en aquel horno.  Cuando nadie se quiere meter en la candela que tú estás metido, Dios se mete contigo en ese lugar, para que todos sepan que Él está contigo.  El salmista decía: Si hago mi cama en el Seol, allí tú estás; al mismo infierno, tú te metes.  Cuando Jesús murió, no fue al cielo de primera intención; se dio la vuelta por el infierno, se aseguró que no se le quedara ninguno allá abajo, le quitó las llaves al enemigo, y salió victorioso.  Porque el Dios al que tú le sirves, antes de sentarse en el trono, se mete contigo, aun en el peor infierno de tu vida.  Cuando nadie se mete contigo, Dios está ahí.  Esa es la promesa de su presencia cumplida en tu vida.

Mensaje transmitido por Televisión y Radio el Martes, 29 de Mayo de 2018

Código del Programa: PD-06B